Los ni?os y el ¡®kitsch¡¯
V¨ªsperas de vuelta al cole. Ay melancol¨ªa de fin de fiesta
Estamos en v¨ªsperas. V¨ªsperas de la vuelta al cole y que empiece el nuevo curso. V¨ªsperas de todo, pero lo que es pasar, pasar, no pasa nada. Ni el viento. Ni siquiera un triste bombardeo. Anda un poco decepcionado y preocupado el presidente de los Estados Unidos porque se ha propuesto matar a unos cuantos sirios (y adem¨¢s sin ensa?arse, sin poner en riesgo vidas americanas y sin entrar en guerra, ya que ¨¦l, el primer presidente negro de la historia americana, es un humanista, progresista y tal, no como el infame Bush) y ?resulta que oye, no le dejan, t¨²! Y eso que no pretende que el r¨¦gimen caiga y entregarle el pa¨ªs a los barbudos, sino s¨®lo da?ar un poco a las fuerzas de El Asad, debilitarle un poquito, un poquitito, s¨®lo un r¨¢pido escarmiento. Tiene sus motivos el buen Obama, al fin y al cabo el r¨¦gimen ha hecho algo horrible con el gas sar¨ªn. ?Bueno, pues no le dejan castigarle! Y qu¨¦ gracioso ¡ªt¨¦tricamente gracioso¡ª, resulta verle remover Roma con Santiago y emplear a fondo todas sus dotes persuasivas para que le concedan el permiso de hacer algo que supuestamente, dada su cultura pol¨ªtica, su talante y su car¨¢cter, preferir¨ªa no hacer: matar. Ese peazo premio Nobel de la Paz trata de convencer chinos, rusos y mongoles, a los congresistas influyentes los recibe en su despacho oval o les invita a comer en esa hamburgueser¨ªa de Washington que le gusta tanto:
?¡ªDe verdad te lo digo, Johnny, entre mis muertos no habr¨¢ ni?os, o por lo menos procurar¨¦ que no haya fotograf¨ªas de ni?os muertos. S¨®lo soldados y tal. Anda, d¨¦jame matar, va, s¨®lo un poquiiiito.
Pero el interlocutor est¨¢ distra¨ªdo con el iphone, jugando al p¨®ker o mirando porno. El presidente insiste:
¡ª?Bueno, qu¨¦, Johnny, me das tu apoyo para ir a Siria de una maldita vez?
¡ª?Jop¨¦, qu¨¦ t¨ªa! ?Qu¨¦ melones!
Ahora ya sabemos cu¨¢l era el final l¨®gico del lema publicitario que aup¨® a Obama a la presidencia ¡ª¡°Yes, we can¡±¡ª en el inolvidable v¨ªdeo, obra maestra de la propaganda, donde cantantes y actrices, altern¨¢ndose con an¨®nimos ciudadanos, afectando seriedad, esa gravedad moral del tipo honesto que sopesa los grandes problemas del mundo y decide colaborar en resolverlos, ese sentido de la responsabilidad que pone una nota preocupada en el semblante, miraban a c¨¢mara y repet¨ªan el mantra: ¡°?S¨ª, podemos!¡±. El repugnante kitsch de la bondad afectada, de la preocupaci¨®n afectada. ?Podemos qu¨¦? ¡°Yes, we can bomb!¡±.
Son las v¨ªsperas del gran show kitsch de la Diada, en la que d¨¢ndose la mano y coreando La estaca de Llu¨ªs Llach, el separatismo local aspira a lograr lo que el separatismo vasco no logr¨® matando a mil. ?Criaturas!... Las v¨ªsperas son fechas irritantes para el sistema nervioso. A uno le parece que no se acaban nunca. ¡°Oh que llarga es fa sempre l¡¯espera/ quan s¡¯espera que vindr¨¤ el pitjor./ Quan s¡¯espera que tot ja s¡¯acabi/ per tot d¡¯una tornar a comen?ar¡±, dec¨ªa una espl¨¦ndida canci¨®n de Pau Riba.
Va a cerrar en Madrid, tras recibir a 700.000 visitantes, la retrospectiva Dal¨ª, un artista que de joven expuso un Sagrado Coraz¨®n sobre el que hab¨ªa escrito ¡°a veces escupo por placer sobre el retrato de mi madre¡±, y que de mayor hizo del kitsch bandera, le pasa el testigo de la cursiler¨ªa a Barcelona, en v¨ªsperas de que florezca en apoteosis el neoBorn, en cuyo subsuelo por cierto se ha encontrado una baldufa o peonza muy interesante, reveladora, que un ni?o, un pobre ni?o de 1714, dej¨® olvidada cuando sali¨® pitando de su casa para no caer en manos de Felipe V a caballo. ?Hay una psicofon¨ªa desde entonces que reclama ¡°?Devolvedme mi baldufaaaaaa!¡± ?Es la voz del kitsch sentimental y retentivo-anal! Ya no estar¨¢s solito, pobre ni?o de 1714, a partir de ahora vas a tener muchos amiguitos que te har¨¢n compa?¨ªa, pues el director del Born se propone ¡°que passin per aqui totes les escoles de Catalunya¡±.
V¨ªsperas de la vuelta al cole despu¨¦s de las largas vacaciones de verano. Prepara, querido lector, el plumier, los cuadernos y libros, y la bata. Ay, qu¨¦ pereza, qu¨¦ melancol¨ªa de fin de fiesta. Menos mal que este curso contaremos en clase con la presencia, verdaderamente deliciosa, de Kosta, ni?o ruso que lleg¨® a Barcelona hace pocos meses pero ya tiene un pat¨ªn, un patinete y una bicicleta, adem¨¢s del coche de sus padres (adoptivos), Volkswagen al que se abraza y le dice: ¡°Cochiiiito¡±¡ Yo s¨®lo le veo un leve defecto a Kosta: le ense?¨¦ a decir la palabra porc para que insulte a la gente por la calle, pero ahora en cuanto me ve me la lanza a m¨ª, con una gran sonrisa de ni?o con todas las maravillas del mundo al alcance de sus manitas y todo el futuro por delante: ¡°Ignasi! Porc!¡±. ?V¨¢lgame Dios!
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