Acceso cerrado a la capilla del Obispo
La capilla del Obispo, vestigio ¨²nico del g¨®tico tard¨ªo madrile?o restaurado por el Gobierno regional, cierra sus puertas durante todo el verano por vacaciones de las religiosas
Hay bellezas que, sin explicaci¨®n, permanecen vedadas a la mirada del p¨²blico. La plaza de la Paja luce en su interior un prodigioso tesoro: la capilla llamada del Obispo. Pero hoy y hasta el fin del verano, no puede contemplarse: no hay una raz¨®n expl¨ªcita. Bueno, s¨ª, hay una: las monjitas que la custodian se van de vacaciones hasta septiembre a la casa madre de su congregaci¨®n en Francia. Es una m¨¢s de las arbitrarias circunstancias en las que se desenvuelve el acceso a la Cultura en Madrid. Desde el c¨¦ntrico enclave situado junto al antiguo mercado de la Cebada se accede a la capilla tras subir una escalera de piedra de dos brazos, cruzar luego un claustrillo escayolado y franquear despu¨¦s una puerta de bru?ida madera con dos hojas. Sobre ambas cancelas, gubias y formones en manos del palentino Francisco de Villalpando y de Crist¨®bal de Robles tallaron hace cinco siglos escenas b¨ªblicas y sacras con una nitidez de su traza y perfiles que por su excelencia resulta desconocida en Madrid.
Tras la admirable puerta se abre a la contemplaci¨®n una visi¨®n excepcional: desde el fondo de una estancia de muy alta b¨®veda de crucer¨ªa surcada por potentes nervaduras, entre el magno techado y una grada escalonada que arranca del suelo en piedra de la ¨²nica nave del templo, destella el esplendor, cargado de historicidad, de un deslumbrante retablo policromado del escultor tambi¨¦n palentino Francisco Giralte. En su d¨ªa fue estofado en oro por Juan de Villoldo llamado El Mozo.
El retablo se ve flanqueado por sendas figuras orantes, m¨¢s un refulgente cenotafio ¨Cmonumento funerario sin restos humanos en su interior- poblado de delicadas esculturas, labrado todo el conjunto en bru?ido alabastro. Por la belleza de su hechura, la capilla carece de parang¨®n en Madrid. El conjunto fue inmortalizado en un estilo entre la tect¨®nica del g¨®tico tard¨ªo y la ornamentaci¨®n del primer Renacimiento. Sin embargo, este recinto, el ¨²nico de tan magnificente ¨¦poca tardo-medieval que Madrid conserva, no puede ahora visitarse. Su acceso se ve completamente vetado al p¨²blico. Y ello pese a haber sido la Capilla del Obispo destinataria de, al menos, cuatro fases de restauraciones quiz¨¢ las m¨¢s costosas, y aparentemente bien acabadas, de cuantas se han emprendido en el territorio de Madrid: la ¨²ltima, a cargo del Gobierno regional, consumi¨® al menos 2,64 millones de euros de dinero p¨²blico invertidos en una actuaci¨®n proyectada por el arquitecto Javier Vell¨¦s Montoya en 2001, que se prolong¨® desde 2006 durante casi un lustro.
?Por qu¨¦ tan colosal recinto art¨ªstico, Monumento Nacional desde 1931 apenas a un suspiro de las plazas de la Cebada y de los Carros, se sustrae hoy a la mirada p¨²blica, que s¨®lo puede disfrutarlo unos 20 minutos de martes y jueves, previa cita para visita guiada en el Museo de la catedral, y ahora, al menos hasta el mes de septiembre y sin fecha fija, en la ¨¦poca de mayor apertura hacia el turismo cultural for¨¢neo y capitalino, no puede visitarse en absoluto?
No hay m¨¢s remedio que remontarse a una historia tan prolija como enjundiosa y administrativamente adversa. La capilla fue construida entre 1520 y 1535 en el coraz¨®n de Madrid, adosada a la iglesia de San Andr¨¦s, con el prop¨®sito inicial de albergar los restos de Isidro, el patr¨®n cristiano de la ciudad. Mentor de la capilla fue Gutierre de Vargas Carvajal (1506-1559), uno de los mecenas m¨¢s destacados del Renacimiento en Espa?a: abad, en su adolescencia en Toledo, del convento de Santa Leocadia y obispo de Plasencia con tan solo 18 a?os, fue una de las cabezas de la delegaci¨®n espa?ola en el Concilio de Trento, am¨¦n de bibli¨®filo exquisito, armador y protector de artistas castellanos tan principales como el impar Francisco Giralte. Gutierre no se priv¨® tampoco de financiar con su copiosa fortuna y como armador, viajes exploratorios, incluso hacia Australia -as¨ª bautizada en honor a los dinastas espa?oles de la casa de Habsburgo- mientras fundaba por doquier conventos, escuelas y beater¨ªos.
