¡°Me da miedo hasta ir en ascensor¡±
A los cuatro meses de la tragedia de Angrois a¨²n hay heridos ingresados y otros que no duermen porque solo ven cad¨¢veres, pero todos apoyan la instrucci¨®n del juez Al¨¢ez
¡°El psic¨®logo me est¨¢ ayudando porque hasta me da miedo montar en el ascensor. En cualquier cosa que se mueva a m¨¢s de siete kil¨®metros por hora y que yo no controle. Adem¨¢s, las vueltas se me hacen much¨ªsimo peores que las idas¡±. Cuando ?ngel Torres, casado y con tres hijos, rompi¨® cuatro v¨¦rtebras, ocho costillas y la cadera, ahora atornillada por varias partes, en la curva de Angrois, ven¨ªa de regreso a su casa de A Coru?a. Como era festivo en Galicia, adelant¨® un d¨ªa el viaje de vuelta que siempre hac¨ªa despu¨¦s de atender, durante la semana, su negocio en Madrid. En A Coru?a, desde hace dos a?os, tiene otro: una administraci¨®n de loter¨ªa, El B¨²ho, que ahora (aunque ¨¦l sigue de baja) vende lo nunca visto y atiende pedidos de toda Espa?a, "hasta de Canarias". Los clientes est¨¢n seguros de que Torres, que dej¨® la silla de ruedas y ahora anda, y cojea, con sus muletas desde hace tres semanas, reparte suerte. Es la ¡°estrella¡±, dice, que lo ilumin¨® y lo salv¨® de la muerte el d¨ªa del accidente. Una vez se impuso como terapia coger el tren de A Coru?a a Santiago, a pesar de la ¡°grima¡± que le da todo lo que tiene que ver con el escenario de la tragedia. A la ida lo llev¨® ¡°bastante bien¡±: ¡°hab¨ªa paradas; sab¨ªa que pod¨ªa bajarme si me agobiaba¡±, cuenta. ¡°Pero a la vuelta no las hubo. Llor¨¦ todo el camino como una Magdalena¡±.
En el Cl¨ªnico de Santiago, Torres era compa?ero de Antonio Casares, que perdi¨® a su mujer en la curva de Angrois y ¨¦l mismo muri¨® a primeros de octubre, convirti¨¦ndose en la v¨ªctima mortal n¨²mero 80 de la tragedia en la que tambi¨¦n hubo 146 heridos. Las historias personales son muy variadas, cuatro meses despu¨¦s del accidente: sigue habiendo heridos ingresados en varios hospitales de Espa?a; personas cuya dolorosa rehabilitaci¨®n, a la que dedican el d¨ªa entero, las mantendr¨¢ de baja m¨¢s de un a?o; pacientes que no fueron bien operados los primeros d¨ªas y vuelven al quir¨®fano; familiares de difuntos que a¨²n no han logrado cobrar (estancados en alguna exigencia del papeleo) el desfasado y ruin seguro obligatorio de accidentes; y muchos, much¨ªsimos, que al ir recuperando la salud se les ha presentado de frente el mal que viene despu¨¦s, el s¨ªndrome postraum¨¢tico. El jueves, unos 60 heridos y familiares de fallecidos volvieron a juntarse en un hotel de Santiago convocados por Apafas, una de las dos plataformas de afectados que nacieron con el siniestro. All¨ª, entre otras dram¨¢ticas historias, una mujer cont¨® que tras el accidente ha quedado inv¨¢lida de un brazo de por vida y ha perdido el empleo.
En la cita, hubo un ¡°apoyo un¨¢nime al juez Al¨¢ez¡±, al que se intenta ¡°desarmar¡± por ¡°intereses pol¨ªticos¡± y ¡°¨®rdenes que vienen de arriba¡±. El sentir con respecto al maquinista ha ido cambiando: nadie lo exime de responsabilidad, pero ¡°uno no paga un billete tan caro para que su suerte dependa solo de un despiste¡±. Hay otros muchos ¡°culpables¡±, defienden, y rechazan la desimputaci¨®n masiva de los seis t¨¦cnicos y los 21 directivos de Adif por parte de la Audiencia de A Coru?a, ¡°con una celeridad nunca vista¡±. ¡°As¨ª es como funciona este pa¨ªs. Se desarma al juez y se busca una cabeza d¨¦bil que cortar, la del conductor, para eximir a los poderosos¡±, concluye Crist¨®bal Gonz¨¢lez Rabad¨¢n, presidente de Apafas.
¡°El accidente va a estar siempre con nosotros, no es como la p¨¢gina de un libro que se puede arrancar, pero la injusticia que estamos viendo acrecienta el da?o psicol¨®gico¡±, explica este militar retirado que luch¨® contra la pirater¨ªa y la hambruna en Somalia pero nunca vio nada, dice, como lo de Angrois. Pedaleaba el Camino por la V¨ªa de la Plata, pero hizo trampa para llegar la noche de los fuegos y mont¨® en el tren de la muerte. Ahora cura con rehabilitaci¨®n las lesiones en el cuerpo, pero el golpe de la cabeza, cerrado con 35 puntos en una operaci¨®n de tres horas y media, le da problemas una y otra vez. ¡°Tengo lapsus, la semana pasada me dijo el m¨¦dico que volv¨ªa a haber hemorragias internas, y estoy sufriendo el s¨ªndrome postraum¨¢tico¡±, reconoce Rabad¨¢n. ¡°El psic¨®logo no me hace nada. El psiquiatra, al menos, me est¨¢ ayudando a conciliar el sue?o. Porque no puedo dormir. Es como si hubiese dos personas en m¨ª. De d¨ªa, con la familia, huele a sano en mi casa, pero de noche aparece el otro yo. Me levanto con sonidos e im¨¢genes del accidente, de los muertos. Me hago preguntas y no encuentro respuestas¡±.
