Movimientos ondulatorios

Incompatible con la indiferencia resulta un animal esc¨¦nico como Skye Edwards, vocalista negra, espigada y con un tup¨¦ a lo Grace Jones que asom¨® anoche por la sala But con un vestido claro y plegado, como de cuento de hadas. Edwards acredita magnetismo y una voz sensual y serena, extra?amente poco privilegiada en una mezcla donde s¨ª brilla la guitarra de Ross Godfrey, instrumentista notable y habilidoso que apenas concede un acorde si no es pisando el pedal del wah wah.

Sorprende reparar en que Morcheeba, una banda a la que sent¨ªamos reciente, acredita a estas alturas ocho ¨¢lbumes, 18 a?os de actividad y hasta una deserci¨®n de Edwards que ahora parece agua pasada. Se echa m¨¢s en falta, sin embargo, que el cancionero del reci¨¦n estrenado Head up high renueve los argumentos para la fascinaci¨®n. Make believer, el tema que sirvi¨® anoche para abrir boca, apuesta por un aire jamaicano pero poco efusivo; Release me now suena plana y redundante y I¡¯ll fall apart es el tipo de balada que abastece de munici¨®n a quienes equiparan este g¨¦nero con el bostezo. Solo Gimme your love, pegadiza como ella sola, reverdece glorias pasadas.

En ese cap¨ªtulo se agradecieron Shoulder holster, psicodelia bailable con ecos de sitar, y el t¨¢ndem que integran Part of the process y The sea, los caracter¨ªsticos ritmos medios (especialidad de la casa) que animan a cimbrear la cadera con cadencia perezosa, a esos movimientos ondulatorios tan apropiados para evocar los cuerpos mecidos por las olas. Pero Morcheeba flojea a la hora de propiciar sorpresas, y desde luego la lectura an¨¦mica y desangelada de Let¡¯s dance, aquel zambombazo funk de Bowie, no contribuye al optimismo. Nos queda la curiosidad de ver con m¨¢s detalle a esa telonera barcelonesa,?Sara Pi, que se aproxim¨® a Redemption song (Bob Marley) a ritmo de bossa.