Renovar la pol¨ªtica
La pasada semana hemos tenido una buena noticia en el ¨¢mbito internacional: Silvio Berlusconi, mal llamado Il Cavaliere, ha sido expulsado del Senado italiano. El icono de la pol¨ªtica corrupta, machista y populista ha perdido la protecci¨®n parlamentaria y ahora podr¨¢ ser juzgado, condenado y encarcelado por sus numerosas causas pendientes. Por fin la justicia lo ha cazado. Pero, ?por qu¨¦ ha sido la justicia y no las urnas la que lo ha echado de la pol¨ªtica? Veinte a?os gobernando y delinquiendo sin que la mayor¨ªa de ciudadanos italianos hicieran nada para botarlo. Un hecho que no llego a comprender, pero que no solo pasa en Italia sino que es extensible a la orilla norte del Mediterr¨¢neo y que en Espa?a y Catalu?a brilla con luz propia.
Observemos qu¨¦ pasa en nuestras latitudes. Seg¨²n un estudio de la Oficina Antifraude de Catalunya, el 80% de los ciudadanos est¨¢n en contra de la corrupci¨®n y una proporci¨®n similar cree que ha aumentado. Luego, si somos conscientes de esta triste realidad, ?por qu¨¦ continuamos votando a esos individuos y partidos que han de gestionar el presente e imaginar el futuro?
En el Pa¨ªs Valenci¨¤, los imputados, condenados y encarcelados podr¨ªan llenar la sede central del PP. Muchos de ellos estaban en las listas de las elecciones generales y auton¨®micas arrastrando la condici¨®n de imputados. A pesar de todo, los ciudadanos les dieron la mayor¨ªa absoluta. En Catalunya lo mismo: imputados en las listas de CiU, el propio partido con la sede central embargada por corrupci¨®n, y ganan las elecciones.
Hemos de ser cr¨ªticos con los pol¨ªticos, pero evitando caer en populismo y sin olvidar nuestro poder como ciudadanos
En Castell¨®n y Ourense los ex presidentes de las dos Diputaciones han ejercido el cargo al estilo caciquil (tambi¨¦n denominado mafioso). Han robado, enga?ado y comprado voluntades. Nada se mov¨ªa ni se hac¨ªa en estas provincias sin ellos saberlo. Nadie los ha echado y la justicia les ha condenado levemente.
Nuestra democracia dista de ser participativa, simplemente la ciudadan¨ªa vota a las persones que quieren que los gobiernen cada cuatro a?os. Es la manera que nos permite rendir cuentas, la ¨²nica forma de expresar nuestro apoyo o rechazo hacia unos pol¨ªticos, unos partidos, unas pol¨ªticas y un modo de hacer pol¨ªtica.
Pero parece ser que no somos capaces de aprovecharlo. Si en el momento de ejercer el derecho a voto somos tan comprensivos con los pol¨ªticos corruptos, por qu¨¦ al mismo tiempo nos indignamos y les insultamos, les menospreciamos y les escupimos, alej¨¢ndonos de ellos y de la pol¨ªtica como si fuera la peste? El catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona, Quim Brugu¨¦, responde a esta pregunta en su libro, ?s la pol¨ªtica, idiotes (que recomiendo con pasi¨®n), cuando afirma que ¡°la democracia nos obliga a ser muy exigentes con los pol¨ªticos, pero tambi¨¦n con nosotros mismos como ciudadanos¡±.
Esta autoexigencia significa renovar la pol¨ªtica. Estamos abordando problemas del siglo XXI con instrumentos del siglo XIX. Y esto nos aboca al fracaso. Pero no es la pol¨ªtica la que explica este fracaso, sino una pol¨ªtica incapaz de renovarse y de dignificarse. Hemos de ser muy cr¨ªticos con la pol¨ªtica y muy exigentes en su ejercicio, pero siempre desde su defensa.
?Por qu¨¦ continuamos votando a esos individuos que han de gestionar el presente e imaginar el futuro?
Por eso es tan importante apostar por un cambio de cultura pol¨ªtica (la nuestra es escasa seguramente porque tenemos pocos a?os de experiencia democr¨¢tica). Y eso solo se consigue desde la educaci¨®n, no solo en las aulas, sino tambi¨¦n en la calle. No solo desde las instituciones, sino tambi¨¦n desde los medios de comunicaci¨®n. En todos los ¨¢mbitos se tiene que invitar a la ciudadan¨ªa a participar, a decidir: refer¨¦ndums como hacen en Suiza, iniciativas legislativas populares, presupuestos participativos a diferentes niveles, listas electorales abiertas, exigencia de transparencia en todos los ¨¢mbitos, p¨²blicos y privados.
Tener la mente abierta y un gran sentido de responsabilidad y ¨¦tica para permitir experimentar e innovar con la participaci¨®n, para aprender aprendiendo la importancia de formar parte de la pol¨ªtica en tanto que todo es pol¨ªtica.
No va ser f¨¢cil conseguir este cambio. No solo se arregla con leyes salidas de los parlamentos, hace falta un cambio cultural, que demos valor a la pol¨ªtica ejercida desde la dignidad. Si metemos a todos los pol¨ªticos en el mismo saco de la corrupci¨®n o la mentira, si no diferenciamos los buenos de los malos mediante nuestro voto, si no somos conscientes de nuestro poder como ciudadanos soberanos, corremos el peligro de rechazar la pol¨ªtica, que ha sido nuestra fuerza civilizadora. Tal rechazo nos acerca al infierno de los pupulismos, de las salidas autoritarias, de los mesianismos que dicen tener la soluci¨®n a todo.
Por eso hago m¨ªas las palabras de Brugu¨¦ cuando concluye que ¡°la pol¨ªtica est¨¢ destinada al fracaso cuando la ciudadan¨ªa renuncia a hacer pol¨ªtica¡±. Por ahora est¨¢ fracasando.
Joan Boada Masoliver es profesor de Historia.
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