Pasajes sin salida
Las galer¨ªas comerciales de Madrid, anta?o s¨ªmbolo de pujanza burguesa, languidecen sin remedio v¨ªctimas de los nuevos h¨¢bitos de consumo urbano y de la crisis
Los pasajes comerciales se crearon en Par¨ªs a principios del siglo XIX, cuando Par¨ªs era el centro del mundo y el faro intelectual de Occidente. Eran lugares bulliciosos y elegantes, construidos con m¨¢rmol, metal y cristal, donde conviv¨ªan comercios lujosos, animados caf¨¦s, donde se discut¨ªa de pol¨ªtica, y las primeras luces de gas. Un mundo en miniatura s¨ªmbolo de la modernidad. Como todas las tendencias parisinas de la ¨¦poca, pronto se contagiaron a otras ciudades del continente.
No tardaron en llegar a Madrid. Durante el reinado de Isabel II, el auge de las doctrinas liberales y las desamortizaciones que hab¨ªan liberado el suelo (gran parte de ¨¦l anteriormente ocupado por conventos) llevaron a algunos empresarios a comprar terrenos y a crear pesajes en ellos, en los alrededores de la Puerta del Sol, que se configuraba como un creciente nudo comercial y de ocio. ¡°Despu¨¦s de la Revoluci¨®n Francesa la ciudad deja de estar bajo el control del Rey y pasa a manos de la burgues¨ªa. Los pasajes son de las primeras iniciativas privadas que cambian la ciudad¡±, explica Carlos Sambricio, catedr¨¢tico de Historia de la arquitectura y del urbanismo de la Universidad Polit¨¦cnica de Madrid. ¡°En Madrid son una ruptura con la ciudad medieval, trastocan la idea del viejo comercio y enuncian lo que va a ser la ciudad moderna. Y triunfan¡±.
¡°Los pasajes reun¨ªan diferentes comercios, facilitaban el tr¨¢nsito, ofrec¨ªan espacios de ocio como caf¨¦s, salas de exposiciones y teatros¡±, explica la historiadora Carmen del Moral, profesora em¨¦rita de la Complutense y autora del libro Los pasajes comerciales de Madrid (La Librer¨ªa). ¡°De alguna forma, en combinaci¨®n con los grandes almacenes posteriores, fueron los precursores de los actuales centros comerciales¡±.
La mayor¨ªa de los pasajes comerciales del XIX han desaparecido bajo la piqueta (el pasaje del Iris, el Jord¨¢ o la Galer¨ªa de Exportaci¨®n Comercial) y los construidos ya en el siglo XX conservan poco del antiguo esplendor burgu¨¦s: el tr¨¢nsito es ahora residual y los pocos comercios que sobreviven (tiendas especializadas, sex shops o de compra venta de oro) conviven con verjas bajadas y establecimientos cerrados que a¨²n conservan sus viejos r¨®tulos congelados en el tiempo.
En Par¨ªs, en cambio, los pasajes, como el de Vivienne, Choiseul o des Panoramas (que inspiraron el Libro de los Pasajes de Walter Benjamin) tienen buena salud, revitalizados, albergando comercio y hosteler¨ªa. Incluso la ruta de los pasajes es utilizada como reclamo tur¨ªstico. ?Qu¨¦ pas¨® en Madrid?
"Cuando la burgues¨ªa deja el centro de la ciudad y se traslada al ensanche, el Barrio de Salamanca, y comienza a tener all¨ª sus comercios, los pasajes empiezan a dedicarse al comercio menor y decaen", explica Sambricio. Otros factor que puede explicar la languidez de estos espacios puede ser el climatol¨®gico. "Realmente los pasajes tienen mucho sentido all¨ª donde ofrecen un refugio contra el mal tiempo", explica Del Moral, "y Madrid tiene un tiempo que favorece la vida al aire libre y una viveza en la calle que no tienen otras ciudades".
?Qu¨¦ hacer con los semiabandonados pasajes madrile?os? El domingo pasado termin¨® una iniciativa de recuperaci¨®n en el pasaje de Fuencarral 77: una exposici¨®n de arte contempor¨¢neo que se ubic¨® en los locales abandonados de esta galer¨ªa. "Lo que hace falta es iniciativa privada, gente con visi¨®n que los recupere igual que se han recuperado otras zonas en el entorno de las calles Fuencarral y Hortaleza. Hay que ofrecer algo exclusivo, algo que no se encuentre en otro sitio", opina Del Moral.
Estos son algunos de los pasajes que, adormilados, agujerean el centro de Madrid:
Las cuevas de Montera. Se accede por unas zonas abovedadas y se cruza a cielo abierto. Uno de sus flancos est¨¢ cubierto por andamios que tratan de devolverle su antiguo esplendor. El pasaje de Murga (por el empresario que lo construy¨® en 1846) cruza de Montera a la calle Tres Cruces. Bajo su luz han ido desapareciendo los comercios, ahora apenas quedan una tienda de telefon¨ªa m¨®vil y la Tienda del Esp¨ªa. "Al no estar a pie de calle tenemos cierta privacidad", explica V¨ªctor Moreno, uno de los empleados, "y est¨¢ bien, porque muchos de nuestros clientes prefieren no ser vistos".
