Voces desde el coraz¨®n barroco de Madrid
El coro Hora Ludens de la Comunidad de Madrid festeja su decimo aniversario con un concierto en las Comendadoras de Santiago
En medio del fragor de una ciudad como Madrid, incesantemente aturdida por el estruendo y el ruido, la m¨²sica coral se propone remansar el ¨¢nimo y gratificar a quien la escucha con su tesoro, que invita a la introspecci¨®n y a la serenidad m¨¢s honda. Y as¨ª lo ha logrado este viernes en el coraz¨®n de la urbe el Coro Hora Ludens de la Comunidad de Madrid, que acaba de festejar el d¨¦cimo aniversario de su fundaci¨®n mediante un concierto extraordinario. Ha elegido para la ocasi¨®n un escenario impar: la Capilla de la Sacrist¨ªa de los Caballeros, joya de la arquitectura tardo-barroca madrile?a.
La capilla fue construida en la c¨¦ntrica plaza de las Comendadoras de Santiago, dentro del imponente conjunto monacal, por el alarife Francisco Moradillo en el a?o 1753 y ha sido ¨ªntegramente restaurada en 2008 por la arquitecta Emmanuela Gambini, a instancias del Gobierno regional y la Fundaci¨®n Caja Madrid, que financian la preservaci¨®n patrimonial.
La capilla luc¨ªa radiante; el p¨²blico, muy numeroso, ocupaba incluso el zagu¨¢n de acceso. En la presidencia del concierto figuraba la abadesa agustina, Rosario D¨ªaz de la Iglesia, flanqueada por Rafael Spottorno, jefe de la Casa Real y ex-gerente de la fundaci¨®n bancaria, por la restauradora italo-espa?ola y el Comendador Mayor de la Orden jacobea, Alfonso de Zulueta.
Bajo la direcci¨®n musical de Joaqu¨ªn Hu¨¦scar, el coro arranc¨® con un programa variado y muy ameno, cuya interpretaci¨®n mostr¨® la versatilidad y desenvoltura que hoy le proporcionan dos lustros de ensayos y comparecencias ante el p¨²blico que, de manera entregada a la delectaci¨®n del escuchar tan bellas voces, abarrotaba la capilla. En sus espacios de suelo ajedrezado, muros pintados de verde azulado y amarillo siena, m¨¢s el rojo carm¨ªn de las cruces jacobeas ¨Cajuar crom¨¢tico de la orden de Santiago- decenas de voces se alzaron desde la gravedad a la frescura para acometer canciones y sonatas como la popular gallega O voso galo comadre hasta un fragmento del cancionero sueco de Upsala o bien el Teach me, Oh Lord!, de Thomas Atwood.
En un momento de su actuaci¨®n, el coro se despleg¨® por la sacrist¨ªa y danz¨® una suerte de pavana que gratific¨® al p¨²blico sobremanera. Bajo el relato personalizado por miembros del coro, se pas¨® revista a cada uno de los diez a?os de la vida del grupo musical, a trav¨¦s de narraciones cortas pero jugosas que amortiguaron la gravedad de tan sacro recinto conventual.
En su origen, hab¨ªan sido los pioneros del coro empleados p¨²blicos de la Consejer¨ªa de Cultura de la Comunidad de Madrid. Posteriormente se integraron personas procedentes de otros ¨¢mbitos. En ¨¦l figuran hoy una decena de arquitectos, como Eduardo G¨®mez, Amparo Berlinches y ?lvaro Bonet, hasta arque¨®logas industriales como Mercedes L¨®pez, bajo, soprano, tenor y contralto, respectivamente.
La sacrist¨ªa, agregada al edificio monacal en 1753, m¨¢s de un siglo despu¨¦s de la erecci¨®n del recinto, se encuentra en el interior del complejo abacial de las Comendadoras de Santiago, quiz¨¢s el ¨²nico conjunto arquitect¨®nico madrile?o que mantiene ¨ªntegras sus f¨¢bricas originales desde su construcci¨®n, culminada por los hermanos Manuel y Jos¨¦ del Olmo en 1667, tras casi un siglo de obras a partir de 1584.
En aquella fecha, los solares sobre los que se asienta fueron cedidos por el caballero de la Orden de Santiago ??igo de Zapata y por su esposa, Isabel de Avellaneda, para que sobre ellos se fundara un convento regido bajo las normas y jurisdicciones de la regla jacobea, cuyo cap¨ªtulo se ha reunido bajo sus muros durante cinco siglos y ha juramentado mediante el espaldarazo a sus caballeros precisamente en esta sacrist¨ªa contigua a la iglesia, aun en restauraci¨®n, que alberga el magno lienzo de Lucas Jordan, Santiago Apostol en la batalla de Clavijo, recuperado en todo su esplendor pict¨®rico al igual que las pinturas al fresco del llamado patio conventual de Moradillo, un documento excepcional sobre la ornamentaci¨®n de la ¨¦poca, lo mismo que la esplendente escalera que enlaza interiormente las plantas del monasterio.
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