Un palacio para la palabra
La Real Academia Espa?ola, emblema tricentenario del saber hisp¨¢nico, cuenta en Madrid con un palacio casi desconocido donde 46 acad¨¦micos, siete de ellos mujeres, velan por la pureza y el despliegue del idioma
Uno de los edificios m¨¢s importantes de Madrid figura, al mismo tiempo, entre los m¨¢s desconocidos de la ciudad. Se trata del centenario palacio de la Real Academia Espa?ola, situado junto a la iglesia de los Jer¨®nimos, sobre el Museo del Prado. La instituci¨®n acaba de cumplir tres siglos de vida este mes de agosto y se apresta a comenzar su cuarta centuria con el prestigio que le confiere la creaci¨®n, precisi¨®n y correcci¨®n de la palabra en espa?ol, a la cual rinde desde entonces sus desvelos.
Hasta 46 personas, siete mujeres entre ellas, dedican lo mejor de sus saberes y su tiempo a supervisar el despliegue del idioma espa?ol en el mundo, en conexi¨®n permanente con 20 Academias iberoamericanas y la de Filipinas.
La sede acad¨¦mica madrile?a se alza sobre el mismo paraje que en su d¨ªa albergara el desaparecido Cuarto Real de los Reyes de Espa?a, ¨ªntima morada donde, desde el siglo XVI, los monarcas se recog¨ªan para orar, reposar u holgarse, justo a la vera de la iglesia de Los Jer¨®nimos. El palacio se eleva en el coraz¨®n de lo que en su d¨ªa fuera denominado Barrio Griego, una superficie rectangular situada entre el Jard¨ªn Bot¨¢nico y la Puerta de Alcal¨¢, que declina hacia el Paseo del Prado desde el Retiro.
De este parque fue precisamente segregado el predio, ya mediado el siglo XIX, en una operaci¨®n inmobiliaria pionera de las de su g¨¦nero inducida por Isabel II, titular de la Corona propietaria hasta entonces del Real Sitio, y la colaboraci¨®n de financieros con pocos escr¨²pulos a la hora de tajar el Jard¨ªn Bot¨¢nico o de pelar un tercio de la superficie del Retiro; el parque, poco despu¨¦s, ser¨ªa convenientemente expropiado tras la revoluci¨®n llamada Gloriosa y pas¨® a ser propiedad del pueblo de Madrid.
El caso es que el solar fue dedicado a albergar la Real Academia Espa?ola, asentada previamente en distintos enclaves madrile?os. El palacio fue ideado en 1884, proyectado en 1890 y construido durante los dos a?os siguientes por el arquitecto Miguel Aguado de la Sierra. Ladrillo en los paramentos de tres de sus cuatro plantas, y caliza en impostas, m¨¦nsulas, florones y casetones del ¨¢tico y en ornamentaciones interiores, fueron los materiales dominantes empleados en su construcci¨®n. As¨ª lo explica el arquitecto y catedr¨¢tico Antonio Fern¨¢ndez Alba (Salamanca, 1927), acad¨¦mico tambi¨¦n de la Real de Bellas Artes de San Fernando, que ocupa en la Espa?ola la silla signada por la letra o min¨²scula desde 2006, a?o en que tomara posesi¨®n. ?l supervisa la arquitectura del recinto.
¡°El edificio ocupa un volumen exento sobre una base de unos 100 metros de longitud por unos 70 metros de anchura; la tipolog¨ªa de su planta es basilical y consta de cuatro niveles, con lucernarios en la cubierta¡±, explica Fern¨¢ndez Alba. ¡°Cuenta con un semis¨®tano, adaptado por m¨ª a las necesidades administrativas; una planta baja y otra principal, donde se hallan las oficinas y las principales estancias, como el espl¨¦ndido sal¨®n de actos, iluminado por cuatro vidrieras bordelesas, m¨¢s una planta superior: algunos secretarios precedentes instalaron en ella su domicilio, incluso con una entreplanta que hubo que desmontar¡±, a?ade. Culmina el palacio una planta bajo-cubierta con la que Fern¨¢ndez Alba, en una actuaci¨®n de cuatro meses, consigui¨® ganar casi un millar de metros cuadrados para dependencias administrativas y de trabajo.
