Como pienso, luego existo
En ¡®El r¨¦gimen del pienso¡¯, comedia metaf¨ªsica, La Zaranda asemeja la vida del hombre con la de un animal de crianza
El mundo como un gran campo de concentraci¨®n, la vida del hombre asemejada a la de un animal de crianza. Orwell, Saramago y Raymond Cousse (en su Estrategia para dos jamones: El cerdo, en la versi¨®n que interpretara Echanove), cultivaron literaria o esc¨¦nicamente met¨¢foras como esta que la celeb¨¦rrima compa?¨ªa La Zaranda desarrolla profusamente en El r¨¦gimen del pienso, comedia metaf¨ªsica en la que Eusebio Calonge, su autor, resume en tres frases la inercia del comportamiento humano ante el zarandeo combinado de los ciclos econ¨®micos y de la codicia cainita: ¡°Se matan entre ellos porque se les acaba el pienso; cuando les sobra, se matan solos; y al que est¨¢ enfermo, lo matan entre todos¡±.
Con batas de veterinario forense, haciendo la autopsia a cad¨¢veres que dej¨® la epidemia subsiguiente a la bonanza, los personajes de La Zaranda diagnostican la causa de tales decesos: ¡°Genitales inflamados, coraz¨®n r¨ªgido, encefalograma plano¡±. El r¨¦gimen del pienso pasa revista al mundo actual, aunque sus personajes y su atm¨®sfera est¨¦n impregnados del universo de los de La Oficina Siniestra, de Pablo; El tintero, de Mu?iz, y El proceso, de Kafka, para significar con ello que lo que hoy se nos publicita vestido de novedad por pantalla, papel y audio, una vez desnudo resulta ser lo de siempre.
EL R?GIMEN DEL PIENSO
Autor e iluminador: Eusebio Calonge. Int¨¦rpretes. Luis Enrique Bustos, Gaspar Campuzano, Francisco S¨¢nchez y Javier Sempr¨²n. Espacio y direcci¨®n: Paco de la Zaranda. Compa?¨ªa: La Zaranda. Teatro Mar¨ªa Guerrero. Hasta el 7 de julio.
Tienen las criaturas de La Zaranda un aire espectral, fronterizo entre el m¨¢s all¨¢ y este ac¨¢ nuestro venido a menos, y los parlamentos con que se despachan, un deje terminal y apocal¨ªptico (¡°la epidemia se extiende por la inseminaci¨®n; solo cuando las pocilgas est¨¦n vac¨ªas se detendr¨¢ la epidemia¡±, concluyen, tras la autopsia). Y tienen esas coreograf¨ªas procesionales en las que acarrean voluminosos cartapacios de ning¨²n sitio a ninguna parte in¨²til y kantorianamente, una plasticidad palpable, aunque este espect¨¢culo es m¨¢s de palabra, menos intensamente ritual, que aquel inolvidable Vinagre de Jerez con el que Juan S¨¢nchez, su director de anta?o, se despidi¨® de la compa?¨ªa andaluza veinte a?os ha, dej¨¢ndola en su cima.
Luis Enrique Bustos, Gaspar Campuzano y Paco S¨¢nchez, los actores de siempre de La Zaranda, hacen un trabajo soberbio, ¨ªntegro, en los tu¨¦tanos, y Javier Sempr¨²n, de Teatro Corsario, otra compa?¨ªa de bandera del teatro independiente, empasta muy bien con ellos, a¨²n con otro acento, en el papel del empleado cesante. Hay cierto manierismo en este trabajo, una iron¨ªa dosificada, un escepticismo hondo sobre la condici¨®n humana y sobre la posibilidad de un cambio moral, y una luz incisiva de Calonge que da empaque a la funcional escenograf¨ªa de estanter¨ªas met¨¢licas rodantes de Paco de La Zaranda.
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