Hace poco tiempo, a E., vecino de Madrid, se le empez¨® a poner la mano negra. La primera intervenci¨®n en el brazo no sali¨® bien. Pas¨® dos meses de m¨¦dico en m¨¦dico, sin que acertasen de lleno con el diagn¨®stico: ¡°Tiene que ver con alg¨²n nervio, pero todo es confuso¡±. Ahora le han vuelto a operar, pero todav¨ªa no tiene claro qu¨¦ es lo que le pasa, ni plena confianza en salvar la mano. ¡°Parte de cero otra vez¡±, como si fuera la noche del 24 de julio. ?l y otros tres miembros de su familia ven¨ªan al entierro de un pariente muy cercano. Salieron vivos, pero lesionados. Pasan todos de 70 y el accidente, seg¨²n un familiar, ¡°les ha echado encima 20 a?os¡±. Se lamen las heridas mutuamente y no quieren ir al psic¨®logo. ¡°Pertenecen a una generaci¨®n que rechaza ese tipo de ayuda¡± pero no est¨¢n bien.
La ¨²ltima herida en ser identificada, 14 horas despu¨¦s del accidente, gracias al lema (¡°Finisterre, 2012¡±) grabado en su alianza, empieza a moverse con muletas por su casa. La coru?esa Ver¨®nica Mart¨ªnez, de 39 a?os, parti¨® el h¨²mero, una cervical y la cadera, y llev¨® tal golpe en la cabeza que le arranc¨® los dientes y la dej¨® en coma. Su estado lleg¨® a ser tan cr¨ªtico que cuando fue trasladada al hospital de Oza, en A Coru?a, la incomunicaron por el riesgo de que las visitas le transmitieran alg¨²n virus. ?ngel, su padre, cuenta que lleva ¡°muy mal¡± la noticia de la desimputaci¨®n masiva de la c¨²pula de Adif. ¡°La justicia no es igual para todos, debe haber muchos imputados, incluso pol¨ªticos¡±.
Jos¨¦ Javier Sanz, vallisoletano de 42 a?os, fue la ¨²ltima v¨ªctima en despertar del coma, 19 d¨ªas despu¨¦s. En septiembre fue trasladado al Cl¨ªnico de su ciudad, y ahora sigue internado en la residencia de monjas Benito Menni, recuperando el lado derecho de su cuerpo, que qued¨® machacado. Seg¨²n explica ?ngel, su padre, permanece en este centro, especializado en geriatr¨ªa y cuidados paliativos, porque necesita horas y horas de rehabilitaci¨®n y recibe ¡°muchas pastillas¡±. Como si se tratara de un escudo anti angustia, sus recuerdos se quedaron estacionados, con el freno puesto, en unos d¨ªas antes del siniestro.
Esta semana Lidia Sanmart¨ªn prob¨® a apoyar el pie por primera vez. Le duele, y no puede tocar el suelo m¨¢s que con la punta porque la pierna, hecha a?icos en varias zonas, no logra formar un ¨¢ngulo de 90 con el pie. Precisa la ayuda de su madre para todo, aunque ya logra ir sola al ba?o y es capaz de hacerse ¡°un caf¨¦ en la m¨¢quina de c¨¢psulas¡±. Luego se lo toma de pie, sin moverse, porque con las muletas no puede llevarse la taza a ninguna parte. Esta vecina de Barallobre (Fene) de 31 a?os parti¨® seis costillas; sufri¨® hematomas en los dos pulmones, uno de ellos desgarrado por una de esas costillas; y en la pierna, por tantas partes rota, lo peor le toc¨® a la tibia.
En la v¨ªa dej¨® parte del hueso, piel y m¨²sculo que ¡°habr¨¢ que esperar a ver si se regenera¡± mientras soporta los tirones de varios tornillos y un enorme clavo que le introdujeron por la ca?a de la tibia. En un a?o volver¨¢ al quir¨®fano para sacarlo, y despu¨¦s podr¨¢ bailar. Las graves lesiones que sufri¨® truncaron las pasiones de esta cantareira: la gaita, la canci¨®n y el baile gallego. Ahora, con la caja tor¨¢cica descolocada (¡°tengo las costillas en punta; tal cual quedaron, as¨ª soldaron¡±) ya vuelve a entonar piezas, pero los huesos siguen crujiendo: ¡°En la cama oigo que hacen crac, crac. Impresiona mucho¡±, comenta Lidia, que intenta ¡°pasar p¨¢gina¡± y no atender a noticias sobre el accidente: ¡°Una vez, en la tele, vi la escena de mi rescate y se me saltaron las l¨¢grimas¡±.
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