El edificio dialoga con la vecina iglesia de Los Jer¨®nimos, as¨ª como con el contiguo Museo del Prado, en cuyas fachadas predomina asimismo el ladrillo, material que en el caso de la Academia es de la variedad denominada recocha, de color rojo intenso. ¡°Miguel Aguado aplic¨® al palacio de la Academia un estilo ecl¨¦ctico, es decir, mixto¡±, precisa Fern¨¢ndez Alba, ¡°del tipo de los que suelen suceder a los de m¨¢s fuerte personalidad, como en su caso lo fue el neocl¨¢sico; aqu¨ª muestra un sincretismo de ornamentaciones tanto cl¨¢sicas, como v¨¦netas, goticistas y etruscas, entre otros neos¡±, matiza el arquitecto salmantino. ¡°El conjunto es funcional y digno¡±, sentencia.
Al recinto se accede en los d¨ªas de gala a trav¨¦s de un peque?o patio arbolado, supervisado desde el cercano Jard¨ªn Bot¨¢nico, que conduce hasta la escalinata de un p¨®rtico central jalonado por cuatro columnas d¨®ricas de alto porte, rematado por un front¨®n de sobria hechura. Surcar el interior de este edificio despierta una emoci¨®n especial, sobre todo si el itinerario comienza por al semis¨®tano: en ¨¦l se encuentran archivadas, en a?osos muebles de madera con herrajes de lat¨®n, o en archivadores met¨¢licos m¨¢s modernos, hasta 10 millones de fichas de otros tantos vocablos. ¡°Fueron informados por la Academia desde 1713, en que comenz¨® sus tareas en la plaza de las Descalzas, donde tuvo su casa el marqu¨¦s de Villena, fundador de la instituci¨®n¡±, explica el catedr¨¢tico de Lengua Espa?ola, Jos¨¦ Manuel Blecua, director de la Real Academia Espa?ola.
Un aura de respetabilidad
Mil detalles cargados de historia o de particularidad caracterizan la ornamentaci¨®n interior del palacio. Desde los nombres, escritos en cursiva, que atribuyen un perchero de lat¨®n a cada acad¨¦mico o acad¨¦mica en el acceso al magn¨ªfico sal¨®n de actos, hasta los confortables sof¨¢s, con invisibles pero asignados nombres y apellidos, o las mesas de trabajo, de bru?idas maderas, una de las cuales se atribuye, por cierto, al escritor rom¨¢ntico y ebanista Juan Eugenio Hartzenbusch.
Saber, adem¨¢s, que por los pelda?os alfombrados de sus escaleras han caminado glorias literarias del pa¨ªs tan renombradas como Marcelino Men¨¦ndez Pelayo o Ram¨®n Men¨¦ndez Pidal, gigantes de la erudici¨®n y del saber filol¨®gico, desarma en parte el criticismo que suelen desatar instituciones de ¨¦lite como esta Real Academia Espa?ola, cuyas puertas permanecieron demasiado tiempo cerradas al acceso y a la voz del pueblo.
La pulcra disposici¨®n de los libros en las sorprendentes bibliotecas que jalonan tantas estancias del palacio, con sus lomos de tonos c¨¢lidos, sus tejuelos relucientes y sus p¨¢ginas imprimidas sobre un papel que ha resistido gallardamente la erosi¨®n del tiempo, invita a la reflexi¨®n; pero genera, tambi¨¦n, un aura de respetabilidad derivada, quiz¨¢, del cr¨¦dito que en este santuario madrile?o mantiene, todav¨ªa, la palabra escrita y hablada.
Por privilegio de Carlos IV, la instituci¨®n se estableci¨® luego en un palacete de dos plantas de la calle de Valverde, donde hoy se aloja la Real Academia de Ciencias Exactas, F¨ªsicas y Naturales. De all¨ª se traslad¨® al domicilio palaciego actual, tras ser edificado en 1894 entre las calles de Moreto, Academia, Ruiz de Alarc¨®n y Felipe IV. ¡°En un principio fueron 12,5 millones de fichas, pero tuvieron que ser depuradas al existir reiteraciones¡±, a?ade Blecua. ¡°Hoy ya est¨¢n digitalizadas todas ellas¡±, puntualiza. ¡°Desde 2001¡±, explica Blecua, ¡°entre vocablos nuevos, innovados, a?adidos y correcciones, los acad¨¦micos hemos procesado unos 60.000 vocablos¡±.
