La madureza de Farruquito
El bailaor respeta los cantes completos y se limita a marcar con elegancia lo que el cantaor le est¨¢ regalando en 'Improvisao'
Porque la madurez no tiene nada que ver con la edad. Puede llegar de pronto. Como la primavera. Farruquito ya hab¨ªa alcanzado las m¨¢ximas cotas de virtuosismo. Es el mejor bailaor de nuestra ¨¦poca y lo viene demostrando desde hace muchos a?os. Pero el virtuosismo tambi¨¦n tiene sus riesgos en un arte tan visceral como el flamenco.
Hace unos meses Farruquito y yo ve¨ªamos unas pruebas del documental Triana pura y pura y escuch¨¢bamos a Manuel Molina hablar del flamenco contempor¨¢neo: ¡°Si te puedes comprar un porche te lo compras, pero no vayas siempre a 300 por hora, porque as¨ª no puedes ver las flores. Hay que ir despacito, y si est¨¢s preparado, cuando haga falta, corre. Pero no desde el principio al final, que es lo que est¨¢n haciendo hoy con el baile, la guitarra y el cante¡±.
No se si este mensaje del t¨ªo Manuel ha influido algo en las reflexiones de Farruquito. En esa decisi¨®n de relantizar su baile para recuperar las esencias de un flamenco que conoce perfectamente y que ha vivido, desde ni?o, con su maestro de maestros: su abuelo el Farruco.
Creo que si fue el primero en crear un flamenco-espect¨¢culo de la m¨¢xima intensidad, ahora tambi¨¦n es el primero en volver a las genuinas ra¨ªces del flamenco. Al di¨¢logo perfecto entre cante, guitarra y baile. Farruquito baila los cantes sin interrumpir al cantaor. Lo escucha. Lo siente. Lo interpreta y lo inspira.
Es el flamenco de verdad. En estado puro. El flamenco que mete al espectador en la fiesta. Que lo hace part¨ªcipe de ese milagro que se llama duende y que nace de una complicidad improvisada entre cante, guitarra, palmas y baile. Porque el flamenco, ya lo dijo Manuel Machado, no necesita m¨¢s.
Claro que para conseguir ese reto Farruquito ha tenido que rodearse de los mejores artistas. Todos saben a lo que est¨¢n jugando sobre el escenario: a vivir una fiesta con la alegr¨ªa que solo saben transmitir los flamencos. Y a que el p¨²blico se convierta en parte de esa celebraci¨®n de la vida. Por eso los ol¨¦s, los aplausos en su sitio y las caras de felicidad de todos los que disfrutamos de esa hora de libertad. Como dej¨® escrito el poeta Carlos Lencero: una hora de libertad es mucho tiempo.
El bailaor relantiza su baile para recuperar las esencias de un flamenco que conoce perfectamente y que ha vivido
En Improvisao se ha escuchado cante del bueno. Empiezan por seguiriyas Mari Vizarraga y Fabiola P¨¦rez, de la dinast¨ªa del Zapata de Arcos. Alguien dijo que la seguiriya no es un cante de mujeres. Alguien, seguro, que no hab¨ªa escuchado a la Ni?a de los Peines. Ni a T¨ªa Anica la Piri?aca. Cante sublime de estas dos mujeres al que le sobra un intruso peruano: el inevitable caj¨®n. Creo que contando con el mejor percusionista flamenco joven, mi ahijado Ane Carrasco, le puedo sugerir la suavidad de las escobillas sobre la caja.
Equilibrio al alternar los cantes y enlazarlos con una joya por buler¨ªas en las guitarras de Rom¨¢n Vicenti y Juan Requena, para dar paso a las alegr¨ªas con sabor a C¨¢diz en la garganta de Antonio Villar y en la maestr¨ªa de Pepe de Pura.
Y siguen cantando y bailando por jaleos extreme?os, jaleos de esa tierra que los gitanos bautizaron como marochand¨¦ (tierra de pan) y que Pepe de Pura, que algo sabe de esa tierra, canta con toda su intensidad.
Y Farruquito siempre bailando los cantes, sin caer en esa moda horrible de partir los tercios para introducir zapateados. De esa falta de respeto de algunos bailaores contempor¨¢neos que obligan al cantaor a desvirtuar la m¨¦trica sagrada de una sole¨¢ o una seguiriya. Farruquito respeta los cantes completos y se limita a marcar con elegancia lo que el cantaor le est¨¢ regalando. Es la ventaja de llevar a su lado a cuatro figuras del cante. Figuras que tambi¨¦n improvisan, que cantan lo que le inspira el momento. Y las guitarras, un poco m¨¢s sincronizadas por ser un d¨²o, tambi¨¦n improvisan al dictado del baile de Farruquito.
As¨ª es el flamenco. As¨ª deber¨ªa ser siempre. Hay que traspasar la barrera del escenario. Como dec¨ªa Camar¨®n: el flamenco es ¡°transmitir¡±. Y solo sacando al espectador de su butaca para transportarlo al escenario, a la celebraci¨®n, habremos conseguido comunicar la esencia del flamenco. Esto es dif¨ªcil, pero Farruquito lo ha conseguido con su Improvisao.
Y para que no existan dudas nos regal¨® un fin de fiesta por buler¨ªas en el que entraron dos sorpresas: La Faraona, evocaci¨®n milagrosa del baile de su padre, el Farruco, y Juanito Villar, el rey actual de los cantes de C¨¢diz.
Lo siento mucho, pero antes de despedirme tengo que recordar otra frase de Camar¨®n: ¡°por buler¨ªas no me toques los cajones¡±. Para nada estoy en contra de la percusi¨®n flamenca y menos cuando est¨¢ en manos de un maestro, del mejor, Ane Carrasco. Pero hay momentos en que la fiesta es tan aut¨¦ntica que la presencia de un set de percusi¨®n, con sus brillos met¨¢licos, me recuerda a la m¨¢quina del tiempo. Por otra parte, los cinco palmeros son de conservatorio, y la frecuencia de las palmas no interfiere para nada en el sonido cristalino de los pies de Farruquito. Cante, guitarra, palmas y baile. No lo toques m¨¢s que as¨ª es la rosa.
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