El vendaje seductor

Obra fronteriza con valores en su fase experimental, a La virtud de la torpeza le pasa lo que a muchos montajes primerizos, que abundan en material y falta una criba m¨¢s profunda, una selecci¨®n del taller y su vertido en la escena definitiva.

Ambos artistas se dan a fondo para dibujar unos personajes atormentados, indecisos, pasionales y explorando una zona de riesgo en la vida en pareja. Se sue?a, se especula, se fuerza la euforia, pero, a cada Proust, su magdalena, su bollo ideal. O lo que es lo mismo: la experiencia llevada al terreno del ritual y la expansi¨®n.

Esa articulaci¨®n (arcaizante) de fragmentos o escenas dialogadas con segmentos de acci¨®n corporal provoca una sucesi¨®n de microcl¨ªmax, un zigzagueante e irregular viaje donde hay mucha carnalidad descrita, todo para ese tejido entre realidad y deseo, entre el fantasma y su doble; el tono cambia sin avisar del coloquialismo a una cierta abstracci¨®n conceptual. Pasa con la m¨²sica, un collage demasiado ecl¨¦ctico que a veces oscurece, casi tapa la acci¨®n. Hay adem¨¢s un uso inclemente del audio amplificado.

El s¨ªmbolo del vendaje seductor regresa al imaginario del espectador; tambi¨¦n hay algo en la venda de cadena o de umbilical, de circularidad, como con la pieza Fur Alina de P?rt, que una vez m¨¢s cumple su cometido ambiental. Decididamente, un poco de corte mejorar¨ªa la pieza sustancialmente.