Trampa mortal bajo la loma
El Cerro de los Batallones atrap¨® hace millones de a?os restos de animales La variedad de especies hace de este enclave una joya paleontol¨®gica ¨²nica en Europa
Coincidencias fortuitas generan, seg¨²n la experiencia de los cient¨ªficos, sorpresas insospechadas. Es el caso de lo acaecido en un cerro de extra?o nombre, Batallones, suavemente ondulado por sepiolitas, arcillas y pedernal que domina el territorio meridional madrile?o. Desde lo alto de su grupa, la mirada recorre la negra Sierra Norte, luego azul del Guadarrama, para discurrir hacia Gredos, abismarse hasta los confines de la Extremadura y cerrar en las llanuras toledana y alcarre?a el ancho c¨ªrculo de su horizonte. Nadie dir¨ªa que toda esta planicie fuera, nueve millones de a?os atr¨¢s, una enorme marisma donde moraron centenares de especies de vertebrados en medio de? h¨¢bitat h¨²medo y feraz, tapizado por plantas de gran diversidad y porte.
Bajo las faldas pobladas de olivos de esta loma enclavada apenas 30 kil¨®metros al sur de Madrid, cerca de Torrej¨®n de Velasco, perdura hoy desde tan remota edad un sorprendente y milenario c¨²mulo de vestigios de seres vivos fosilizados, impar hallazgo para la Ciencia y punta de lanza de la investigaci¨®n paleontol¨®gica mundial: es el yacimiento del Cerro de los Batallones. Su importancia es tal que sit¨²a a Madrid a la cabeza continental de los enclaves de inter¨¦s cient¨ªfico en cuanto a patrimonio paleontol¨®gico referido a la fauna carn¨ªvora f¨®sil. Lo habitual es que sean los herb¨ªvoros los que, en proporci¨®n de 10 a uno, primen sobre los devoradores de carne. Pero en esta loma madrile?a, por una rara serie de circunstancias, la proporci¨®n se invierte plenamente.
El yacimiento de Batallones fue descubierto de modo fortuito en 1991 durante una acelerada excavaci¨®n en busca de sepiolita, mineral poroso filosilicatado muy abundante en la zona oriental y sure?a de Madrid. La Comunidad madrile?a figura entre los principales productores mundiales de este codiciado material.
Las prospecciones mineras, tambi¨¦n la elaboraci¨®n de sus precedentes cartas geol¨®gicas territoriales, han sido potentes veh¨ªculos de descubrimientos paleontol¨®gicos. Empero, aquel laboreo del Cerro de Batallones hab¨ªa arrasado parcialmente la a¨²n desconocida riqueza paleontol¨®gica superficial que presentaba el enclave ¡ªsobre todo en animales herb¨ªvoros fosilizados¡ª. No obstante, gracias a una asombrosa concatenaci¨®n de casualidades, pudo descubrirse la importancia cient¨ªfica que sus vestigios, hasta entonces ocultos, comenzaban a presentar: restos de mastodontes, oso-perros, jirafas cornudas, tigres de dientes de sable, rinocerontes, tortugas, ¨¦quidos, tejones¡Todo un asombroso elenco de vertebrados conservado all¨ª en las mejores condiciones que quepa imaginar gracias a una casual conjunci¨®n de ins¨®litas coincidencias.
La actividad extractiva minera fue pospuesta para dar paso a un examen arqueol¨®gico de buena parte del enclave, que cristalizar¨ªa en la apertura de diez focos de excavaciones del terreno del cerro donde estudiar y conservar los tesoros f¨®siles all¨ª encontrados a partir de entonces. Tras una primera exploraci¨®n entre 1991 y 1993, en 2001 comenz¨® una serie de actuaciones oficialmente avalada y acelerada a partir de 2005 e ininterrumpida hasta hoy mismo. El Gobierno regional de Madrid apadrina desde entonces la investigaci¨®n del yacimiento, cuya direcci¨®n facultativa corresponde al paleont¨®logo e historiador de esta disciplina cient¨ªfica, Jorge Morales, del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas y del Museo de Ciencias Naturales, con la colaboraci¨®n de la Universidad Complutense.
Un equipo multidisciplinar de paleont¨®logos, se?aladamente paleo-bi¨®logos, m¨¢s ge¨®logos, antrop¨®logos y estudiantes universitarios, incluidos alumnos de Bellas Artes, ha acometido nuevamente este verano su compromiso anual: extraer vestigios, protegerlos, estudiar sus caracter¨ªsticas, compararlos, numerarlos, seleccionarlos y correlacionarlos, para interpretar su alcance desde los m¨¢s recientes y probados paradigmas cient¨ªficos.
