?Estamos aprendiendo algo?
No hay d¨ªa que desde Europa o desde el Gobierno no se nos diga que las reformas deben proseguir, pero no se justifican
Desde una perspectiva hist¨®rica, momentos como los actuales han estado siempre vinculados a procesos de cambio significativos tanto en la pol¨ªtica como en las pol¨ªticas. Un factor clave para extraer consecuencias positivas de periodos turbulentos ha sido la capacidad para generar diagn¨®sticos sobre lo que acontec¨ªa y construir amplias mayor¨ªas sociales que sostuvieran las reformas o transformaciones imprescindibles. Del batacazo del 29 y de las dos grandes guerras, se sali¨® con la idea (reflejada constitucionalmente en diversas Cartas Magnas) que sin intervenci¨®n de los poderes p¨²blicos la libertad y la igualdad no ser¨ªan efectivas. La clave del asunto es que ahora, impl¨ªcita o expl¨ªcitamente, se relacionan los problemas actuales con las pol¨ªticas que se construyeron en su momento para proteger a los m¨¢s desfavorecidos.
No hay d¨ªa que desde Europa, desde el Gobierno de Rajoy o desde instancias vinculadas a los intereses de los grandes grupos econ¨®micos y financieros, no se nos recuerde que las reformas han de proseguir, que sigue habiendo un exceso de rigideces en el mercado laboral, un exceso de peso de las Administraciones y del gasto p¨²blico, un exceso de burocracia y de corporativismo. Comparto que los servicios p¨²blicos est¨¢n cargados de burocracia que no es necesaria. Admito que no est¨¢ claro que para gestionar y trabajar en educaci¨®n, sanidad o servicios sociales, deba uno ser funcionario. Acepto que las diferencias entre los trabajadores por edad y protecci¨®n generan una dualidad que no es nada positiva. Y como profesor en la universidad p¨²blica, s¨¦ perfectamente que la antig¨¹edad no puede ser el ¨²nico m¨¦rito y que no todo lo que se hace en el sistema universitario es correcto.
Es evidente que en el sector p¨²blico hay mucho campo para mejorar, sin necesidad de disponer de m¨¢s recursos. Pero, algo hemos de decir tambi¨¦n sobre el sistema fiscal y la creciente insolidaridad de los que m¨¢s tienen. O la evidente complicidad entre decisores pol¨ªticos y jerarcas financieros que canaliza enormes cantidades de recursos p¨²blicos para fines propios con la excusa de salvar a un mercado que no hay manera que se autorregule. La deriva econ¨®mica de los ¨²ltimos a?os se nos presenta como algo inevitable. Como algo natural a lo que no podemos enfrentarnos. En esa l¨®gica no hay alternativa posible, sino simple adaptaci¨®n. Y asimilando lo p¨²blico con lo burocr¨¢tico-estatal, lo que queda es puro individualismo competitivo y mercantil.
A pesar de todo, el discurso oficial sigue siendo el de la defensa del Estado de bienestar. Pero, en privado todos afirman que no hay manera de que volvamos a lo de antes. Y as¨ª seguimos. Imaginando que ya llegar¨¢ el verano o la independencia y lo solucionar¨¢ todo. No se afrontan los debates de fondo. Todo est¨¢ situado en el corto plazo. ?Es imaginable que recuperemos la capacidad de gasto p¨²blico que ten¨ªamos hace unos a?os? Si no es as¨ª, ?porqu¨¦ no afrontamos de manera m¨¢s estrat¨¦gica las cosas? Por ejemplo: ?hemos de seguir ahogando lentamente a las universidades p¨²blicas, o hemos de replantearnos de una vez si hacemos una ¨²nica Universidad P¨²blica de Catalu?a decidiendo en qu¨¦ sitios ha de haber qu¨¦ titulaciones y cu¨¢les centros de investigaci¨®n?
?Tiene sentido que obliguemos a irse a cient¨ªficos j¨®venes de gran futuro porque no somos capaces de reorganizar las cosas? ?Hemos de aceptar que la ¨²nica alternativa para obtener ingresos sea malvender el patrimonio p¨²blico? En el fondo, los que hacen ver que deciden, lo que de verdad hacen es ir tirando. Con una mano afirman que todo tiene que seguir igual. Con la otra dicen que es imposible. Pero no a?aden m¨¢s manos. Porque eso ser¨ªa reconocer que de hecho no saben qu¨¦ hacer, y que su labor no tiene sentido. Pero solo con m¨¢s manos podremos afrontar decisiones duras, inevitables. Decisiones que no pueden ser impuestas, sino negociadas.
La gente, los profesionales, los ciudadanos que usan y acuden a los servicios p¨²blicos, a las escuelas, a los hospitales, a las universidades, pueden y deben asumir m¨¢s poder en la gesti¨®n de esos ¨¢mbitos. Protagonismo sobre ingresos y gastos. Sobre c¨®mo reorganizar servicios. Exigiendo que todos arrimen el hombro y generando corresponsabilidad. Defendiendo as¨ª lo p¨²blico como algo de todos, como algo com¨²n que hemos de gestionar y defender colectivamente.
Sin duda, uno de los mayores errores cometidos en la construcci¨®n de los servicios p¨²blicos fue imaginar que una vez decidida su creaci¨®n y establecida la plantilla profesional que se ocupar¨ªa del servicio, lo ¨²nico que ten¨ªa que hacerse era actuar como un cliente del sistema. Y as¨ª nos va. Todo se desmorona. Pero seguimos mirando hacia arriba a la espera de respuestas. La respuesta est¨¢ en nosotros. En la capacidad pol¨ªtica de gestionar colectivamente el patrimonio com¨²n.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica e investigador del IGOP de la UAB.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.