La mirada intersexual
Abigail Tartellin publica ¡®El chico de oro¡¯, sobre un adolescente ¡®raro¡¯
Alemania ha roto legislativamente las barreras ideol¨®gicas sobre la construcci¨®n de g¨¦nero: Desde noviembre, por primera vez en Europa no existir¨¢ solo el sexo masculino y femenino, sino tambi¨¦n el indeterminado. La medida quiere evitar que los padres est¨¦n obligados a registrar un beb¨¦ bajo las casillas de hombre o mujer en aquellos casos en que su sexo sea ambiguo. En Alemania nacen al a?o 400 beb¨¦s intersexuales. Son personas hermafroditas, que desde 2006 se opt¨® por definirlos como intersexuales.
El chico de oro (Bruguera) de la escritora Abigail Tarttelin (Grimsby, Reino Unido, 1987) sumerge al lector en la realidad de un intersexual adolescente. El protagonista Max Walker tiene 16 a?os y no puede definir su g¨¦nero. Nacido con partes ¨ªntimas femeninas y masculinas, adopta la identidad de un var¨®n hasta que una violaci¨®n sexual lo obliga a confrontarse con su ambig¨¹edad. Para Max no todo es blanco o negro: Percibe pertenecer a ambos sexos, f¨ªsica y mentalmente. Pero en una sociedad que dif¨ªcilmente acepta los matices, su estado lleva al aislamiento y a vivir con el peso de un secreto que aplasta y condiciona su vida social y familiar. Esta es la realidad de muchos intersexuales: ¡°A ra¨ªz del hecho que las variantes de este fen¨®meno se dan en distintos grados y cada caso es ¨²nico, es muy dif¨ªcil hablar de su frecuencia y m¨¢s dif¨ªcil a¨²n que ellos establezcan comunidades¡±, explica Tarttelin. Empero existen, y la autora insiste en las cifras: ¡°Seg¨²n la Intersex Society of North America, una de cada 2.000 personas es intersexual y uno cada 100 beb¨¦s nace con genitales ambiguos¡±.
Investigados los aspectos m¨¦dicos de esta condici¨®n y encontrados testimonios directos en algunos blogs, Tarttelin ha madurado su propia opini¨®n sobre la construcci¨®n de g¨¦nero: ¡°Deber¨ªamos buscar como desencasillar los estereotipos que hemos construido sobre nosotros y permitirnos la libertad de ser lo que sentimos que somos¡±. La escritora defiende las teor¨ªas queer que consideran las operaciones quir¨²rgicas una mutilaci¨®n genital: ¡°Es quitar al individuo la libertad de tomar su decisi¨®n¡±, reivindica.
En El chico de oro Tarttelin ha compaginado brillantemente sus talentos: Su pasado como actriz de teatro le ha permitido construir su narraci¨®n a trav¨¦s de diferentes puntos de vista. Su trabajo como bloguera en el Huffington Post y como editora para Phoenix Magazine le ha munido de herramientas para desarrollar un estilo atractivo y fluido, que se ha comparado con las plumas de Jeffrey Euggenides, Lionel Shriver o John Irving. Con 25 a?os, la autora mete sus capacidades a servicio de unas realidades que muchos desconocen ¡ªo que muchos no quieren hablar, como las violaciones sexuales. Por eso ha decidido escribir en primera persona, desde el punto de vista subjetivo de la v¨ªctima, la escena del abuso sexual de Max. ¡°No solo la violencia es el efecto de una violaci¨®n, sino tambi¨¦n el despojo de la autonom¨ªa y la p¨¦rdida de control sobre el propio cuerpo chocan a la v¨ªctima¡±, relata.
El chico de oro es una novela sobre el juego de las apariencias y los conceptos de normalidad; la noci¨®n de identidad y como ¨¦sta se construye a trav¨¦s de la mirada de los otros. Seg¨²n la autora ¡°Es miedo, verg¨¹enza e ignorancia que llevan a Max a una posici¨®n de baja confianza para defenderse a s¨ª mismo. Es a trav¨¦s de la b¨²squeda de su propia identidad que al final es valiente¡±.
El desarrollo de la historia se narra a trav¨¦s de seis protagonistas. La editora de la versi¨®n espa?ola del libro, Carol Par¨ªs, evidencia c¨®mo esta t¨¦cnica de m¨²ltiples narradores ¡°hace situar tambi¨¦n al lector en un estado de ambig¨¹edad¡±. Por lo menos durante las 400 p¨¢ginas del libro el lector se ve obligado a salir de sus restricciones conceptuales para comprender al protagonista. El reto es llevar este ejercicio a la realidad, para que personas como Max se sientan protegidas en una sociedad que, por primera vez en Europa, ha hecho un primer paso hacia la aceptaci¨®n de los matices.
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