Joan Montany¨¨s, Monti, un payaso de pura cepa
El clown catal¨¢n fallece en Barcelona de un c¨¢ncer a los 48 a?os
Nunca deber¨ªamos tener que enterrar a un payaso. Los payasos no est¨¢n hechos para morir. Existen para vivir vidas eternas en la pista alzando ante nosotros un espejo de lo m¨¢s vital y arrebatado de nuestra naturaleza. Cuando muere un payaso se produce en el mundo un silencio de estupefacci¨®n, como cuando muere un ni?o o se estrella un p¨¢jaro contra la ventana. Joan Montany¨¨s, Monti, falleci¨® ayer a los 48 a?os a causa de un c¨¢ncer diagnosticado hace pocos meses, era un payaso de pura cepa, de la estirpe de los Popov, de los Grock, de los Fratellini, vocacional desde la cuna, del que uno pod¨ªa pensar que llevaba la nariz roja ya en el seno materno. Su personaje ¨Caunque en el caso de los grandes payasos cabe hablar de verdadera identidad (¨¦l dec¨ªa que en realidad era un payaso con una persona dentro)- era el augusto, el payaso gamberro, ingenuo, a la vez salvaje y tierno, opuesto siempre al payaso blanco, de cara enharinada, el racional, el listo. Monti era un augusto de la clase m¨¢s amable y po¨¦tica, un augusto ingenuo, con el coraz¨®n en los dedos, en contraposici¨®n al de su amigo Jaume Mateu, Tortell Poltrona, de la versi¨®n m¨¢s destroyer del mismo payaso.
En cierta manera, Monti, ganador de un Max de circo en 2001, fue el payaso oficial del Teatre Lliure, donde inici¨® su carrera y estren¨® algunos de sus espect¨¢culos m¨¢s recordados. Era hijo del actor y director Josep Montany¨¨s, que estuvo al frente del Lliure durante la compleja y tormentosa ¨¦poca del traslado a la nueva sede del colectivo en el Palau de l¡¯Arquitectura de Montju?c y que muri¨®, de un infarto, durante su mandato en noviembre de 2002. La hermana de Monti, Laia, es la dise?adora gr¨¢fica del teatro. La muerte y el duelo vuelven a caer as¨ª sobre el Lliure que este a?o ha visto fallecer a su actriz emblem¨¢tica, Anna Lizaran, y a la pareja de su director Llu¨ªs Pasqual, el editor Gonzalo Canedo.
El escritor Guillem Jordi Graells, amigo de Pep Montany¨¨s y que conoci¨® a su hijo Monti desde ni?o y trabaj¨® con ¨¦l (adapt¨¢ndole las entradas cl¨¢sicas en su primer espect¨¢culo, Klowns), me explicaba que cuando a¨²n no levantaba un metro del suelo el chico ya quer¨ªa ser payaso. Su primer traje de payaso se lo hizo y se lo regal¨® Fabi¨¤ Puigserver. ¡°La eclosi¨®n art¨ªstica de Monti se produjo aqu¨ª en el Lliure, pero siempre fue una persona muy independiente y emprendedora¡±. El mundo del payaso y el circo es empresarialmente muy complejo y Monti se pill¨® varias veces los dedos en sus proyectos. ¡°Era m¨¢s entusiasta que calculador¡±, recuerda Graells. Nadie espera que los payasos sean grandes empresarios. Uno est¨¢ tentado de decir: afortunadamente.
Inseparable de su Monti, indistinguible casi, Joan Montany¨¨s, dice Graells, era una persona entra?able, muy din¨¢mica, de una candidez enorme, muy espont¨¢neo y a flor de piel, un torrente de propuestas e ideas; un hombre tierno y dulce. Eso s¨ª, un poco trasto. Su carrera art¨ªstica fue variopinta y an¨¢rquica, como correspond¨ªa a su personalidad. Trabaj¨® con Comediants, mont¨® varios espect¨¢culos con su compa?¨ªa Monti & Cia, se incorpor¨® con sus colegas payasos Oriolo y Genci al prestigioso circo alem¨¢n Roncalli y dirigi¨® el circo Price de Madrid, una aventura que no fue bien.
Monti, que era padre de cuatro hijos, vivi¨® su enfermedad con gran indignaci¨®n y empe?ado en salir adelante, aunque desde el inicio el diagn¨®stico era malo. Afront¨® el c¨¢ncer con gran entereza y en los ¨²ltimos momentos a¨²n segu¨ªa luchando. Su ¨²ltimo d¨ªa el hospital de la Vall d¡¯Hebron, donde estaba internado desde el martes y donde falleci¨®, fue escenario de una escena inolvidable: varios de sus compa?eros payasos acudieron a orquestarle una ceremonia de despedida. Un rito entre propiciatorio y de adi¨®s que solo conocen en el fondo de su alma los propios payasos. Dicen que en el silencio reside la verdadera grandeza del clown, Monti ya ha entrado en esa ¨²ltima pista definitiva dejando atr¨¢s el gran eco de risas que despert¨® con generosidad a lo largo de su vida.
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