Toda vez que el enterramiento de los restos de San Isidro en la capilla madrile?a, a partir de 1535, se truncara en 1554 por fricciones con la parroquia de San Andr¨¦s, roces que acabar¨ªan tabicando la interconexi¨®n entre ambos templos y que posteriormente se tornaron seculares, el joven obispo decidi¨® enterrar all¨ª a sus padres, Francisco de Vargas e In¨¦s de Carvajal. Ambas sagas pertenecieron a dos de los linajes m¨¢s antiguos de Madrid, tanto, que se asegura que la de los Vargas fue la que empleara al propio labrador Isidro en sus predios madrile?os a fines del siglo XI.
Da?ada por el terremoto de Lisboa
Concluida la capilla y ornamentado ricamente su interior, el templo pas¨® por testamentar¨ªa al marquesado de San Vicente de la Barquera y de ¨¦ste, a la casa ducal de Alba. Antes, en 1755, se vio muy da?ada por los efectos del terremoto de Lisboa y la capilla entr¨® en una fase de arruinamiento y abandono parcialmente paliado en 1895, mediante una primera restauraci¨®n acometida por Miguel de Olabarr¨ªa y Ricardo Garc¨ªa Guereta. A comienzos del siglo XX, por acuerdo entre la Casa de Alba y el entonces obispado de Madrid-Alcal¨¢ en la estela de la llamada Doctrina Social de la Iglesia, el conjunto que formaba la capilla con el contiguo palacio de los Vargas fue cedido para alojar all¨ª la sede de los C¨ªrculos de Obreros Cat¨®licos de Madrid.
Entre 1962 y 1964 es nuevamente restaurada por Jos¨¦ Mar¨ªa Rodr¨ªguez Cano y por Jos¨¦ Manuel Gonz¨¢lez Valc¨¢rcel, rehabilitaci¨®n proseguida en 1979 por ?ngeles Hern¨¢ndez-Rubio Mu?oyerro, en una actuaci¨®n, reinaugurada en 1980, que requiri¨® una inversi¨®n p¨²blica de 25 millones de pesetas de entonces, unos 150.000 euros de hoy. Una exposici¨®n fotogr¨¢fica sobre La Piedad de Miguel ?ngel, en marzo del a?o 2000, puso de relieve riesgos estructurales para el p¨²blico. Entre las condiciones para su cesi¨®n a la Iglesia figuraba la continuidad del culto y su apertura al pueblo de Madrid, que el Gobierno regional madrile?o posibilit¨® mediante la cuarta restauraci¨®n de la Capilla del Obispo, proyectada por Javier Vell¨¦s a partir de 2001 y ejecutada entre 2006 y 2010.
Hace tres a?os, una decisi¨®n arzobispal instala en el recinto restaurado contiguo a la capilla la Academia eclesi¨¢stica de Letras y Artes de San D¨¢maso y una ulterior decisi¨®n dispone que la congregaci¨®n francesa de las Hermanitas del Cordero rija los oficios religiosos que se celebran a diario en su interior. Con voluntad y buena disposici¨®n, pero casi a t¨ªtulo de favor personal, las monjas abren las puertas de la capilla durante media hora de martes y jueves, tras el culto del mediod¨ªa. Pero al llegar el verano, el cierre de la capilla es a canto y lodo.
Esfuerzos desplegados por los p¨¢rrocos y la Delegaci¨®n de Patrimonio del Arzobispado en iglesias como San Jer¨®nimo el Real y San Gin¨¦s, por mencionar dos ejemplos, han dotado a ambos templos de magn¨ªficos ajuares art¨ªsticos, se?aladamente pict¨®ricos ¨CEl Greco, Lucas Jord¨¢n, Alonso Cano, Francisco de Ricci y Antonio Palomino, entre otros -, que son all¨ª visitables todo el a?o por el p¨²blico. Sin embargo, los reiterados intentos por normalizar el acceso p¨²blico a la Capilla del Obispo tropiezan con una secuencia de obst¨¢culos. Ni la Secretar¨ªa de la Provincia Eclesi¨¢stica del Arzobispado, de quien depende el templo, ni el Gobierno regional esclarecen por qu¨¦ no existe todav¨ªa un r¨¦gimen de acceso m¨¢s racional, que integre visitas m¨¢s frecuentes en todas las estaciones del a?o, incluida la estival. La ¨²nica raz¨®n disponible que ofrecen en el Arzobispado es la de que las monjas han iniciado vacaciones, han viajado a Francia y al no poder regentar la capilla, la cierran durante m¨¢s de dos meses. ¡°Mientras tanto, miles de turistas culturalmente sensibles y otros tantos lugare?os¡±, seg¨²n denuncia el cr¨ªtico de Arte Javier Domingo, ¡°cruzan por Madrid sin haber podido disfrutar de la contemplaci¨®n de un vestigio vivo del mejor arte tardo-g¨®tico de la ciudad y uno de los m¨¢s depurados de la Espa?a de su ¨¦poca¡±.
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