Una aldea partida para siempre
Angrois, lugar del accidente, llevaba un a?o de protestas contra las obras del AVE Nadie olvida el 31 de agosto de 2001 cuando una ni?a muri¨® arrollada
Sabido era entre los gallegos que ten¨ªan probablemente el tren m¨¢s lento del mundo hasta que comenz¨® a asomarse el AVE por sus tierras, entre Ourense y Santiago, alta velocidad resumida en 100 kil¨®metros. Para los pobladores de la aldea de Angrois, a las afueras de Santiago, el tren ha sido un elemento imprescindible del paisaje, por el mero hecho de que la v¨ªa divide la localidad casi por la mitad. Algunos hechos familiares se recuerdan con referencia a uno u otro accidente. As¨ª ha sido hasta el 24 de julio de 2013, que marca una fecha en rojo, cuando alguno de sus vecinos, caso de Isidoro Casta?o, se encontr¨® con un vag¨®n casi en la puerta de su casa. Los m¨¢s de 80 muertos ca¨ªdos en Angrois no se olvidar¨¢n nunca.
Los ni?os han jugado toda la vida junto a la v¨ªa del tren. All¨ª estuvo ubicado un parque infantil durante a?os, o se jugaba a la llave (algo parecido a la petanca con una especie de herradura o suela met¨¢lica). A su lado se celebraban los carnavales y, sobre todo, las fiestas patronales cada primer domingo de julio. Los vecinos todav¨ªa no se explican que no haya habido v¨ªctimas entre los propios pobladores, visto el itinerario del vag¨®n que salt¨® por los aires y alcanz¨® las primeras casas. A esas horas, entre las 20.30 y las 21.00 siempre hay gente, ni?os jugando y mayores dejando pasar el tiempo, por las inmediaciones de la v¨ªa del tren. Y si no los hubo este jueves fue porque amenazaba lluvia y porque, dicen, hab¨ªa fiesta en el centro de Santiago por las v¨ªsperas del d¨ªa del Ap¨®stol. As¨ª lo cuenta el joven Rub¨¦n Garc¨ªa, que se ha acercado con su bicicleta al lugar de los hechos.
A media tarde de ayer se rumoreaba entre los vecinos que se acercaban al bar de la aldea, el Rozas, que el tren hab¨ªa aplastado a una se?ora que paseaba con su perro. Los periodistas tomaban nota del rumor, pero la gente se lo tomaba con escepticismo: nadie hab¨ªa echado en falta a ninguna vecina. No era dif¨ªcil hacer la cuenta: Angrois no llega a los 300 habitantes.
Caso distinto fue lo que sucedi¨® el 31 de agosto de 2001 cuando una ni?a muri¨® arrollada por el tren. Entonces no era el AVE, era el tren aburrido y premioso de toda la vida. Cuatro ni?as corr¨ªan en bicicleta al lado de los ra¨ªles. Como tantas veces. Pero a una de ellas no le dio tiempo a esquivar al tren. Se asust¨®. No estuvo atenta. Muri¨® arrollada. Fue un hecho que no se ha olvidado: fue la ¨²nica muerte sucedida en la v¨ªa hasta el mi¨¦rcoles pasado. A?os despu¨¦s de aquel incidente, una vecina intent¨® suicidarse, pero no lo consigui¨®: perdi¨® las dos piernas.
Una parte de los pobladores de Angrois estuvo entre los primeros en acudir en auxilio de las v¨ªctimas. Ellos fueron los h¨¦roes del momento, los que saltaron al primer vag¨®n, buscaron puertas de madera para evacuar heridos e incluso ayudaron a un bombero a utilizar una radial. Luego, lleg¨® la avalancha medi¨¢tica, las c¨¢maras y los micr¨®fonos, y de testigos solidarios pasaron a convertirse en protagonistas de la jornada. Llegada la tarde del jueves, podr¨ªa afirmarse que hubo demasiados testigos del accidente. La aldea de Angrois se convert¨ªa en la zona cero. Cosas del directo.
La aldea solo tiene un bar. El bar Rozas, propiedad de la familia Rozas, uno de cuyos miembros es directivo de la asociaci¨®n de vecinos, cuya casa ha perdido la mitad del solar precisamente por las obras del AVE. A media tarde, Mart¨ªn Rozas ha dado ya decenas de entrevistas. La situaci¨®n se ha pervertido, como sucede en estos casos: ya todo el mundo ha visto y o¨ªdo c¨®mo el tren se estrellaba, c¨®mo sobrevino una explosi¨®n, luego una humareda y, finalmente, el caos y el griter¨ªo de los heridos. A media tarde del jueves, el bar Rozas ha subido los precios. El due?o lo niega, pero los vecinos asienten: la ca?a de cerveza costaba 1,20 el mi¨¦rcoles y hab¨ªa subido su cotizaci¨®n a 1,50. Los periodistas son buenos pagadores y tienen hambre. Y las decenas de curiosos que llegan de Santiago, tambi¨¦n.
La gente de Angrois viv¨ªa insensibilizada con el tren y algunos de sus peligros. Apenas reparaban en el ruidoso mercanc¨ªas o en los cercan¨ªas que pasan cada hora. El Alvia era un elemento nuevo, pero apenas perceptible; era el tren silencioso, el que apenas se advert¨ªa cuando hac¨ªa su paso por la curva. Los vecinos llegaron a pensar que la llegada del AVE solucionar¨ªa algunos de sus problemas, despu¨¦s de cuatro a?os de obras y de ver c¨®mo la aldea casi quedaba separada en dos mitades. Pero nada de eso sucedi¨®: los seis millones de euros que pensaban se dedicar¨ªan a solucionar problemas, no llegaron. Ni siquiera se atendi¨® la petici¨®n de que la v¨ªa quedara cubierta por un falso t¨²nel como sucede medio kil¨®metro m¨¢s adelante. Pero esa cobertura no habr¨ªa solucionado nada si el tren toma la curva a una velocidad excesiva.
Lo que s¨ª hab¨ªa logrado el AVE es despertar la conciencia asociativa de los pobladores de Angrois, descendientes de campesinos y herederos de un lugar repleto de casas tradicionales, un entorno rural envidiable a tres kil¨®metros de la catedral. Hartos de que nadie les haga caso, de que algunas calles no est¨¦n asfaltadas, de que falten aceras, se hab¨ªan entrenado en protestas y caceroladas durante el ¨²ltimo a?o. Angrois estaba en lucha. No ser¨¢ el AVE quien lo haya cambiado todo. Ser¨¢ el accidente de la curva.
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