La importancia del tesoro all¨ª hallado merece, en verdad, tanto desvelo: se cree que Batallones es uno de los mayores yacimientos paleontol¨®gicos de restos de animales carn¨ªvoros de Europa y uno de los m¨¢s importantes del mundo. No es menor su riqueza en vestigios de herb¨ªvoros, se?aladamente tortugas gigantes, rinocerontes y jirafas.Pero son los vertebrados carn¨ªvoros los que se encuentran en mayor y m¨¢s abundante n¨²mero, con una diversidad sin parang¨®n y una muy elevada calidad de conservaci¨®n: cr¨¢neos, esqueletos completos, juegos de huesos articulados, pelvis, enormes tibias, quijadas, denticiones superiores e inferiores, afilados colmillos¡, m¨¢s de 80.000 restos pertenecientes a centenares de animales que all¨ª vivieron y perecieron en parecidas circunstancias.
Los principales hallazgos son depositados provisionalmente en el Museo Nacional de Ciencias Naturales, donde son restaurados e investigados, para ser enviados con posterioridad al Museo Arqueol¨®gico Regional de Alcal¨¢ de Henares, que dirige Enrique Baquedano, y que exhibe los m¨¢s espectaculares en su exposici¨®n permanente.
?C¨®mo han podido mantenerse, casi enteros e indemnes, huesos fosilizados de tant¨ªsima antig¨¹edad en el Cerro de los Batallones? ?Qu¨¦ protecci¨®n tan especial les guareci¨® de la erosi¨®n que consume a todo ser vivo? ?Por qu¨¦ se encuentran all¨ª, precisamente, bajo un otero de sepiolita y pedernal durmiendo su sue?o milenario? ¡°Precisamente¡±, explica el paleont¨®logo Jorge Morales ¡°por una combinaci¨®n ¨²nica de procesos ecol¨®gicos y geol¨®gicos de acumulaci¨®n, sedimentaci¨®n y fosilizaci¨®n. Estas secuencias evolutivas surgieron vinculadas a un h¨¢bitat animal de f¨¦rtiles humedales, de alimento abundante, donde el agua en su incesante quehacer silencioso erosion¨® durante siglos el suelo de la prominente loma.
As¨ª, la acci¨®n del agua sobre un sustrato sepiol¨ªtico y perforable, cre¨® dentro del cerro una serie de grutas con forma de campanas o relojes de arena; con unos siete metros de profundidad por tres de anchura, se expandieron hasta adquirir una superficie de un centenar de metros cuadrados; de bocas visibles encharcadas, en ellas abrevaban las bestias; la pulsi¨®n natural en busca de alimentos por parte de una legi¨®n de vertebrados herb¨ªvoros la gui¨® hacia el interior de las charcas; para satisfacer aquel instinto, las bestias se adentraron en las grutas as¨ª horadadas o bien cayeron fortuitamente en ellas: all¨ª, extraviadas y sin posibilidad alguna de escapar, perecieron.
Los herb¨ªvoros muertos, sepultados en tales fosos y convertidos en apetitoso reclamo, atrajeron la atenci¨®n de numerososvertebrados carn¨ªvoros. Estos, para conseguir su alimento tras devorar las presas muertas, repitieron el circuito mortal que all¨ª sepultara a sus parientes herb¨ªvoros. Unos y otros quedaron fatalmente atrapados. La trampa permaneci¨® en activo medio mill¨®n de a?os, aproximadamente.
Luego, una secuencia de singular¨ªsimas sedimentaciones determinadas por los componentes minerales del enclave, gredas, margas, arcillas, s¨ªlice, pedernal, sepiolita y agua, configuraron un prodigioso abrigo donde la fosilizaci¨®n de sus huesos se vio consumada por el milagro de una ins¨®lita conservaci¨®n. Toda esta concatenaci¨®n de circunstancias, ha protegido esos vestigios petrificados durante al menos nueve millones de a?os y se nos muestran hoy libres de la letal erosi¨®n que acostumbra pulverizar, en tan solo unos pocos miles de a?os, los restos de los seres vivos.
¡°No preveo hallazgos m¨¢s espectaculares que los obtenidos hasta ahora, aunque, desde luego, no son descartables¡± matiza Jorge Morales, ¡°pero la cantidad de descubrimientos acopiados en este cerro madrile?o ha procurado un salto cualitativo investigador que va a permitir abordar los procesos acumulativos de f¨®siles desde perspectivas nuevas, hasta ahora imposibles de lograr por una ausencia de datos que Batallones ha satisfecho con creces. Adem¨¢s¡±, agrega el director del yacimiento, ¡°los hallazgos logrados hasta ahora brindan la posibilidad de mejorar modelos tafon¨®micos, vinculados a los procesos de fosilizaci¨®n; secuenias tr¨®ficas, relacionadas con las cadenas alimenticias y series paleo-ecol¨®gicas sobre el medio ambiente. Todo ello innovar¨¢ grandemente los conocimientos hasta ahora vigentes¡±.
