Sobre santos y otras divagaciones
Las beatificaciones de Tarragona presentan a la Iglesia como v¨ªctima cuando tambi¨¦n fue verdugo
Este texto es el resumen de una carta enviada al arzobispo de Tarragona con motivo de las 522 beatificaciones del domingo con las que se presenta a la Iglesia como v¨ªctima cuando tambi¨¦n fue verdugo. Le dec¨ªa:
¡°El cardenal Segura, una vez establecida la II Rep¨²blica, public¨® en el bolet¨ªn de la di¨®cesis de Toledo una pastoral condenando el nuevo sistema pol¨ªtico. Por tanto, apenas dos semanas despu¨¦s de la proclamaci¨®n de la Rep¨²blica, al amparo de esta instrucci¨®n, un ampl¨ªsimo sector del clero se lanz¨® a conspirar siguiendo la tradici¨®n de los sacerdotes trabucairesdel siglo XIX.
La persecuci¨®n religiosa solo afect¨® a la religi¨®n cat¨®lica
El cardenal Gom¨¢, sucesor del anterior, impuls¨® la Carta Colectiva de los Obispos (1937). Para justificar el golpe de Estado, el texto conten¨ªa falsedades de gran calado como que la Iglesia no hac¨ªa pol¨ªtica, que no estaba al lado de la oligarqu¨ªa o que las elecciones de febrero de 1936 hab¨ªan sido fraudulentas. Pero la Iglesia hac¨ªa y hace pol¨ªtica: en Arnes en 1936, el padre Mat¨ªas, dijo desde el p¨²lpito: ¡°?Aza?a, Aza?a, que Dios tiene una ca?a y si no te pega hoy te pegar¨¢ ma?ana!¡±. La Carta del Episcopado a?ad¨ªa adem¨¢s que los rojos representaban la antipatria, abriendo el camino para su exterminaci¨®n. Igualmente se se?alaba que ¡°el Movimiento ha garantizado el orden en el territorio dominado¡±. Era el orden de los cementerios, como escribi¨® el cat¨®lico Georges Bernanos. En la di¨®cesis de Tarragona la conspiraci¨®n de 1936 cont¨® con la participaci¨®n de sacerdotes y cat¨®licos, como los fejocistas de Falset, que ya fueron beatificados en la anterior tanda.
Igualmente hay que se?alar que la persecuci¨®n religiosa solo afect¨® a la religi¨®n cat¨®lica, ya que continuaron abiertos los centros de culto protestantes y las sinagogas de Madrid y Barcelona, porque estas confesiones no fueron vistas como un peligro para el Gobierno leg¨ªtimo.
En la zona republicana el grueso de la persecuci¨®n religiosa se produjo en los tres primeros meses de la sublevaci¨®n militar cuando, a causa de ella, el Estado se hundi¨®. Esto marca una distancia abismal entre lo que pas¨® en la zona franquista, donde el poder no se destruy¨® y los militares, con el apoyo eclesi¨¢stico, pusieron en marcha la m¨¢quina represora, mientras que en la gubernamental la persecuci¨®n a la Iglesia fue consecuencia del vac¨ªo de poder. Adem¨¢s, la barbarie franquista se prolong¨® en el tiempo y se llev¨® a cabo conforme a leyes fijadas por el mando cat¨®lico-falangista, mientras que en la zona leal, una vez se recuper¨® el Estado en mayo de 1937, no solo ces¨® la persecuci¨®n sino que Negr¨ªn trat¨® de restablecer el culto, pero franquistas laicos y religiosos lo impidieron, como explic¨® el cat¨®lico vasco y ministro de la Rep¨²blica Manuel Irujo.
La Iglesia no se quej¨®, fuego exterminador que cay¨® sobre Catalu?a, al contrario, fue cooperadora necesaria en la represi¨®n
Acabada la guerra, la revancha de los vencedores continu¨® con fuerza. As¨ª lo explicit¨® el conde Ciano, yerno de Mussolini, tres meses despu¨¦s del final de la contienda: ¡°Ser¨ªa in¨²til negar que sobre Espa?a pesa todav¨ªa un sombr¨ªo aire de tragedia. Las ejecuciones son a¨²n muy numerosas; s¨®lo en Madrid de 200 a 250 diarias, en Barcelona 150, y 80 en Sevilla, que nunca estuvo en manos de los rojos¡±.
La Iglesia, tampoco se quej¨®, salvo algunas loables excepciones, del fuego exterminador que cay¨® sobre Catalu?a tanto en el ¨¢mbito pol¨ªtico como en el cultural. Al contrario, fue cooperadora necesaria en la represi¨®n. Muchos informes de curas condujeron a los denunciados ante los pelotones de ejecuci¨®n. Esto no quiere decir que no hubiera sacerdotes cristianos, en el sentido estricto del t¨¦rmino, como el de Corbera d' Ebre, el suizo Luis Heinsez, que no quiso firmar ninguna denuncia, alegando que ¨¦l no estaba en la poblaci¨®n cuando se produjo la revoluci¨®n. Tambi¨¦n fue mod¨¦lica la actitud de Joan Batista Many¨¤, que el 6 de agosto de 1936, cuando la ola anticat¨®lica era m¨¢s brutal, escribi¨®: ¡°Las iglesias son saqueadas y quemadas por antifascistas. Cada d¨ªa caen sacerdotes asesinados. La consternaci¨®n y el espanto han invadido nuestros corazones, cada noche nos preguntamos alarmados: ?ma?ana, qu¨¦ ser¨¢ de nosotros? Puede que los cat¨®licos y los sacerdotes hayamos identificado demasiado la causa de la religi¨®n con los enemigos de la Rep¨²blica y con los ricos de la tierra. Siempre me desagrad¨® el fascismo y siempre he sido partidario de las reivindicaciones del proletariado bajo el signo de la justicia. No me pueden perseguir, pues, por estas causas. Si me detienen ser¨¢ porque soy sacerdote. En este sentido acepto cualquier persecuci¨®n y, con la ayuda de la gracia, incluso la muerte¡±. Estos dos sacerdotes no fueron el patr¨®n dominante. Fueron m¨¢s habituales actitudes como las del cura de Batea Antoni Mascar¨®, que, de acuerdo con la Falange y la Guardia Civil, impuso deportaciones y multas a los derrotados y emple¨® la fuerza cuando lo crey¨® oportuno. Y, ?qu¨¦ decir del comportamiento de los eclesi¨¢sticos en campos de concentraci¨®n, batallones de castigo, en las c¨¢rceles?
Creo que la Iglesia ha cambiado poco desde entonces. De hecho, el 23-F se qued¨® muda. Y, como entonces, sigue haciendo pol¨ªtica y solo se moviliza cuando gobierna la izquierda para ir contra el aborto, el divorcio, el matrimonio homosexual. No recuerdo a la Conferencia Episcopal criticar las leyes lesivas contra los m¨¢s d¨¦biles de nuestra sociedad: la reforma laboral, los desahucios, la corrupci¨®n gubernamental, los recortes en la sanidad y la educaci¨®n, el abuso bancario, el hambre en colectivos de riesgo... ?C¨®mo puede ser que la Iglesia, que se opuso a la Ley de Memoria Hist¨®rica, ahora la quiera para ella? Seguramente dentro de 300 a?os, como en el caso de Galileo, reconocer¨¢ que se ha equivocado¡±.
Josep S¨¢nchez Cervell¨® es catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea de la URV.
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