Justicia y Gobierno ¡®chapapotean¡¯
La sentencia del ¡®Prestige¡¯ nos deja despojados de toda dignidad
Ya es definitivo: ni somos ciudadanos, ni las leyes nos protegen ni el Gobierno defiende el inter¨¦s general. Que no cunda la desesperanza, pero no es posible seguir mucho tiempo en una situaci¨®n que nos arrebata la dignidad, que nos hace comulgar con ruedas de molino y sacrifica nuestros principios m¨¢s elementales al dios de la recuperaci¨®n econ¨®mica.
La sentencia del Prestige y todo el entorno pol¨ªtico y cultural que lo rodea, nos coloca de rodillas, despojados de toda dignidad como sociedad o como pa¨ªs. El Congreso norteamericano oblig¨® a la petrolera British Petroleum a reconocer y hacerse cargo del coste del vertido en el Golfo de M¨¦xico. El mismo d¨ªa de la sentencia del Prestige, Ecuador conden¨® a la petrolera norteamericana Chevron a pagar 6.400 millones de euros por los vertidos en la cuenca del Amazonas. Ninguna de estas decisiones ha estado exenta de contradicciones pero la opini¨®n p¨²blica estadounidense y la presi¨®n de las plataformas de campesinos de la Amazon¨ªa, en el segundo caso, han conseguido que sus respectivos Gobiernos levanten la cabeza frente al abuso de las multinacionales.
Ahora, pasen y vean lo ocurrido en nuestro pa¨ªs. El ministro de Agricultura y Medio Ambiente, Miguel Arias Ca?ete, se ha ¡°felicitado por la sentencia del Prestige¡± a la vez que ha afirmado que ¡°las autoridades actuaron razonablemente bien¡±. Lo peor de todo es que estamos tan acostumbrados a los desprop¨®sitos pol¨ªticos que ya apenas los percibimos.
Imaginen a Obama felicit¨¢ndose por una sentencia que exculpara a BP de los vertidos de su plataforma petrol¨ªfera y eximiera a la compa?¨ªa del pago de indemnizaciones; imaginen a un mandatario de cualquier pa¨ªs del mundo celebrando que las tropel¨ªas medioambientales contra su naci¨®n no se castiguen penalmente ni se exija ninguna indemnizaci¨®n por los da?os sufridos.
Pues eso est¨¢ ocurriendo en nuestro pa¨ªs. Ni siquiera nos preguntamos por qu¨¦ el Gobierno no recurre, no exige, no demanda a los armadores y compa?¨ªas¡ Hemos aceptado que lo propio de un gobierno es mantenerse en el poder, no asumir responsabilidad alguna por los errores cometidos, no cesar jam¨¢s a un miembro de su gabinete, mantener un honor ficticio a puerta cerrada, aunque medio mundo se r¨ªa esta semana de ¡°la marca Espa?a¡±, un pa¨ªs que deja impune el mayor delito medioambiental de los ¨²ltimos 50 a?os.
Perdieron los de siempre: los pescadores que no pudieron faenar, los comercios que no pudieron vender, los voluntarios que limpiaron el chapapote con sus propias manos, los p¨¢jaros y las especies naturales envenenadas. 4.200 millones de euros arrojados al mar de la desesperaci¨®n. Pero el Gobierno se felicita de la derrota del Nunca Mais, de esa marea humana de ciudadan¨ªa, de participaci¨®n, de limpieza que desbord¨® las calles de Galicia y que levant¨® la conciencia medioambiental en todo nuestro pa¨ªs. A fin de cuentas Nunca Mais se convirti¨® en el s¨ªmbolo de la limpieza y la dignidad, en una amenaza contra el estado permanente de ocultaci¨®n y de mentira en el que chapapotea todo nuestro pa¨ªs.
Por eso esta semana me he acordado de Larra, de la generaci¨®n del 98, de todos los escritores que han entonado el lamento por Espa?a, donde escribir es llorar, donde la injusticia campa a sus anchas. Un pa¨ªs donde se pena m¨¢s la desobediencia a la autoridad que el delito contra las personas; donde los Gobiernos se preocupan de mantener sus cargos y de silenciar los problemas; donde la Justicia nos ofrece una impagable lecci¨®n para las generaciones venideras: que si se inclinan a robar, esquilmar o destruir, lo hagan a lo grande.
?C¨®mo educar, tras estas sentencias, a los j¨®venes en el respeto a la ley? ?C¨®mo hablarle de derechos medioambientales, de responsabilidad en el uso de los recursos naturales, de estado de derecho, si el triste paisaje del chapapote en Galicia, de la negra marea de las minas de Aznalc¨®llar no ha recibido siquiera el m¨¢s m¨ªnimo reproche penal en los tribunales de justicia? ¡°El Gobierno se felicita por la sentencia del Prestige¡±, es el c¨ªnico epitafio de esta historia.
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