El dogma de la homogeneidad
Algo falla cuando es el poder quien decide sobre qu¨¦ se puede discutir y sobre qu¨¦ no
La tendencia a considerar a la comunidad catalana como una realidad homog¨¦nea constituye una de las premisas fundamentales del discurso nacionalista. Esta premisa afecta de lleno a lo que se suele denominar dimensi¨®n identitaria del pa¨ªs y sus gentes. La tendencia a la homogeneizaci¨®n empuja a los individuos a ir conformando su identidad al modelo que se muestra como el ¨²nico aceptable p¨²blicamente. De tal forma que se da por descontado que todo catal¨¢n que se precie de tal debe, entre otros rasgos, vibrar con los colores del Bar?a, ser un espectador fiel de TV3 y, por supuesto, amar la lengua catalana (queda ¨²nicamente tolerado hablar castellano, pero en ning¨²n caso amarlo, cosa que ¡ªfuera del actor Ram¨®n Madaula, en un gesto que le honra¡ª pr¨¢cticamente nadie por estas latitudes se ha atrevido a manifestar en p¨²blico en los ¨²ltimos tiempos).
Tanto da que los seguidores catalanes del equipo de f¨²tbol madrile?o rival del Bar?a constituyan una minor¨ªa muy significativa (por encima de un tercio de la totalidad de aficionados al futbol locales, le¨ª en cierta ocasi¨®n), que sean muchos los que prefieren ser informados por otros canales de televisi¨®n y emisoras de radio ajenas a los medios p¨²blicos o, en fin, que haya un tanto por ciento muy elevado de ciudadanos catalanes que tiene el castellano como lengua materna (algo m¨¢s de la mitad, tengo entendido), etc. Por muchos que sean, todos esos individuos resultan sospechosos.
El problema, ciertamente grave, para el nacionalismo es que este tipo de ciudadanos no homogeneizados se encuentran tambi¨¦n, y en n¨²mero no menor, en las propias filas nacionalistas. Pensemos, por centrarnos en un rasgo, en el asunto de la lengua. Es algo sobradamente conocido que no solo en general muchos simpatizantes del nacionalismo, sino incluso muchos dirigentes del m¨¢s alto nivel de partidos soberanistas, han utilizado y siguen utilizando el castellano en el ¨¢mbito privado.
Se malinterpretar¨ªa la afirmaci¨®n anterior si fuera le¨ªda como una denuncia que pretende desenmascarar la impostura, el cinismo o la hipocres¨ªa de quienes incurren en tan llamativa contradicci¨®n. Dejemos tales denuncias ¡ªo las chanzas acerca de unos inquisidores de la lengua que, tras tantas gracietas a costa de Aznar, resulta que hablan ellos castellano en la intimidad¡ª para los tertulianos de la caverna medi¨¢tica, que han encontrado en este punto un fil¨®n inagotable. A los efectos de lo que estoy intentando plantear, me parece much¨ªsimo m¨¢s importante entender tal contradicci¨®n como un indicio de lo insostenible que resulta la tesis de la homogeneidad identitaria de los catalanes.
La situaci¨®n estar¨ªa mostrando el enorme coste que el empe?o del oficialismo en identificar a catal¨¢n con nacionalista ha acabado teniendo tanto para los individuos como para la propia sociedad catalana. Respecto a los primeros, no s¨¦ qu¨¦ me inspira m¨¢s tristeza: si unos pol¨ªticos nacionalistas que esconden ante su electorado una dimensi¨®n tan constituyente de su vida como es la lengua en la que realmente hablan a las personas a las que quieren, o esos otros pol¨ªticos de la misma cuerda renunciando a seguir utilizando el idioma con el que siempre se relacionaron con sus seres amados, avergonz¨¢ndose, est¨²pidamente, de las delicadas frases pronunciadas en momentos de dolor o de ternura. Y si semejante renuncia les llena de orgullo y alimenta su ¨¦pica, mi compasi¨®n se acrecienta. Con sinceridad, no consigo ver belleza ni grandeza alguna en infligir semejante violencia -y m¨¢xime por motivos doctrinales- sobre la propia palabra.
Respecto a los costes que presenta el homogeneismo para la sociedad bastar¨¢ con recordar la escandalera que tales sectores organizaron denunciando que corr¨ªa peligro la convivencia y la paz social en Catalu?a cuando Ernest Maragall, a la saz¨®n conseller de Educaci¨®n (y a quien no creo que nadie se atreviera a considerar sospechoso de espa?olismo) propuso que se impartiera ?una hora m¨¢s de castellano! en las aulas de las escuelas p¨²blicas.
Pongo este ejemplo porque lo que m¨¢s me interesa destacar es la cuesti¨®n pol¨ªtica de fondo que subyace al asunto, cuya importancia no cabe en modo alguno soslayar (ni respecto de la cual las incre¨ªbles torpezas del ministro Wert debieran distraernos). Me refiero al hecho de que resulte literalmente imposible cuestionar el menor aspecto ¡ªni siquiera t¨¦cnico¡ª relacionado tanto con el modelo educativo catal¨¢n como, m¨¢s en general, con la lengua (planteando, por poner un ejemplo, la posibilidad de que en la televisi¨®n p¨²blica catalana no fuera una rareza la presencia del castellano).
La permanente apelaci¨®n a la sentimentalidad por parte del nacionalismo ha servido para excluir del debate p¨²blico determinadas cuestiones, consideradas previamente y por principio (esto es, sin posibilidad de cr¨ªtica alguna) como aut¨¦nticas l¨ªneas rojas que bajo ning¨²n concepto cab¨ªa traspasar. Algo importante falla ¡ªhasta el punto de que entiendo que puede llegar a resultar adecuado hablar de d¨¦ficit democr¨¢tico¡ª cuando es el poder quien decide sobre qu¨¦ se puede discutir en la plaza p¨²blica y sobre qu¨¦ no se le permite al ciudadano otra opci¨®n que la adhesi¨®n incondicional si no quiere padecer una intensa exclusi¨®n simb¨®lica.
No deja de ser llamativo que aquellos a quienes tanto se les ha estado llenando la boca durante a?os con la importancia de no fracturar en dos nuestra comunidad cuando de justificar su modelo escolar de inmersi¨®n ling¨¹¨ªstica se trataba, no parezcan estar preocupados en absoluto por el desgarro que puede producir en la sociedad catalana sus planteamientos secesionistas y, como mucho, animan a los ya convencidos de su causa a intentar recabar el n¨²mero suficiente de apoyos electorales para alcanzar sus objetivos. ?No ser¨¢ que les trae sin cuidado partir en dos la sociedad catalana porque lo que de veras les importa es mandar sobre ambas mitades?
Manuel Cruz es Fil¨®sofo. Autor del libro Fil¨®sofo de guardia (RBA) y presidente de la asociaci¨®n Federalistas d?Esquerra.
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