El quiosco menguante
Las obras en una plaza de Pozuelo acaban reduciendo las dimensiones de la caseta donde trabaja Antonio L¨®pez
Antonio L¨®pez se siente atrapado en una vi?eta de Pepe Gotera y Otilio. Las dimensiones de su quiosco son obviamente mayores que los recuadros donde estos dos personajes del dibujante Francisco Ib¨¢?ez hac¨ªan sus chapuzas. Y eso es lo que cree Antonio que han hecho con su quiosco: una chapuza.
Hace unos meses, el Ayuntamiento de Pozuelo de Alarc¨®n decidi¨® remodelar la zona donde se levantaba su quiosco. Seg¨²n dice, le prometieron uno mejor, pero recibi¨® uno m¨¢s peque?o y de peor calidad. El nuevo establecimiento le est¨¢ suponiendo a este hombre de casi metro ochenta numerosos problemas para despachar. Entre el mostrador y la pared hay unos 40 cent¨ªmetros de ancho: ¡°No hay d¨ªa que entre y no tire algo¡±. Laura, su pareja, asiente desde dentro: ¡°Aqu¨ª los dos juntos no podemos estar¡±.
Las estrecheces llegaron con las obras de remodelaci¨®n de la plaza del Gobernador, donde trabaja Antonio, justo al lado de la estaci¨®n de cercan¨ªas de Pozuelo de Alarc¨®n (oeste de Madrid). A comienzos de a?o, el Ayuntamiento de este municipio de 83.844 habitantes decidi¨® cambiar el mobiliario de esta zona y renovar las redes de saneamiento, telefon¨ªa y abastecimiento de agua. En un principio, cuenta este trabajador, las obras no iban a afectar a su quiosco. ¡°Pero no hab¨ªa d¨ªa en que los obreros no me preguntaran: ¡®?Cu¨¢ndo te vas?¡¯.
La comunicaci¨®n oficial de que en 10 d¨ªas el Consistorio necesitaba disponer del espacio de su quiosco "para el solado de la acera" le lleg¨® en marzo. En esa misma carta le informaban de que la concesi¨®n de ese espacio para la instalaci¨®n de un quiosco de prensa hab¨ªa expirado, pero que Antonio pod¨ªa seguir ocup¨¢ndolo mientras se resolv¨ªa la adjudicaci¨®n de una nueva concesi¨®n; aunque esta vez con una caseta conforme a los ¡°criterios est¨¦ticos oportunos¡±.
¡°Nosotros no hemos dejado de pagar el alquiler ni un d¨ªa: 2.700 euros cada seis meses¡±, apunta Laura. Durante las obras, esta pareja vivi¨® ¡°de la hucha de las vacas gordas¡±. Pod¨ªan permit¨ªrselo.
El nuevo quiosco, de estilo retro, lleg¨® con retraso. Y sin toldo. Debido a las estrecheces, Antonio tuvo que aparcar su furgoneta, una sprinter amarilla, al lado de la caseta para guardar en ella el 50% del g¨¦nero que no cab¨ªa dentro: unas 20 cajas con cromos, revistas, los libros de inspecciones¡ ¡°Pero da igual porque si llueve se me mojan todos los peri¨®dicos¡±, expone. En ese caso, tambi¨¦n escuchar¨ªa el agua bajar por los dos canalones que hay dentro del quiosco, calzado con unas planchas de metal ¡°porque cuando lo instalaron se escoraba hacia un lado¡±.
Dentro no hay l¨ªnea de tel¨¦fono. La explicaci¨®n: "En el anterior quiosco, la l¨ªnea era a¨¦rea, pero el Ayuntamiento decidi¨® pasar todos los cables por debajo y se olvidaron de hacer lo propio aqu¨ª. De modo que ahora habr¨ªa que levantar otra vez las baldosas nuevas que han puesto. ?Es o no es digno de Pepe Gotera y Otilio?".
El concejal de Obras y Servicios de Pozuelo, Andr¨¦s Calvo-Sotelo, entiende el cabreo de su vecino. ¡°Antonio es un cl¨¢sico aqu¨ª y su petici¨®n de un quiosco m¨¢s grande responde al sentido com¨²n. Se lo hemos preguntado a la empresa de mobiliario urbano que lo lleva y, por supuesto, adem¨¢s de un sitio m¨¢s grande tambi¨¦n tendr¨¢ un tel¨¦fono. Estamos en ello¡±, asegura.
Antonio espera de pie la llegada de esa caseta. En la actual no cabe ni una silla. Tampoco tiene m¨¢quina de tabaco ni impresora. ¡°Los albaranes los imprimo en casa. Y los paquetes de tabaco pues, ya lo ves, por aqu¨ª amontonados¡±, se resigna. Las revistas est¨¢n apelotonadas y las cabeceras de detr¨¢s apenas pueden intuirse. Su anterior quiosco dice que ten¨ªa el doble de tama?o y unos 18 expositores mientras que en el nuevo tiene ocho. ¡°No tengo hueco para vender los at¨ªpicos; es decir, relojes, caramelos, chicles. Mi madre, que ya est¨¢ jubilada, no viene porque se le cae el alma a los pies¡±.
En Pozuelo hay dos quioscos: uno en el pueblo y otro en la estaci¨®n. La familia de Antonio lleva vendiendo peri¨®dicos all¨ª desde hace un siglo. Aunque su memoria solo llega hasta su abuelo: ¡°Durante la Guerra Civil, Pozuelo estaba dividido en dos zonas: la roja era la estaci¨®n y el pueblo, la nacional. Y como mi abuelo cay¨® en la estaci¨®n pues no le dieron la licencia de corresponsal de venta de peri¨®dicos. Pero ¨¦l los vend¨ªa igual sobre unas tablas. Luego le compr¨® una caseta de ladrillos a un vendedor de pipas y lo adapt¨®. Y despu¨¦s mis padres cogieron el relevo y compramos con el tiempo uno de lata, el que ten¨ªa antes, que nos cost¨® 12.000 euros. Forges, s¨ª, el dibujante, nos hizo el cartel. Dec¨ªa: ¡®Soy Anto?ito el quiosquero, el m¨¢s famoso lotero del oeste de Madr¨ª, que s¨ª¡¯. Con el quiosco antiguo, su familia ha hecho una jardinera. ¡°Pero el cartel de Forges lo tiene mi padre en casa, de recuerdo¡±.
Hacia la una de la tarde, Paula, una vecina de la zona de 75 a?os, se lleva un Abc que parece reci¨¦n salido de la rotativa. ¡°Est¨¢n calentitos, calentitos¡±, ironiza Antonio. ¡°Como el buz¨®n del consejero. Tengo unos mil clientes. Y muchos de ellos se han quejado al Ayuntamiento, as¨ª que imag¨ªnate. Aqu¨ª somos una referencia: calles, tel¨¦fonos, empresas¡ La gente de esta zona, cuando no sabe algo, te dice: ¡®Eso preg¨²ntaselo a Anto?ito, el quiosquero, que seguro que lo conoce'".
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