La joya de la familia Porto
La casa de campo de la madre de Asunta fue la ilusi¨®n de los abuelos Ahora es considerada por los investigadores una pieza clave para descifrar el crimen
Hab¨ªa sido el capricho de la abuela de Asunta, y a¨²n despu¨¦s de su muerte, poco antes de la Navidad de 2011, aunque ya nadie frecuentase aquel para¨ªso, la hierba jam¨¢s dej¨® de estar cortada. La casa grande de A P¨®boa fue, seg¨²n los vecinos de este enclave de Teo situado a siete kil¨®metros de Santiago, la primera ¡°propiedad de rico¡± que hubo en el lugar. M¨¢s adelante llegaron otros, y se construyeron muy cerca las primeras urbanizaciones de adosados que conocieron las afueras de la capital de Galicia. Pero al caser¨®n que imagin¨® y consigui¨® levantar hace m¨¢s de tres d¨¦cadas la catedr¨¢tica de Historia del Arte Socorro Ortega ninguna otra mansi¨®n fue capaz, aqu¨ª, de hacerle sombra.
Para realizar su sue?o, los padres de Rosario Porto, ahora presunta parricida, compraron una parcela de 9.400 metros cuadrados, algo poco visto en la tierra donde reina el minifundio. Respetaron el robledal aut¨®ctono y enseguida plantaron unos cipreses y cedros que hoy dominan la finca. Cerraron todo con un muro alto y en la parte correspondiente a la fachada principal, junto al portal¨®n de entrada, encargaron colocar una cruz de piedra. Fue seguramente con el tiempo, conscientes de que aquella propiedad llamaba demasiado la atenci¨®n, que ordenaron defender su particular baluarte con cristales rotos, verdes y blancos, de botella. Cualquier ladr¨®n que osase saltar aquellos muros se dejar¨ªa en el intento, al menos, los pantalones.
En el interior, en la parte m¨¢s alta de la parcela en pendiente, mandaron construir dos casas de piedra con reminiscencias del regionalismo gallego, un gran h¨®rreo consonante con el estilo de las viviendas, un cenador, una piscina de 170 metros cuadrados y un espacio deportivo con cancha de tenis que ocupa 668 metros cuadrados de terreno. Ahora, junto al h¨®rreo, tambi¨¦n hay un columpio de hierro pintado de colores que parece bastante nuevo.
Cuando llegaban los fines de semana a su casa de campo, en A P¨®boa (Cacheiras, Teo), ¡°todo el mundo se enteraba¡±. Ram¨®n, nacido en el lugar, cuenta que all¨ª apenas hab¨ªa coches y ¡°se notaba que llegaba la mujer del abogado [por Socorro Ortega, miembro de la Academia Galega de Belas Artes] tocando el claxon: no le gustaba nada que los vecinos tuviesen apilada la le?a en el camino¡±. Seg¨²n Ram¨®n, ella era la que estaba pendiente de las obras de la casa, ¡°era exigente¡±, ten¨ªa una idea clara y no le val¨ªa otra cosa. Mientras, la ni?a Charo jugaba alguna vez con las vecinas de su edad, pero la relaci¨®n se cort¨® pronto. Ahora, en A P¨®boa, Rosario solo se trataba con un reci¨¦n llegado al vecindario, el mismo que le advirti¨® el s¨¢bado 21, pasadas las nueve, que encendiera las luces del coche porque anochec¨ªa.
La joya de los Porto, un escenario que la investigaci¨®n considera clave para descifrar este inexplicable crimen, sigue a nombre de los abuelos de Asunta pero su hija, la heredera, arregl¨® ya la transmisi¨®n y ¨²ltimamente, como propietaria leg¨ªtima, intentaba venderla sin ¨¦xito. Ni Rosario Porto ni su exmarido Alfonso Basterra ten¨ªan un trabajo fijo. ?l buscaba colaboraciones y ella recib¨ªa encargos de representaci¨®n de un inmobiliario que la obligaban a viajar a Marruecos. Tras morir su padre, cerr¨® el bufete de abogados. Una amiga dice que le cont¨® que esa profesi¨®n no era lo suyo y prefer¨ªa dedicarse a ¡°disfrutar¡± de la ni?a, que se le ¡°hac¨ªa mayor¡±.
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