¡°Si pago el alquiler, mis hijos no comen¡±
300 personas ocupan ocupan las viviendas vac¨ªas de una urbanizaci¨®n de Bollullos Par del Condado
Virginia Garc¨ªa, natural de Sevilla, tiene 30 a?os. Su marido, Rogelio, tiene 29 y es de Bollullos Par del Condado (Huelva). Tienen cuatro hijos. Ella ha podido con dificultad esta temporada enlazar dos meses en la recolecci¨®n de la fresa. ?l, obrero de la construcci¨®n, lleva cuatro a?os en paro. La pobreza se les ha instalado en la familia. Una visita inc¨®moda para una pareja joven a la que nunca le ha faltado el trabajo.
Ella fue empleada de hogar antes de conocer a su marido y trasladarse a vivir al municipio onubense. La penuria econ¨®mica ha puesto al matrimonio contra las cuerdas. Han tomado una decisi¨®n arriesgada: hace algo m¨¢s de una semana ella y su marido decidieron ocupar una de las 74 viviendas del Residencial 3 de Abril, una urbanizaci¨®n ubicada a cinco minutos del centro del municipio, que una constructora edific¨® y abandon¨® al quebrar hace dos a?os.
¡°Si pagaba el alquiler mis hijos se quedaban sin comer¡±, relata Virginia Garc¨ªa. ¡°Pasa un mes y otro y sabes que no puedes pagar. Sientes que la angustia te devora la garganta¡±, a?ade.
Embrollada propiedad
Del promotor de las viviendas poco se sabe. Todo son rumores y misterio. En el pueblo se comenta que huy¨® a Brasil cuando la empresa entr¨® en concurso de acreedores. Las viviendas est¨¢n construidas con materiales de primera calidad y estaban destinadas, en principio, a familias con renta media alta. Una hipoteca, de haberse consolidado la venta de la promoci¨®n, pod¨ªa costar entre 800 y 900 euros mensuales. Las hay con dos, tres y hasta cuatro dormitorios. El principal banco que financi¨® las viviendas fue La Caixa, que ahora est¨¢ en litigio con la constructora para clarificar la propiedad de las casas. Hac¨ªa dos a?os que las viviendas estaban abandonadas y en los ¨²ltimos d¨ªas hab¨ªan sido objeto de robos y actos de pillaje. Se han llevado azulejos y hasta inodoros. El Ayuntamiento de Bollullos no quiere hablar. Fuentes del Consistorio argumentan que se est¨¢ en negociaciones con la entidad bancaria para analizar la situaci¨®n de esta urbanizaci¨®n, que est¨¢ en un limbo legal.
Este matrimonio fue el primero en dar el paso, pero no estaba solo. Le acompa?aban en la aventura cinco familias m¨¢s. ¡°Nos vimos en la calle con los ni?os y nos dijimos: nos liamos la manta a la cabeza y entramos en una de esas casas. Nos encontramos las puertas pr¨¢cticamente abiertas¡±, indica Virginia Garc¨ªa. En menos de 24 horas, la urbanizaci¨®n se llen¨® de nuevos inquilinos. Unas 70 familias siguieron los pasos de Virginia y Rogelio. Ahora hay unas 300 personas que, empujadas por la misma situaci¨®n de precariedad econ¨®mica, han optado por ocupar uno de los adosados de la urbanizaci¨®n. Tambi¨¦n han entrado en las viviendas situadas en una zona paralela a la calle Huelva.
To?i tiene 34 a?os y su marido 46. A su cargo, dos hijos de seis y tres a?os. Ninguno trabaja. ¡°Cuando sientes que te quema la impotencia de no poder dar a tus hijos ni lo m¨¢s b¨¢sico, se te despierta el instinto r¨¢pidamente¡±, comenta. ¡°No tienes m¨¢s remedio que dar el paso¡±. Estas familias reclaman ahora un alquiler social. ¡°El Ayuntamiento dice que est¨¢ negociando esa posibilidad. No queremos nada regalado, pero s¨ª una cuant¨ªa acorde a lo que podamos dar y que nos permita vivir dignamente¡±, subraya esta mujer.
El d¨ªa a d¨ªa en la urbanizaci¨®n es un ¡°sin vivir¡±. Cada familia carga con su propio drama, pero las historias se parecen mucho unas a otras. La ¨²nica diferencia estriba, tal vez, en los matices. ¡°Mi marido est¨¢ enfermo. Lleva a?os as¨ª. Tenemos dos hijos, uno en paro de 37 y una hija de 17. Los ¨²nicos ingresos que entran son 400 euros de ayuda familiar. Insuficiente para todos¡±, afirma Juana Alonso. Ella ha tenido que dejar la vivienda en la que resid¨ªan ante la imposibilidad de pagarla. Junto a un grupo de vecinos charla de su situaci¨®n. Ah¨ª est¨¢ Jos¨¦ Antonio Navarro, de 33 a?os. Lleva cuatro en el paro. Tiene dos hijos. ¡°Debo el alquiler, la comunidad y mi suegra ya no puede ayudarnos m¨¢s. Esto es desesperante, de verdad¡±.
Las viviendas carecen de luz y agua. El Ayuntamiento de Bollullos, que gobiernan independientes, les ha permitido acceder a un punto de luz y de agua. El s¨¢bado trabajaban los t¨¦cnicos de Aqualia para acondicionar ese punto de agua en la entrada de la urbanizaci¨®n.
Mientras llega o no el alquiler social, estas personas viven con la incertidumbre de no saber si tendr¨¢n que salir de las viviendas en las que acaban de entrar como ocupas. Dentro viven con lo m¨ªnimo: unos colchones en el suelo y una cajas como mobiliario, en las que colocan lo poco que poseen. Lo ¨²nico que les queda es la solidaridad: ¡°Aqu¨ª estamos todos en lo mismo. Un d¨ªa una hace una olla de lentejas, otro cocinamos pasta. Si tengo leche la pongo y si mi vecina tiene pan, igual¡±, comenta To?i. ¡°No nos queda otra que unirnos¡±, remacha.
El viento agita las pancartas que han colocado en una de las paredes. En ellas resumen sus necesidades: ¡°Todo el mundo tiene derecho a una vivienda digna¡± o ¡°necesitamos luz y agua¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.