Perera, una explosi¨®n de verdad
Un fallo garrafal con la espada que no hac¨ªa justicia a una actuaci¨®n magistral del torero extreme?o cerr¨® la Puerta del Pr¨ªncipe
Arrastrado el sexto, Miguel ?ngel Perera, resguardado tras las tablas, era la viva imagen de la desolaci¨®n; empujado por el p¨²blico, sali¨® al tercio, -la cara escondida tras la montera-, para recoger una atronadora y amarga ovaci¨®n. Hac¨ªa un momento que el torero se acababa de cerrar la Puerta del Pr¨ªncipe tras un fall¨® garrafal con la espada que no hac¨ªa justicia a una actuaci¨®n sencillamente magistral del torero extreme?o. Todo su quehacer, desde que se abri¨® de capa en su primero, estuvo presidido por una deslumbrante suficiencia, un alarde de conocimiento, una seguridad desbordante, largura y hondura en su toreo, y verdad y valor sin cuento que cal¨® y emocion¨® a los tendidos.
As¨ª se viene a Sevilla, como ayer lo hizo este hombre, con la firm¨ªsima decisi¨®n de triunfar y dictar toda una lecci¨®n magistral de seguridad, firmeza, entrega y valent¨ªa. Y algo m¨¢s: con la voluntad de sobreponerse a las circunstancias de sus oponentes. Porque Perera triunf¨®, en el tercero, con un animal sos¨ªsimo y complicado, al que someti¨® y domin¨®, primero, con la mano izquierda, y, despu¨¦s, al final del trasteo, por alto, en un palmo de terreno, haci¨¦ndose un ovillo con el toro y volviendo loca a la plaza entera, lo que provoc¨® que sonara la m¨²sica como un destello inevitable.
Recibi¨® al sexto de rodillas en la puerta de toriles con una larga cambiada, lo veronique¨® despu¨¦s con hermosa templanza, y su labor con la muleta fue un compendio de entrega, confianza y conocimiento, que desemboc¨® en derechazos largos, profundos y hermosos. Baj¨® el diapas¨®n con la izquierda y todo se emborron¨® con la maldita espada. Pero ah¨ª qued¨® el triunfo incontestable, que pudo ser grandioso, de un torerazo que hizo de su toreo una explosi¨®n de verdad. Tambi¨¦n lucieron sus hombres de a pie: Joselito Guti¨¦rrez, Guillermo Barbero y Juan Sierra saludaron en el tercio de banderillas.
G. Jim¨¦nez/El Cid, Castella, Perera
Toros de Hnos. Garc¨ªa Jim¨¦nez, justos de presentaci¨®n, inv¨¢lidos, mansos, descastados y nobles
Manuel Jes¨²s El Cid: pinchazo y estocada ca¨ªda (ovaci¨®n); estocada (vuelta).
Sebasti¨¢n Castella: pinchazo y casi entera (silencio); media tendida (silencio).
Miguel ?ngel Perera: estocada (oreja); pinchazo y sartenazo (ovaci¨®n).
Plaza de la Maestranza. 28 de septiembre. Segunda corrida de feria. Casi tres cuartos de entrada.
Cerca estuvo El Cid del triunfo con el lote m¨¢s suav¨®n y noble. Destac¨® su labor con la muleta en dos faenas pr¨¢cticamente id¨¦nticas en las que explic¨® una y otra vez c¨®mo son los pases de pecho de verdad, de pit¨®n a rabo, y no los de espalda que tanto abundan. Mulete¨® con buen gusto y temple, despegado siempre, eso s¨ª, sin arrebujarse con los toros, y empe?ado en que las tandas no superen los cuatro pases. Es decir, que se afan¨® en dejar a todos con la miel en los labios. Dej¨®, no obstante, constancia de su clase y empaque, y qued¨® claro que derrocha torer¨ªa.
Los dos garbanzos negros de la corrida le correspondieron a Castella, que bastante hizo con mostrarse animoso. En su primero, destacaron Javier Ambel con los palos, y Jos¨¦ Chac¨®n en la lidia. Uno de sus capotazos cruji¨® en toda la plaza porque fue un alarde de armon¨ªa.
Por cierto, un dato curioso: Carcelario se llam¨® el primer toro; Carcelero, el segundo; Carcelero II el tercero, y Carcelero III el quinto. Vamos que, m¨¢s que una plaza, la Maestranza parec¨ªa un centro penitenciario. Y nadie piense que estos guardianes del orden eran tipos fornidos que luc¨ªan una constituci¨®n atl¨¦tica y tableta de chocolate; por el contrario, eran de feble condici¨®n, ten¨ªan aspecto de borrachazos y parec¨ªan presidiarios de su invalidez, mansedumbre -ninguno fue picado-, de su falta de casta y aspecto cadav¨¦rico. Y as¨ª y todo, lo que son las cosas, lleg¨® un torero y form¨® un l¨ªo. Para que vean¡
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