¡®Mrs. Dalloway¡¯ vuelve a hablar en catal¨¢n
La obra de Virginia Woolf tendr¨¢ una segunda versi¨®n, 83 a?os de la primera
Estaba atascado Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez sobre c¨®mo dar forma literaria al mundo de Cien a?os de soledad, hasta que ley¨® Mrs. Dalloway, de Virginia Woolf. ¡°Me transform¨® por completo su sentido del tiempo (¡), as¨ª pude vislumbrar todo el proceso de descomposici¨®n de Macondo¡±, admiti¨® a?os despu¨¦s. Y hasta le atribuy¨® la semilla de El oto?o del patriarca. Narrada toda desde la mente de la dama inglesa de alta sociedad que la protagoniza, la novela se signific¨® en la batalla vanguardista de las letras y ayud¨® a cambiarlas para siempre en un 1925 en el que tambi¨¦n aparecieron El Gran Gatsby, El proceso y Manhattan transfer. S¨®lo cinco a?os despu¨¦s, y tras las versiones alemana y francesa, se traduc¨ªa la catalana, a cargo del escritor C¨¨sar August Jordana. Y as¨ª se ha quedado 83 a?os hasta que, de la mano de Dolors Udina, RBA-La Magrana lance una nueva versi¨®n en catal¨¢n a finales de septiembre.
Udina (Barcelona, 1953), que ha invertido cuatro meses de trabajo y otros seis previos de lectura sobre la escritora, se enfrent¨® a Mrs. Dalloway, admite, ¡°con pasos vacilantes, mucha inseguridad y un poco perdida¡±. Sorprende en alguien con 29 a?os de oficio. ¡°Es tanta la profundidad de cada palabra, de cada frase, que no sabes si la est¨¢s captando o no con tus opciones; no recuerdo haber experimentado nunca una sensaci¨®n espiritual y f¨ªsica tan evidente de tener entre manos alta literatura; sin duda, es la traducci¨®n m¨¢s dif¨ªcil que he hecho hasta hoy¡±, admite quien ha vertido a autores como el Nobel Coetzee, Carver, Tolkien o Gombrich.
Que ha sido ardua la labor lo ratifican las cuatro versiones que realiz¨® de la traslaci¨®n de la novela y que, por el camino, han abarcado opciones contradictorias, desde retocarle el extra?o uso de los signos de puntuaci¨®n hasta dejarlo pr¨¢cticamente igual. ¡°Empec¨¦ por no ponerlos, pero no encontr¨¦ argumentos para cambiarlos, al final. En su obra anterior o posterior nunca puntu¨® as¨ª, o sea que hab¨ªa alguna raz¨®n para que lo hubiera hecho, que pasa porque busca en la literatura el mismo efecto que la vida, que el pensamiento, que no es lineal, sino que salta de una cosa a otra¡±. Al final, Udina acept¨®, como la autora, prescindir casi absolutamente de los puntos suspensivos y usar el gui¨®n en funciones de dos puntos, opciones ¨¦stas y otras que le sorprendi¨® que no respeten en absoluto dos traducciones castellanas. M¨¢s generosa se muestra con la versi¨®n catalana de Jordana. ¡°Me parece lo suficientemente buena, el problema es que convirti¨® pronombres personales ya un poco confusos en el original por nombres de personajes y tambi¨¦n que est¨¢ lleno de expresiones o pronombres como ¡°llurs¡± y otras que certifican el paso del tiempo, que se ha dado una evoluci¨®n de la lengua¡±. En cualquier caso, en su opini¨®n, Woolf, en catal¨¢n, no podr¨ªa quejarse: Roser Card¨²s (en 1938) tradujo Flush (que 50 a?os despu¨¦s Jordi Fernando tambi¨¦n acometi¨®); de Maria Ant¨°nia Oliver son las versiones de Els anys (1973) y Orlando (1985), mientras que Al far (1984) y Una cambra propia (1985) llegaron gracias a Helena Valent¨ª, ¡°muy buenas¡±, seg¨²n Udina. Existe tambi¨¦n la m¨¢s experimental y ¨²ltima novela, Entre els actes, por Marta Pera (1989).
Si La senyora Dalloway, ese d¨ªa en la vida de la arist¨®crata Clarissa tras el final de la primera guerra mundial, ha sido considerada una de las cien mejores novelas inglesas desde 1923 es por esa t¨¦cnica que hace hablar a los personajes desde una voz interior, a base de alternar el llamado estilo indirecto libre, esa tercera persona tan cercana al personaje que se invent¨® Flaubert, y el mon¨®logo interior, que cultiv¨® con maestr¨ªa Joyce. Ese flujo de la memoria que hizo tan famosa a la novela no es lo que m¨¢s quebraderos de cabeza ni lo que m¨¢s ha impresionado a Udina. ¡°Lo de la corriente de la consciencia es importante, claro, pero a mi me fascin¨® sus pensamientos, geniales, que te conmocionan f¨ªsica y mentalmente¡±. Es lo que Vargas Llosa defini¨® como ese poder que mostr¨® Woolf en esta obra de ¡°librar en todos los objetos y circunstancias de la vida la secreta hermosura que encierran¡±. Habla la traductora del ¡°efecto de las campanadas del Big Ben, la novela capta el ruido constante de la calle; hay frases en el original ingl¨¦s que suenan como esos sonidos. He intentado mantenerlo. Si algo se pierde en toda traducci¨®n es la m¨²sica. Y todo es m¨²sica en Virginia Woolf¡±, dice Udina, ya tan felizmente transformada por La senyora Dalloway como Garc¨ªa M¨¢rquez.
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