Morir en Badalona
Objetos, esquelas, fotograf¨ªas de difuntos en una conmovedora exposici¨®n
El d¨ªa de Difuntos fui al Museo de Badalona para ver la exposici¨®n Post Mortem. Ya estamos en la ¨¦poca en que se hace de noche demasiado pronto. Farolas cabizbajas, las peque?as casas antiguas (muros de piedra, grava, arena...), las aceras con los bloques de edificios desafiantes, las calles que atraviesan la ciudad a todo lo largo como una cicatriz, los ¨¢rboles que nadie mira (solo los perros se fijan en ellos) y los pasos de alg¨²n solitario agarrado al m¨®vil o que contempla hastiado un escaparate por los agujeros de la persiana met¨¢lica..., todo este paisaje dibuja una sombr¨ªa, becqueriana tarde de noviembre en una ciudad que empez¨® la democracia con un alcalde comunista y la ha acabado (porque, se?ores, esto ya se ha acabado en todas partes), con un alcalde xen¨®fobo del Partido Popular (aupado con el silencio administrativo de Converg¨¨ncia). Una ciudad dormitorio de camas calientes. Municipio de m¨¢s de 220.000 habitantes que juntos un d¨ªa los vimos pasar.
Todos los objetos adquieren ah¨ª una transcendencia violenta. Nada est¨¢ siendo reducido a su condici¨®n de icono
A la entrada de la exposici¨®n, un hombre sentado junto a una mesita. No duerme y acaso tampoco se aburra. Sencillamente est¨¢, que no es poco en la vida. La entrada es gratis, pero dan un tiquet en la planta baja, as¨ª que se lo voy a entregar para que lo corte. En realidad se lo quiero dar solo porque est¨¢ en la puerta y las clases subalternas sabemos que cuando nos encontramos a alguien en una puerta no es para que nos la abra sino para no dejarnos pasar. Pero a ese hombre no le interesa el papelito. Es un gesto de fastidio amistoso lo que le sale. ?C¨®mo va a coger la entrada si es gratis? Y entonces se?ala con un brazo hacia la sala y gira la cabeza en direcci¨®n contraria, y dice con guasa: ¡°Pase, hombre, pase¡±. Y lo que en ese momento se me representa es el gesto que le debe hacer San Pedro a las almas que van llegando al cielo con la misma retranca del que sabe lo que te vas a encontrar dentro. ?Y qu¨¦ se encuentra uno dentro? Una exposici¨®n conmovedora y profunda. Son objetos extraordinarios lo que ah¨ª se muestran. Tambi¨¦n documentos, fotograf¨ªas, esquelas... Son objetos extraordinarios sin dejar de ser normales y corrientes. Mejor dicho: cotidianos, que no es lo mismo. Porque ?alguna vez resultar¨¢n el luto y la muerte normales y corrientes? Una grabaci¨®n con campanas que llaman a muerto, toque de clamor, ha empezado a sonar en el instante en que entro. Casualidad. La grabaci¨®n sigue con cantos, misas. Los objetos, aun en sus urnas, no parecen estar en un museo. Han recobrado la dimensi¨®n fatal que de verdad les pertenece. El tel¨¦fono de baquelita negra da miedo, ah¨ª solitario. Un r¨®tulo dice: ¡°el aviso¡±. Consiste la exposici¨®n en un recorrido por el ritual de una muerte cat¨®lica, es decir, como Dios manda. Desde la extremaunci¨®n (no son pocas las biograf¨ªas que han empezado en la extrema izquierda y han acabado en la extremaunci¨®n) hasta el luto de los familiares, pasando por el velatorio, la p¨®liza de seguros, la esquela, el cortejo f¨²nebre, el entierro, la comida que le sigue... Y ah¨ª est¨¢ el aviso, el aparato para dar la luctuosa noticia. Un tel¨¦fono negro, siniestro, que parece Alfred Hitchcock transubstanciado. Delante de un panel se han detenido dos ancianas a leer entre murmullos las antiguas esquelas de la gente de Badalona. Nombres muertos que vivieron en calles que tambi¨¦n han muerto: General Primo de Rivera, Paseo del Caudillo..., de una Badalona muerta para siempre. Tan muerta como el Valle de los Ca¨ªdos. Y por todas partes fotograf¨ªas con el difunto en su caja, la familia alrededor como si lo hubieran cazado. Retratos de familias al completo, vestidos todos de negro. Qu¨¦ tiempos en que manifestar el dolor se convert¨ªa en un acto de solidaridad con el dolor mismo. Fotos de comitivas con sus pla?ideras, por las calles de Badalona rumbo al viejo cementerio. En una p¨®liza de seguros de la compa?¨ªa El Ocaso se resalta en may¨²sculas el lema: ¡°Hechos, no palabras¡± (y as¨ª resulta inevitable pensar que en aquella campa?a el tripartito nac¨ªa condenado). Tambi¨¦n se muestran recibos de la Casa de la Caritat de Barcelona, que hac¨ªa el servicio de pompas f¨²nebres, y hojas de testamentos manuscritos.
Las costumbres del muerto. Porque uno nunca sabe qu¨¦ hacer, para eso existen las costumbres, para seguir haciendo sin saber. Dejar entreabierta la puerta de la calle cuando hay un muerto en la casa. No encender el fuego en la cocina mientras se vela al difunto. Rezar por las ¨¢nimas mientras se asan las casta?as. Todo esto lo explican en el museo. Pero lo que m¨¢s me impresion¨® fue el apartado dedicado al velatorio. El ata¨²d cerrado, puesto encima de la cama. Debajo, una colcha blanca de ganchillo. Un par de sillas a los pies. La palmatoria (?vendr¨¢ de palmarla?) con las velas. El sombrero y el paraguas negro colgando en el perchero como dos p¨¦ndulos que se han detenido. Todos los objetos adquieren ah¨ª una transcendencia violenta. Nada est¨¢ siendo reducido a su condici¨®n de icono. Todo ah¨ª es lo que de verdad es. Terrible. La cinta negra para la manga, la tira negra para coserla en la solapa, el bot¨®n forrado de tela negra, el abanico negro, el pa?uelo para el pelo, los parasoles de luto, los ung¨¹entarios, la cajita de la sagrada forma cuando llevan el vi¨¢tico, los escapularios, la m¨¢scaras funerarias y una mortaja que es el h¨¢bito de Congregaci¨®n de los Dolores. Morir en Badalona, se ve en esas vitrinas, es pertenecer para siempre a Badalona. La muerte tiene su privada manera de hablar en cada lugar. Era costumbre en esta ciudad preparar o arroz o escudella despu¨¦s del entierro. Y as¨ª en Badalona decir fer l'arr¨°s es decir que alguien se ha muerto y anar a un arr¨°s es ir a un muerto. La exposici¨®n dura hasta el 12 de enero. Se complementa con conferencias y visitas comentadas y tambi¨¦n se puede ir al cementerio antiguo de Sant Crist. Como dice una amiga, habr¨¢ que ir antes de que se pase el arroz.
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