La manzana
Nunca pase al otro lado, me refiero a ponerme la mascara, ocultar mi identidad cual s¨²perh¨¦roe
Es pronto por la ma?ana y despu¨¦s de desayunar, salgo al jard¨ªn a que la intensa luz ilumine mis notas e ideas. Llevo tiempo sin descansar bien, las noches transcurren dentro de una duermevela constante. Una duda con el peso de una corona grita para que le d¨¦ de comer. Camino despacio, hacia los manzanos, rode¨¢ndolos primero. Al acercarme tropiezo con una de las manzanas que est¨¢n en el suelo. En ese instante, imposible de analizar para mi,pues era mi rodilla la que hab¨ªa chocado con la fruta que al desplazarse por el aire, ingr¨¢vida, choca con una rama rota que se encontraba unos pasos mas adelante, tambi¨¦n flotando, sube mi pulso y abro los ojos, s¨²bitamente: Estoy en el sof¨¢, es tarde,hace calor y tengo el cuello partido.
?Qui¨¦n ha cambiado el rumbo? ?Por qu¨¦ no salto del barco o intento prender la rebeli¨®n a bordo como mi amigo Fletcher Christian? Tambi¨¦n podr¨ªa correr y correr en la direcci¨®n opuesta al hedor, ocultar tras una mascara mi mueca y buscar algo con lo que atizar y marcar el acento, golpe a golpe, como intentar¨¢n hacer dentro del juego nuestros cabezudos esta tarde por las calles de nuestra querida perla del cant¨¢brico. Recuerdo con a?oranza esta parte de los festejos, cuando despu¨¦s de las primeras embestidas intentabas encontrar al cabezudo cabr¨®n, ese que tenia la mano y el arte del endi?e mas desarrollado que los dem¨¢s. Era r¨¢pidamente identificable, por la rapidez de su mandoble y por el grito fuerte y consiguiente estampida del sufridor.
Nunca pase al otro lado, me refiero a ponerme la mascara, ocultar mi identidad cual superh¨¦roe y salir sin posibilidad de identificaci¨®n a la plaza. Esto debe ser al menos curioso como bien saben algunos supuestos guardianes de nuestra tranquilidad en ese acto tan cruel que llaman lanzamiento.En las muchas carreras que uno se pega a lo largo de su juventud no todas son fruto de la fiesta. Cuando en el pasado paseabas por el centro y te encontrabas de sopet¨®n con los otros enmascarados, los que est¨¢n en las ant¨ªpodas de lo festivo, siempre regresaba a mi, por un momento, la no preocupaci¨®n, pues el peque?o que todos llevamos dentro me gritaba,,tranquilo, son amigos, como tu, del barrio. Lamentablemente no era as¨ª, aqu¨ª no hab¨ªa mas que correr.
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