Mercado universitario
Los conservadores dominan el juego de las ideas desde hace m¨¢s de 30 a?os
Una vez me contaron que en la Edad Media la aristocracia era un don divino, algo que se llevaba en la sangre, y que esa historia fue perdiendo cr¨¦dito poco a poco, hasta volverse inveros¨ªmil. La aristocracia de hoy, la minor¨ªa que decide en lo esencial la vida de la mayor¨ªa, no presume de ninguna gracia sobrenatural: se vanagloria de ser la capa social cient¨ªficamente bendecida para dirigir la econom¨ªa y la pol¨ªtica, y dictar valores morales. Sus privilegios gozan de absoluta legitimidad, o eso dicen: han sido conquistados con m¨¦ritos y esfuerzo. As¨ª que, de acuerdo con su razonamiento, las desigualdades son justas: los m¨¢s ricos y los m¨¢s poderosos lo son porque se han esforzado m¨¢s que otros y se han hecho merecedores de mayor estima. El mito de la meritocracia ha empa?ado el mito de la igualdad.
?Qui¨¦n va a negar que los m¨¢s facultados para dirigir son los que poseen m¨¢s saber, m¨¢s m¨¦ritos y m¨¢s capacidad de esfuerzo? Lo que no cuentan los propagandistas del esfuerzo y de los m¨¦ritos es que no todo el mundo tiene las mismas posibilidades de esforzarse en hacer meritoriamente carrera. No todo el mundo tiene acceso a los estudios de nivel superior, ni a las mismas escuelas y universidades. La igualdad econ¨®mica puede ser una fantas¨ªa, pero la desigualdad es real. Y, sin embargo, la mentalidad, la forma de ver las cosas de la minor¨ªa rica en m¨¦ritos, sabidur¨ªa, t¨ªtulos y dinero, tiene gran ¨¦xito entre la mayor¨ªa desigual o no tan afortunada. Los conservadores dominan el juego de las ideas desde hace m¨¢s de 30 a?os.
El episodio del ataque rectificado a las becas Erasmus es un s¨ªntoma de la manera de legislar y gobernar vigente: el PP cree que el poderoso tiene derecho a cambiar las normas cuando quiere y seg¨²n le conviene. Por ejemplo, puede quitar becas reci¨¦n dadas, incluso una vez empezado el curso para el que se concedieron. Quiso hacerlo mediante una orden ministerial mantenida en la sombra: el PP es amigo del secretismo propio de un viejo monarca absoluto. Su jefe se reviste de una solemnidad sacerdotal, a la que contribuye la ¨²ltima moda pol¨ªtica en cuestiones indumentarias: los estadistas usan ahora mucho el traje negro. Pero los silencios del PP contrastan con el ruido de su exhibicionismo autoritario.
Avisado de que si persevera en sus modos avasalladores llegar¨¢ a las elecciones pr¨®ximas muy solo, el partido gobernante ha corregido por una vez el paso y ha dejado en el aire el mordisco al Programa Erasmus. ?Pegar¨¢ la dentellada el curso que viene, con el benepl¨¢cito de la Comisi¨®n Europea? La pol¨ªtica econ¨®mica en la Europa construida estos a?os, tan decepcionante, cultiva la mercantilizaci¨®n de la vida social en su conjunto: todo debe ser negocio, hasta la educaci¨®n. Si nos atenemos a ese dogma, lo previsible es que contin¨²en las campa?as de desprestigio contra las universidades p¨²blicas, la disminuci¨®n de los presupuestos, el aumento de las tasas de matr¨ªcula y el adelgazamiento voraz de las becas: los servicios ofrecidos a los estudiantes ser¨¢n caros y pobres.
Habr¨¢ llegado entonces el momento de extender las universidades privadas, capaces por fin de competir con las tasas de los centros p¨²blicos. Es normal que una universidad privada aplique la l¨®gica del mercado en cuanto a inversiones en publicidad, campa?as de reclutamiento de clientes, y lanzamiento de sus productos. Estamos preparados para los cambios: hace tiempo que la Administraci¨®n aplica a la ense?anza p¨²blica criterios de empresa privada, incluso en la manera de dirigirse a los ciudadanos. Por ejemplo, hace a?os que se impuso en el sistema educativo andaluz la costumbre de hablar de los centros como si fueran un bazar que ¡°oferta¡± asignaturas, actividades y cursos.
Ahora se nos dir¨¢ que, a pesar de que cada vez seamos m¨¢s desiguales, crece nuestra libertad y posibilidad de estudiar lo que queramos: la conversi¨®n de la universidad en mercado multiplicar¨¢ la oferta en busca de demanda. Las disciplinas, los m¨¢steres, los doctorados, ser¨¢n tantos y tan variados como las marcas de relojes. El mercado financiero se convertir¨¢ en uno de los pilares de la educaci¨®n: los bancos vender¨¢n dinero, cr¨¦ditos para que todo el mundo pueda comprarse una carrera a su gusto. Reducidos los ciudadanos a clientes, la l¨®gica de la rentabilidad econ¨®mica desterrar¨¢ para siempre el concepto de educaci¨®n como servicio p¨²blico y bien com¨²n. Los productos de lujo ser¨¢n para los clientes de lujo, los m¨¢s meritorios, inimitables y admirables, los mejores.
Justo Navarro es escritor.
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