La interminable sorpresa del Prado
El escritor Javier Sierra convierte en una gu¨ªa secreta su libro sobre los misterios del museo
El Museo del Prado no deja de sorprender nunca. Pero para eso hay que pasar m¨¢s de un minuto ante cada obra. Al menos, ante aquellas que perturbaron la visi¨®n (¡°y el alma¡±) de Javier Sierra, autor de El maestro del Prado(Planeta), que en poco tiempo se ha convertido en un libro muy vendido tambi¨¦n como ¡°gu¨ªa secreta¡±.
Se calcula que, en promedio, un visitante se queda un minuto ante cada cuadro. Y as¨ª es dif¨ªcil, por ejemplo, que se fije en los detalles (¡°la gracia est¨¢ en los detalles¡±) de La Gloria. ¡°Tiziano pinta el alma de Carlos V, y es el cuadro que el emperador se lleva al exilio de Yuste a preparar su muerte¡±.
A Sierra, esa obra le abri¨® el camino: ¡°Trato de indagar en el alma de cuadros del museo, y este es sobre la ansiedad de trascendencia¡±. Ah¨ª est¨¢n los principales personajes del judeocristianismo y, en medio, Carlos V, ¡°de rodillas, envuelto en una s¨¢bana, precedido de sus antecesores, que esperan tambi¨¦n la entrada en la vida eterna. Pero no est¨¢ ¨¦l sino su alma, pidiendo permiso para entrar en el mundo trascendente¡±.
Como recomienda, Sierra pas¨® horas ante ese cuadro, ¡°que fue la verdadera inspiraci¨®n del libro¡±, ¡°una gu¨ªa secreta del Prado¡± que el autor ha mostrado (¡°de noche, la pintura se ve mejor de noche¡±) a sucesivas tandas de personas sumadas a la aventura ¡°de ver detenidamente el alma de la pintura¡±.
Ante esa Gloria quiso morir Carlos V, ¡°meditando sobre la vida ultraterrena¡±. Felipe II lo hizo ante El jard¨ªn de las delicias, que El Bosco pint¨® entre 1500 y 1505. Ante esa inspiraci¨®n perturbadora descubri¨® Sierra, a veces con la ayuda de Mat¨ªas D¨ªaz Padr¨®n, destacado conservador de la pinacoteca, algunas claves que El Bosco dej¨® para que se adivinara alguna vez el misterio de su inspiraci¨®n.
Cuando aquel rey ultracat¨®lico agoniza en El Escorial, ¡°elige entre sus 7.000 reliquias este conjunto en el que El Bosco volc¨® sus propios hallazgos¡±. Sierra lo mira por fuera y por dentro. Dentro halla (se lo se?al¨® D¨ªaz Padr¨®n) un drago seguramente canario, ¡°del que El Bosco debi¨® tener noticia a partir de las rese?as de los conquistadores de las islas¡±. El drago representa el para¨ªso, y figura pues en la parte m¨¢s clara del tr¨ªptico, junto a un ¡°animal sicop¨®mpico capaz de ver en la oscuridad¡±. La geometr¨ªa le sirvi¨® para llegar ¡°en el punto de fuga de la pintura¡± a esa lechuza que acompa?ar¨¢ al muerto ¡°a abrirse camino en el m¨¢s all¨¢, a ver entre las tinieblas¡±. ¡°Lo que no pod¨ªa imaginar el rey¡±, indica Sierra, ¡°es que el resto del tr¨ªptico resulta de manera tan evidente la expresi¨®n de las convicciones de la secta adamita, que mantiene en su propia alma El Bosco¡±. ¡°Para ver todo eso has de permanecer ante el cuadro con los ojos bien abiertos¡±, a?ade. Y mucho rato. Quien pase de largo no ver¨¢ el infierno, pero tampoco ver¨¢ el para¨ªso.
Sierra mantuvo su mirada ante Historia de Nastagio degli Onesti, de Botticelli (1483). Incluye la historia de una venganza por amor y despecho, y fue concebido como regalo de bodas. Como el libro de Sierra (ni ficci¨®n ni no ficci¨®n, faction, como dicen los ingleses; ¡°en Planeta lo llamamos ¡®un Sierra¡¯, tercia Laura Franch, su directora de Comunicaci¨®n), el cuadro encierra una novela perturbadora. Sierra ha buscado en ese cuadro ¡°lo que los artistas trataron de encontrar en el alma de la pintura, pues del alma se trata desde los bisontes en Altamira¡±.
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