Bajando la misma calle Montera, a la altura del 27, est¨¢ uno de los pasajes m¨¢s s¨®rdidos de la ciudad, que cruza a la plaza de El Carmen. Las prostitutas se apostan en la puerta y dentro, adem¨¢s de escaparates desolados, solo queda un estanco. Unas escaleras clausuradas llevan a un piso superior donde, la verdad, no apetece mucho subir. Enfrente, en el n¨²mero 24 hay cierta animaci¨®n. En este pasaje, que da a la calle Jardines en su quiebro final, hay una tienda de tatuajes y piercing y varias tiendas especializadas en joyer¨ªa, abalorios, plata y gemolog¨ªa.
El pasaje de los relojeros. Desde aqu¨ª se distribuyen gran parte de las piezas de relojer¨ªa de Espa?a, de ah¨ª su nombre. Cruza de la calle Carretas 12 a la calle de la Paz. "Antes hab¨ªa bares, tiendas de ropa, discos o de art¨ªculos religiosos, pero se han ido concentrando las tiendas de relojer¨ªa", cuenta Manuel Rodr¨ªguez de la relojer¨ªa Elmerfor y, a la saz¨®n, presidente de la comunidad de vecinos. "Es un espacio protegido, pero no tenemos ninguna ayuda del Ayuntamiento para conservarlo".
Pasadizo al arte. Espacio e Identidad fue una propuesta para reutilizar este espacio construido en los a?os 50 y que ahora es propiedad de la Tesorer¨ªa General de la Seguridad Social. "Se trataba el concepto del espacio y la identidad frente a los tiempos consumistas y confusos que vivimos", dice Almudena Mora, la coordinadora art¨ªstica. Hasta el domingo pasado y durante un mes, 69 artistas de 12 nacionalidades intervinieron en una exitosa actividad que organiz¨® la Embajada de Alemania. Expusieron en los comercios abandonados ¡ªsolo queda activa la Joyer¨ªa Monge¡ª que conservan el sabor de otras ¨¦pocas.
Las obras a¨²n no han sido retiradas y se pueden realizar visitas guiadas solicit¨¢ndolo en el perfil de Facebook del evento. Seg¨²n cuenta Mora, est¨¢n negociando una prorroga o la cesi¨®n del espacio para otras actividades.
Un laberinto y el Ratoncito P¨¦rez. Nadie dir¨ªa que detr¨¢s de este gran port¨®n se esconde un mundo tan extra?o. En el Centro Comercial Arenal 9, ubicado en el Palacio de Gaviria, se ubican un mont¨®n de tiendas de relojes, transistores, otros chismes electr¨®nicos y una conocida discoteca. No es estrictamente un pasaje, porque solo hay una entrada, pero s¨ª es una galer¨ªa comercial. Si uno se adentra un poco se ver¨¢ sorprendido por un inopinado patio modernista con techo de claraboya. Rosa S¨¢nchez lleva 40 a?os apostada en su puesto, llamado Rojocar: "Esto no ha cambiado demasiado. Aqu¨ª es donde se vend¨ªan los art¨ªculos decomisados en las aduanas, pero como ahora no hay aduanas vendemos lo mismo pero tra¨ªdo de China". "Las tiendas de aqu¨ª abajo resistimos, pero arriba casi todas han cerrado", cuenta. En efecto, subiendo por unas escaleras entramos en un espacio laber¨ªntico de barandillas y plazuelas lleno de comercios clausurados entre los que sobreviven una escuela de claqu¨¦, otra de teatro clown o una tienda de art¨ªculos para yoga. Y el silencio.
En la misma calle Arenal hay un peque?o pasaje en el que encontramos una peque?a estatua del Ratoncito P¨¦rez. En este edificio, Arenal 8, cuenta la ficci¨®n de Luis Coloma que viv¨ªa el c¨¦lebre rat¨®n, dentro de una caja de galletas Huntley. En el piso de arriba est¨¢ su Casa Museo.
De galer¨ªa a calle. El pasaje de Matheu es ahora una peque?a calle cerca de Sol, entre Espoz y Mina y Victoria, pero en otros tiempos ¡ªse cre¨® en 1840¡ª fue una galer¨ªa cerrada por un techo de metal y cristal. Ten¨ªa tres pisos de tiendas de lujo y caf¨¦s, y era el ep¨ªtome de la modernidad. "Fue de los primeros lugares de la ciudad donde los caf¨¦s sacaron mesas a la calle, las primeras terrazas", cuenta Marco Besas, coautor de los libros de la serie Madrid Oculto. "La an¨¦cdota es que uno enfrente de otro montaron bares dos franceses de ideolog¨ªas contrarias. Uno era de un exiliado de la Comuna de Par¨ªs (el Caf¨¦ de Francia), mientras que el otro era de un conservador y mon¨¢rquico (el caf¨¦ de Par¨ªs). Cada uno atra¨ªa a su p¨²blico pero, seg¨²n parece, nunca llegaron a las manos".
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