Otras m¨²sicas, otros bailes

Si queda ah¨ª el asunto de la vulgarizaci¨®n del sonido en el baile flamenco a trav¨¦s de la amplificaci¨®n rasa y dura, otro tema candente es el de las m¨²sicas de acompa?amiento. Dec¨ªa Rafael Campallo hace unos d¨ªas en estas mismas p¨¢ginas que el flamenco deb¨ªa mezclarse con todas las m¨²sicas, y es probable que tenga raz¨®n y que, en la pr¨¢ctica, esto venga sucediendo desde siempre, a veces hacia el sur y a veces hacia el norte, a veces en sentido de armonizaci¨®n cl¨¢sica y en otras hacia los ritmos m¨¢s contempor¨¢neos.

Ya el jazz, en tiempos, entr¨® como una tromba en la m¨²sica sinf¨®nica (pi¨¦nsese en Stravinski, Copland, Dahl) o en el ballet (de Balanchine a Robbins). Al flamenco bailado lleg¨® a trav¨¦s de m¨²sicos c¨¦lebres que experimentaron por esa mixtura; el resultado definitivo est¨¢ por ver, artistas como Joaqu¨ªn Cort¨¦s junto a Juan Parrilla iniciaron una senda. Usando esa frase que tanto gusta hoy, es un trabajo en proceso. Lo evidente es que cada vez en la m¨²sica de los espect¨¢culos de danza espa?ola y flamenco hay m¨¢s percusi¨®n for¨¢nea (cubana, latino-¨¦tnica, afro) y las instrumentaciones han rebasado la matriz de sus estilos con la adici¨®n de arco y cuerda, piano, viento-metal y de todo lo que se tercie. La fortuna de estas aventuras a veces resulta y otras no. En este caso de Con la m¨²sica en otra parte el enunciado del t¨ªtulo hace una sangre literal: hay momentos en que ese jazz de sal¨®n se lo traga todo, los palmeros van por su lado, los bailaores tratando de meterse en algo sustancialmente ajeno, y aunque de efecto, poco profundo. Hay t¨¦cnica pero a la vez estancamiento de las formas y una pretenciosa ansia de novedad, como por ejemplo, los botos con luces. No hay nada nuevo bajo el sol del teatro. El primer tut¨² con ¡°joyas el¨¦ctricas¡± se us¨® en la ?pera de Par¨ªs en el ballet La Farandole en 1899, con el llamado sistema Trouv¨¦. A partir de entonces, han abundado y se han desechado enseguida.

Rafaela Carrasco (Sevilla, 1972) aparece en escena arropada por cuatro bailarines: Ricardo L¨®pez, Pedro C¨®rdoba, Jos¨¦ Maldonado y David Coria, que tambi¨¦n, reza en ficha, han contribuido a la coreograf¨ªa. Cada cual hace su parte y a veces los cinco conjuntan algunos zapateados muy sonoros s¨ª, pero repetitivos. No se puede hablar de estilo ni de que respondan conjuntados, pues cada cual es como es. El baile de Rafaela sigue siendo fuerte y voluntarioso, con sus brazos extempor¨¢neos.

El teatro no es una guarder¨ªa. Varios ni?os de 0 a 4 a?os en brazos de sus progenitores dieron la noche y fastidiaron cualquier concentraci¨®n, algo imposible en un ambiente de verbena.