Las letan¨ªas estremecedoras
Matt Berninger convierte las tribulaciones del hombre maduro en uno de los episodios m¨¢s hermosos que hoy ofrece la m¨²sica popular
Matt Berninger es un hombre meditabundo en permanente b¨²squeda de nuevas met¨¢foras sobre la desolaci¨®n. Seamos positivos y confiemos en que su paso, anoche, por el Palacio Vistalegre le inspirase algunos nuevos versos. Los t¨¦cnicos hicieron milagros en el engendro carabanchelero de hormig¨®n y The National sonaron todo lo n¨ªtidos y poderosos que permit¨ªa su reverberaci¨®n horrorosa. Pero ni el escenario m¨¢s infame ni el aterrador fr¨ªo island¨¦s lograron disimular una evidencia flagrante: el quinteto de Brooklyn constituye hoy uno de los acontecimientos m¨¢s asombrosos de la m¨²sica popular.
Berninger (gafas met¨¢licas, barba poblada, riguroso uniforme negro) encarna al hombre afligido en el que todos nos sentimos reflejados. Cuando no se abraza, tambaleante, al micr¨®fono, pasea cabizbajo y presuroso por la escena como un maestro absorto de Filosof¨ªa. Ni siquiera se entretiene en salutaciones, labor que delega en el (fant¨¢stico) guitarrista y pianista Aaron Desner. Pero su garganta no para de emitir letan¨ªas estremecedoras. Al¨¦rgico al adorno, Matt es el murmullo de una voz de la conciencia que se convierte en espejo ingrato y veneno homeop¨¢tico. De ese que, dicen, estimula la producci¨®n de anticuerpos.
Trouble will find me suena casi de forma ¨ªntegra y quiz¨¢s con m¨¢s m¨²sculo que en el registro fonogr¨¢fico. Dos trombonistas respaldan al quinteto y acent¨²an la dimensi¨®n m¨¢s ¨¦pica de la banda, esa capacidad para conmover desde la desaz¨®n ¡°(No necesito ninguna ayuda para ser vulnerable, cr¨¦eme¡±, rezonga Berninger en Slipped) o los ins¨®litos compases quebrados de I should live in salt y Demons. La pantalla nos muestra a los m¨²sicos distorsionados, como un televisor que no acaba de sintonizarse, pero los poderosos focos enmarcan a un grupo en crecimiento exponencial. Una improbable banda de estadio para hombres atribulados de cuarenta y tantos.
The National arrancan arriba pero no paran de ir a m¨¢s, con una segunda hora memorable: el s¨²bito aullido rockero de Abel, la crepuscular y emocionant¨ªsima England, esa cr¨®nica sobre la inminencia del descalabro (About today) que se ha convertido en objeto de culto. El coro comunal para Fake empire. Y, en los bises, la sorpresa del cantante berreando entre el p¨²blico con Mr. November y Terrible love. El ep¨ªlogo desenchufado de ese prodigio folk, Vanderlyle crybaby geeks. Nunca sospechamos que la desolaci¨®n llegara a sonar tan hermosa.
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