¡°?Esto no me puede estar pasando!¡±
Los familiares de las v¨ªctimas del accidente de Santiago se agolpan en espera de noticias
La tarde del 24 de julio la desolaci¨®n se apoder¨® de Santiago. Lo que iba a ser una calurosa noche de celebraci¨®n y fuegos artificiales en la plaza del Obradoiro se convirti¨® en una pesadilla por el que ha sido el tercer accidente de tren m¨¢s grave de la historia de Espa?a. Los familiares y amigos de las 80 v¨ªctimas mortales y 130 heridos causados por el descarrilamiento del tren Alvia Madrid-Ferrol estaban desencajados.
¡°?Esto no me puede estar pasando!¡±, chillaba una madre en el Multiusos Fontes Do Sar, un espacio que la Xunta ha habilitado como tanatorio. ¡°?Me quiero morir!¡±, gritaba la misma mujer mientras los psic¨®logos la intentaban atender. Su hijo, de unos 20 a?os, iba en aquel tren pero nadie sab¨ªa d¨®nde estaba. La mujer, arropada por cinco miembros de su misma familia, ya hab¨ªa recorrido tres sitios diferentes en busca del chico. ¡°?Solo quiero acabar con esta pesadilla!¡±, le dec¨ªa a su sobrino entre sollozos.
En CERSIA, una empresa al servicio del Ayuntamiento de Santiago, se agolpaban los familiares de viajeros que iban en ese tren direcci¨®n Ferrol. Edwin, un dominicano de 22 a?os, esperaba tranquilo en un banco del exterior del edificio con su novia y un amigo: ¡°Mi t¨ªa ven¨ªa en ese tren para darnos una sorpresa¡±, explicaba mientras fumaba compulsivamente. En su pa¨ªs a¨²n no sab¨ªan nada del accidente y por eso no quer¨ªa dar ¡°demasiados¡± detalles. "Tiene tres hijos", comentaba preocupada su novia. Edwin, como tantas otras personas, se acerc¨® al lugar del descarrilamiento para socorrer a las v¨ªctimas y apoyar en lo que pudiera. ¡°Vivo cerca de donde fue el accidente y me ofrec¨ª para dar mantas, sacar gente, ofrecer agua¡ ?lo que fuera!¡±, comentaba. ¡°Me pregunto si vi pasar a mi t¨ªa y no me di cuenta¡±, contaba con tristeza. Hac¨ªa 10 a?os que no se ve¨ªan.
Los familiares iban y ven¨ªan del Hospital de Santiago a CERSIA ¡ªdonde, seg¨²n los que se acercaron, comunicaban el estado de las v¨ªctimas¡ª y de all¨ª al tanatorio. ¡°Es que no nos dicen nada¡±, se escuchaba por todos lados. ¡°Van llamando a los familiares cada media hora y con cuenta gotas. Va para largo¡±, contaban ya de madrugada Ruth y Ester Mor¨¢n, dos hermanas que esperaban la llegada de un amigo de la familia que viajaba solo y que ¡°ven¨ªa huyendo del calor de Zamora¡±, comentaban resignadas a los medios. ¡°Cuando llamamos a su m¨®vil contest¨® otra persona. Solo nos queda esperar¡±, lamentaban.
A las tres de la madrugada el escenario comenz¨® a cambiar. Las malas noticias se agolpaban a las puertas de CERSIA y los familiares, resignados, se iban al tanatorio. Muchos gritaban y otros se desesperaban por la mala organizaci¨®n. Reyes P¨¦rez, de Ferrol, se arm¨® de valor ante las c¨¢maras y con la voz entrecortada reclamaba: ¡°?Que nos dejen identificarlos!¡±. Su sobrina, de 26 a?os, iba en ese tren. ¡°Podr¨ªa estar simplemente inconsciente y a nosotros no nos dejan identificarla¡±, reprochaba con una esperanza que ya comenzaba a flaquear.
Una pareja de ancianos que acompa?aban a una amiga, tambi¨¦n iban de un lado a otro buscando explicaciones. Se sumaban a la incertidumbre de los dem¨¢s familiares. ¡°Solo venimos a acompa?ar a nuestra amiga. Ella busca a su marido que ven¨ªa de vacaciones¡±, explicaban.
Una mujer de mediana edad se encontraba sola, desolada y llorando en un banco fuera del edifico de CERSIA. De vez en cuando miraba a los medios de comunicaci¨®n, que la deslumbraban con sus c¨¢maras, y manten¨ªa su mirada perdida en la multitud del equipo de m¨¦dicos y psic¨®logos que se encontraban preparados para recibir ¨®rdenes. ¡°Lo siento, ahora no soy capaz de hablar¡±, comentaba con l¨¢grimas en los ojos y moviendo una pierna de un lado a otro en se?al de impaciencia. Un par de horas m¨¢s tarde un psic¨®logo del equipo m¨¦dico del hospital la atend¨ªa en el mismo banco. Ya hab¨ªa recibido la noticia que tanto tem¨ªa: su hijo ha muerto. Es uno de los 80 pasajeros fallecidos.
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