Choque de culturas pol¨ªticas
El mayor problema del debate soberanista y de la diversidad de opiniones que genera no son los conflictos permanentes entre el gobierno de Rajoy y el de Mas, sino la existencia de dos culturas pol¨ªticas muy distintas en Espa?a y en Catalu?a. La cultura pol¨ªtica, en el sentido cl¨¢sico y colectivo de pautas de orientaci¨®n social hacia los objetos pol¨ªticos de una comunidad, es resultado de la historia colectiva del sistema pol¨ªtico y de las experiencias personales y socializadoras de los individuos que lo integran. Las culturas pol¨ªticas condicionan extraordinariamente el comportamiento de los partidos, la din¨¢mica parlamentaria, la actividad gubernamental y, en definitiva, la manera de hacer pol¨ªtica y de comunicarla.
En Espa?a predomina una percepci¨®n excesivamente maniquea de la pol¨ªtica que quiz¨¢s sea fruto de un influyente proceso de socializaci¨®n basado en las distintas manifestaciones (social, religiosa, pol¨ªtica o b¨¦lica) de dos Espa?as irreconciliables. La cultura pol¨ªtica espa?ola se inclina por una valoraci¨®n dicot¨®mica de la realidad pol¨ªtica, no suele policromar los debates sociales y se materializa en un bipartidismo simplificador que protagonizan PP y PSOE tanto en el Congreso de los Diputados como en la mayor¨ªa de parlamentos auton¨®micos. As¨ª, ante el soberanismo catal¨¢n, la cultura pol¨ªtica espa?ola facilita una respuesta del gobierno de Rajoy basada en la divisi¨®n, el recelo y la imposici¨®n. Y la defensa est¨¦ril del PSOE de una reforma federal de la Constituci¨®n o la del PP de no modificarla, es un claro ejemplo de pol¨ªtica espa?ola en blanco y negro.
El 80% de los catalanes ve buena convivencia entre independentistas y no; eso es antag¨®nico al discurso espa?ol de la supuesta divisi¨®n
En Catalu?a existe una ancestral cultura del pacto que es consecuencia de factores hist¨®ricos, geogr¨¢ficos, econ¨®micos y sociales. Dicha cultura concibe la din¨¢mica pol¨ªtica como la gesti¨®n de la negociaci¨®n, de la integraci¨®n, del pluralismo y tambi¨¦n del pragmatismo. En los ¨²ltimos decenios ha habido en Catalu?a valiosos proyectos y grandes objetivos capaces de aunar sensibilidades ideol¨®gicas muy distintas (entre otros, la Assemblea de Catalunya; la manifestaci¨®n por la libertad, la amnist¨ªa y el Estatuto de Autonom¨ªa; los gobiernos de unidad de Tarradellas; los pactos de progreso tras las primeras elecciones municipales; la aprobaci¨®n un¨¢nime de la Ley de Normalizaci¨®n Ling¨¹¨ªstica; el amplio apoyo parlamentario, incluyendo a la oposici¨®n, a la Ley de Educaci¨®n de Catalu?a, y tambi¨¦n la masiva manifestaci¨®n de la Diada de 2012 o la cadena humana de 400 kil¨®metros del pasado 11 de septiembre). Desde las primeras elecciones auton¨®micas de 1980, Catalu?a tiene una composici¨®n parlamentaria plural que ha facilitado una gran variabilidad de acuerdos entre partidos ideol¨®gicamente heterog¨¦neos sin que ninguno haya quedado excluido.
La cultura pol¨ªtica catalana incentiva una pr¨¢ctica pol¨ªtica que choca con la manera espa?ola de hacer y de entender la pol¨ªtica. En Espa?a se observa con incredulidad como el 80% de los catalanes est¨¢ a favor de una consulta popular sobre la independencia de Catalu?a (incluidos el 60% de los votantes de C¡¯s y el 30% del PPC) y tambi¨¦n genera sorpresa comprobar dos certezas demosc¨®picas m¨¢s: casi el 80% de los catalanes afirma que en Catalu?a hay una buena convivencia entre independentistas y no independentistas (incluyendo m¨¢s de la mitad de los votantes del PPC), y otro 80% asegura sentirse c¨®modo para poder expresar con libertad sus ideas sobre la cuesti¨®n nacional. Son datos antag¨®nicos al discurso pol¨ªtico espa?ol de una supuesta (o deseada) divisi¨®n en Catalu?a.
Hay una triple estrategia del gobierno espa?ol que tiene como objetivo el ¡°divide y vencer¨¢s¡±
Los gobiernos espa?ol y catal¨¢n intentan trasladar al debate soberanista la esencia de las culturas pol¨ªticas de las sociedades que gobiernan. Mas trata de ampararse en el respeto a una mayor¨ªa social y parlamentaria multicolor para conseguir un pacto que permita la consulta. Rajoy, por contra, prefiere perpetrarse en un enfrentamiento que distinga entre el orden constitucional y el desorden soberanista. Hay una triple estrategia del gobierno espa?ol que tiene como objetivo el ¡°divide y vencer¨¢s¡±: incrementar la violencia verbal, infundir el temor a un futuro incierto y radicalizar el proceso. Sin embargo, la s¨®lida cultura del consenso que existe en Catalu?a est¨¢ inmunizando a los catalanes frente a la dureza del discurso antiindependentista y al miedo a lo desconocido que se plantea desde fuera, y los partidarios de la consulta saben que la naturaleza pac¨ªfica del desaf¨ªo que se plantea es el principal aval de ¨¦xito.
Estamos ante un nuevo gran objetivo pol¨ªtico de la historia de Catalu?a: la demanda de una consulta popular para que el pueblo catal¨¢n decida su futuro. La historia se repite y, a pesar de que la sociedad catalana es hoy muy compleja y plural, el movimiento ciudadano en Catalu?a se cohesiona y se solidifica cuando las reivindicaciones son trascendentes y basadas en principios democr¨¢ticos. Sin duda, un s¨ªntoma de buena salud de un pueblo con una cultura pol¨ªtica que permite seguir anhelando grandes retos pol¨ªticos.
Jordi Matas Dalmases es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UB.
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