La Real Academia Espa?ola cuenta con 400.000 seguidores en Twitter, de los cuales el 60% proceden de Iberoam¨¦rica, indica Miguel Gonz¨¢lez Somovilla, responsable de Comunicaci¨®n de la Academia. Los actos del tricentenario comienzan el 26 de septiembre con una exposici¨®n sobre La lengua y la palabra, en la Biblioteca Nacional. Es inminente la innovaci¨®n del portal inform¨¢tico de la RAE, que har¨¢ posible la consulta de tres diccionarios: el de la Lengua espa?ola, el Diccionario esencial y el Panhisp¨¢nico de dudas, adem¨¢s de facilitar el acceso gratuito a la Gram¨¢tica, de 2009 y la Ortograf¨ªa (2010). Tambi¨¦n proseguir¨¢ con su servicio de consultas ling¨¹¨ªsticas y ofrecer¨¢ copiosa informaci¨®n sobre las actividades y la historia de la corporaci¨®n. Es de destacar la fluida conexi¨®n inform¨¢tica existente entre la Espa?ola y las distintas academias iberoamericanas.
Gratifica aspirar el aroma de una atm¨®sfera interior pulcra, de trabajo y estudio, que pareciera adensarse en torno a cada escenario del palacio madrile?o donde los acad¨¦micos laboran, iluminados por tulipas blancas que proyectan su hacendosa luz sobre un mobiliario de mesas y butacas en aromadas maderas nobles. Paramentos pintados con cuidados colores c¨¢lidos, entelados o decorados en ocasiones con retratos al ¨®leo de insignes acad¨¦micos, como el dramaturgo duque de Rivas o el ling¨¹ista Rafael Lapesa, realzan muchas estancias, as¨ª como estampas de grabados entre las que no falta una colecci¨®n completa de Francisco de Goya. Vitrinas dispuestas en las confortables estancias contienen condecoraciones, peque?as obras de arte o joyas filol¨®gicas extraordinariamente valiosas, algunas acompa?adas por grabados de Alberto Durero o editadas con tipograf¨ªas dieciochescas del genial impresor Ibarra.
Abundan las salas de estudio y las librer¨ªas copiosamente surtidas. La llamada Biblioteca de los acad¨¦micos es una pieza de singular belleza, cuyos ventanales miran hacia la fachada norte de la iglesia de San Jer¨®nimo el Real. En la biblioteca acostumbran laborar los pr¨®ceres de la Lengua y aunque la ubicaci¨®n de cada cual es libre, todo el mundo sabe que tal mesa es la habitual del pensador Lled¨®, tal otra la ocupa el latinista Juan Gil o un lexic¨®logo tambi¨¦n insigne.
En total, el edificio palaciego alberga 250.000 vol¨²menes, de ellos 30.000 procedentes del Siglo de Oro,todo lo cual compone una de las bibliotecas m¨¢s ricas y valiosas del mundo, a juicio de Jos¨¦ Manuel Blecua. Hay, adem¨¢s, donaciones singular¨ªsimas, como la del acad¨¦mico extreme?o Antonio Rodr¨ªguez Mo?ino, casado con Mar¨ªa Brey, t¨ªa carnal del presidente del Gobierno Mariano Rajoy; en su colecci¨®n figuran, entre otros tesoros de la lengua castellana, manuscritos de Gonzalo de Berceo, de la Historia de la Vida del Busc¨®n, de Francisco de Quevedo, del Libro del Buen Amor, de Juan Ruiz, arcipreste de Hita y otros de Pablo Neruda. Otra donaci¨®n, de Miguel Herrero, re¨²ne una colecci¨®n de 5.000 sermones de predicaci¨®n de los siglos XVI, XVII y XVIII, ¨²nica en su g¨¦nero. Un importante legado del cineasta y acad¨¦mico Jos¨¦ Luis Borau pertenece tambi¨¦n a la Academia, al igual que una colecci¨®n de 17.000 pliegos sueltos, as¨ª como otro de separatas de art¨ªculos sobre Filolog¨ªa Rom¨¢nica. Unas dependencias del Ministerio de Asuntos Exteriores, en el 187 de la calle de Serrano, albergan ahora el Centro de Estudios de la Academia.
Recuerda el director Blecua que el palacio, desde su inauguraci¨®n en 1894 por la regente Mar¨ªa Cristina de Habsburgo, cont¨® con suministro de electricidad y calefacci¨®n central, dos ventajas inexistentes entonces, salvo en dependencias regias y en mansiones de la nobleza. La atm¨®sfera de reflexi¨®n que se respira en el palacio parece acrisolar el ascendiente que prestigia a la Academia desde hace tres siglos.
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