Superpotencia paleontol¨®gica
Madrid ha sido, desde el siglo XI, escenario de hallazgos paleontol¨®gicos tan sorprendentes como el de huesos gigantescos, presumiblemente de mastodonte, encontrados junto a la muralla de Mohamed I, cerca de lo que hoy es la catedral de la Almudena. "Aquel descubrimiento aparece consignado por el ¨¢rabe Ben Hayyan en una cr¨®nica de la ¨¦poca", recuerda el paleont¨®logo Jorge Morales. La presi¨®n de las creencias cristianas impidi¨® durante muchos siglos despu¨¦s conocer el origen real, cient¨ªficamente probado, de otros f¨®siles ¨®seos, ya que la versi¨®n oficial los situaba entre las consecuencias del Diluvio Universal citado por la Biblia.
En 1778,? La Gazeta de Madrid daba noticia del hallazgo de restos ¨®seos de elefante bajo el Puente de Toledo, enclave muy rico en restos animales fosilizados. La interpretaci¨®n que se dio entonces explicaba que el elefante en cuesti¨®n "integraba el ej¨¦rcito del cartagin¨¦s An¨ªbal en su marcha hacia Roma¡" Con la Guerra de la Independencia, el madrile?o Real Gabinete de Curiosidades Arqueol¨®gicas, que inclu¨ªa algunos valiosos f¨®siles, fue saqueado.
Los estudios paleontol¨®gicos hab¨ªan despegado en Madrid a comienzos del siglo XIX gracias a la labor pionera de cient¨ªficos como Joaqu¨ªn Ezquerra del Bayo (1793-1859) y el ge¨®logo Casiano del Prado (1797-1866), cuyas investigaciones pusieron en cuesti¨®n muchas de las inercias escol¨¢sticas vigentes.
Tras la Guerra Civil de 1936 a 1939, la Paleontolog¨ªa experimenta un abandono intermitente de cinco d¨¦cadas, hasta que una nueva generaci¨®n de estudiantes universitarios, bajo la estela del paleont¨®logo y ex jesuita Emiliano Aguirre, completa su formaci¨®n y reemprende unas investigaciones y exploraciones que la democratizaci¨®n posterior a la dictadura estimular¨ªa. El auge urban¨ªstico golpea ¡ªy tambi¨¦n despliega por sus implicaciones geol¨®gicas y topogr¨¢ficas ¡ª esta ciencia dedicada al estudio de los restos petrificados de seres vivos, que encuentra hoy en el Cerro de los Batallones y pese a los recortes impuestos por la crisis, un escenario de amplio desarrollo.
?ltimo hallazgo: una jirafa de cuatro cuernos
El 14 de agosto se?ala el t¨¦rmino de las excavaciones en el Cerro de los Batallones. El ¨²ltimo hallazgo en el campo Batallones X, que coordina el paleont¨®logo Manuel Hern¨¢ndez, es el de una jirafa perteneciente al grupo clasificado por los paleont¨®logos como Shivaterino en honor de Shiva, la divinidad oriental adorada en el subcontinente indio, donde se clasificaron los principales descubrimientos de este cuadr¨²pedo, explica Jorge Morales, director de la excavaci¨®n. Se trata de un esqueleto completo de este animal herb¨ªvoro que, desde 10 millones atr¨¢s, vivi¨® hasta hace unos 10.000 a?os en distintas zonas del planeta. Lo m¨¢s relevante de sus caracter¨ªsticas se centra en sus cuatro cuernos, dos de ellos fronto-nasales y dos fronto-nucales, que pod¨ªan alcanzar hasta medio metro de longitud. Las jirafas actuales, subraya Morales, son de tres cuernos o, en todo caso, un n¨²mero impar.
"Su grupa pod¨ªa ser de unos dos metros, al igual que sus patas, aunque su cuello era m¨¢s corto", a?ade el paleont¨®logo. "Quiz¨¢ puede afirmarse que se parec¨ªa m¨¢s al okapi que a las jirafas tal como las conocemos actualmente", se?ala.
Para Inmaculada Rus, arque¨®loga de la Direcci¨®n General de Patrimonio de la Consejer¨ªa de Empleo, Cultura y Turismo que supervisa la excavaci¨®n, "Batallones X ha investigado la zona donde abrevaban los herv¨ªboros, pero cuando se adentre en el fondo de la fosa, los hallazgos pueden ser a¨²n m¨¢s numerosos".
Juan Abella, que coordina la excavaci¨®n de Batallones III, se propone con su equipo completar el hallazgo de la dentici¨®n inferior de un must¨¦lido para definir una nueva especie.
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