Conejos de chistera
Fructu¨®s Calonge, el 'Merl¨ªn Espa?ol', fue el mago m¨¢s famoso de su ¨¦poca
Ah¨ª lo ven tan rozagante, saliendo de la chistera de un se?or vestido con un frac carmes¨ª en un reclamo publicitario de una desaparecida tienda dedicada a la prestidigitaci¨®n de la calle Pas de la Ense?anza. Hasta hace unos a?os este anuncio antiguo corr¨ªa peligro de desaparecer, borrado por la desidia. Afortunadamente, se pudo salvar tras una placa de metacrilato transparente, recuerdo de una afici¨®n tan barcelonesa como los trucos de magia. Durante todo el siglo XIX, la ciudad tuvo fama gracias a personajes como Joaquim Partag¨¢s, que en 1878 abri¨® la tienda El Rey de la Magia de la calle Princesa, e inaugur¨® el Sal¨®n M¨¢gico de la Rambla, donde se ofrec¨ªan espect¨¢culos de ilusionismo. Entonces era una diversi¨®n considerada honesta por la todopoderosa Iglesia, que la permit¨ªa en una capital sin apenas teatros ni otros entretenimientos.
Actu¨® ante reyes como Isabel II, Amadeo I y Alfonso XII y todos lo condecoraron con medallas
El personaje retratado en esta pared es Fructu¨®s Canonge, seguramente el prestidigitador m¨¢s famoso de su ¨¦poca, a quien se conoc¨ªa como el Merl¨ªn Espa?ol. Hab¨ªa nacido en un pueblecito de Tarragona en el seno de una familia que huyendo de la miseria se instal¨® en Barcelona, donde con 15 a?os se alist¨® en el ej¨¦rcito. Serv¨ªa en el castillo de Montju?c cuando estall¨® la revoluci¨®n de la Jamancia. Fascinado por los ideales que pregonaban los republicanos, desert¨® y se uni¨® a ellos. Aplastada la revuelta, fue encarcelado en C¨¢diz. Siete a?os m¨¢s tarde, a su regreso se encontr¨® que su padre hab¨ªa muerto y tuvo que ganarse la vida primero como cerrajero y despu¨¦s como vendedor de quincalla. Poco despu¨¦s abr¨ªa un quiosco de limpiabotas frente a la farmacia El Globo de la plaza Real, donde a¨²n puede verse la publicidad de su puesto. Cuentan que cubr¨ªa su parada con un toldo de colores, y que esparc¨ªa p¨¦talos de flores por el suelo. Hab¨ªa contratado a un grupo de pilluelos del Raval y les ense?aba el oficio. Para llamar la atenci¨®n, hac¨ªa trucos de manos y se com¨ªa el bet¨²n untado en una tostada. Pronto era conocido en toda Barcelona, aunque sus ideas pol¨ªticas le llevaron en m¨¢s de una ocasi¨®n a una celda de Montju?c, o a un barco varado en el puerto ¡ªel Pont¨®n¡ª, que era utilizado como presidio flotante. El incidente m¨¢s grave tuvo lugar en 1856, cuando se produjo una insurrecci¨®n contra el golpe de Estado del general O¡¯Donnell. Arrestado al ser confundido con uno de los instigadores de las barricadas, a punto estuvo de ser fusilado y finalmente se le desterr¨® a Cuba, donde tuvo que servir nuevamente en el ej¨¦rcito por un plazo de un a?o.
En 1887 abri¨® un sal¨®n de limpieza tras su ¨²ltima temporada en el Romea. Falleci¨® tres a?os despu¨¦s
A su regreso se encontr¨® que su hermano se hab¨ªa hecho cargo del negocio, as¨ª que decidi¨® probar fortuna como mago. Las descripciones que se han conservado le presentan como un sujeto alto y moreno, con bigote y perilla napole¨®nica, parco en palabras y de aspecto desali?ado. Debut¨® en el teatro de los Campos El¨ªseos del paseo de Gr¨¤cia en 1858, y desde ese instante no dej¨® de trabajar en escenarios de Europa y Am¨¦rica. En el teatro del Liceo tuvo un sonado duelo con otro gran ilusionista de la ¨¦poca, el c¨¦lebre Mister Hermann. Entonces ya era una celebridad que hab¨ªa actuado ante la reina Isabel II y despu¨¦s ante los reyes Amadeo I y Alfonso XII, que le distinguieron con sendas medallas (un dicho popular afirmaba que algo era de mucho valor si ten¨ªa ¡°m¨¢s medallas que el gran Canonge¡±). Cada tarde acud¨ªa al herbolario del Rey de la calle del Vidre, donde compart¨ªa tertulia con el doctor Robert o con el escen¨®grafo Soler i Rovirosa. Su rostro era conocido por el gran p¨²blico, y sus retratos se pod¨ªan encontrar en tiendas y comercios de lo m¨¢s variopinto. Anunciaba desde bailes y festejos ciudadanos, a marcas de bet¨²n y de cerillas. Durante el carnaval se paseaba por la Rambla vestido de capit¨¢n general, luciendo las medallas aut¨¦nticas que su arte le hab¨ªa reportado, rodeado de ni?os para los que realizaba toda clase de n¨²meros. Fre¨ªa un huevo dentro de su chistera, convert¨ªa un vaso de agua en licor que daba a probar a quien quisiera, romp¨ªa un reloj a martillazos para sacarlo intacto del bolsillo de su due?o. Su castellano siempre fue muy elemental, y sus pifias en este idioma se convirtieron en frases celebradas por el pueblo.
Este famoso prestidigitador se jubil¨® en 1887 al finalizar su ¨²ltima temporada en el teatro Romea, y abri¨® un gran sal¨®n de limpieza de calzado en la calle Canuda. Falleci¨® tres a?os m¨¢s tarde, y a su entierro en la catedral acudi¨® una multitud que le despidi¨® enfervorecida. Ah¨ª le tienen con su frac rojo, siempre a punto de sacar un animalito de su chistera. Si le quieren ver mejor, vayan ustedes a comer a Cal Josep, un gran restaurante en la calle Roger de Flor donde su fotograf¨ªa preside el comedor.
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