?rase una vez...

?rase una vez un pobre teatro de ¨®pera que, tras haber vivido a?os de esplendor, ve¨ªase finalmente abocado a malvivir entre recortes presupuestarios, recortes de programaci¨®n y amenazas de ERE.

Hete aqu¨ª, sin embargo, que una noche, cercana la Navidad, fiel a sus principios art¨ªsticos, desoyendo a quienes sosten¨ªan que su ¨²nica salvaci¨®n era ponerse a hacer la calle representando Traviatas y Carmenes para turistas, puso en escena, por primera vez en su historia, Cendrillon de Jules Massenet, una versi¨®n oper¨ªstica ¡ªotra¡ª de Cenicienta, el m¨¢s universal de los cuentos de hadas: una historia de crecimiento, de superaci¨®n de la dificultad a trav¨¦s de la solidez en la creencia de unos valores.

Un t¨ªtulo que aqu¨ª no se ha representado nunca y est¨¢ fuera de nuestro repertorio no funcionar¨¢, dec¨ªan los agoreros. ¡°?A qui¨¦n le venderemos 10 representaciones ¡ªla obra estar¨¢ en cartel hasta Reyes¡ª de un cuento de hadas con m¨²sica de Massenet?¡±, exclamaba un enterado.

En cuanto la funci¨®n comenz¨® el p¨²blico se dio cuenta inmediatamente de que estaba ante algo maravilloso: la bell¨ªsima escenograf¨ªa de Barbara de Limburg, evocaba un gigantesco libro de cuentos, se mov¨ªa con agilidad y creaba espacios cambiantes y eficaces realzados por una h¨¢bil iluminaci¨®n, el vestuario era ingenioso y divertido y la coreograf¨ªa de Laura Scozzi, sugerente. La direcci¨®n esc¨¦nica, de Laurent Pelly, era sabia y sensible.

Sin traicionar el esquematismo de la oposici¨®n buenos-malos del cuento, elaboraba personajes, utilizaba con habilidad el gesto para crear situaciones y, al servicio de una m¨²sica verdaderamente inspirada y muy h¨¢bilmente puesta en partitura con bellos matices de orquestaci¨®n, constru¨ªa emociones.

Los cantantes, adem¨¢s, eran un portento. Joyce Didonato estaba fabulosa como Cendrillon, Ewa Podles, amada y admirada por el p¨²blico del Liceo, mostr¨® en el papel de la madrastra una vis c¨®mica genial que hasta ahora le desconoc¨ªamos. Alice Coote, debutante en el teatro, result¨® un Pr¨ªncipe Azul ideal y Annick Massis despach¨® con estilo y suficiencia unos agudos impresionantes en el papel del Hada Madrina. Cristina Obreg¨®n y Marisa Martins le pusieron gracia y voz a las rid¨ªculas hermanastras y contar con Laurent Naouri en el personaje, relativamente modesto, de Pandolfe fue un lujo.

Hasta la orquesta son¨® bien. Para ser exactos: hasta la orquesta, tras un inicio m¨¢s que dudoso, acab¨® sonando bastante bien gracias a la batuta m¨¢gica de Andrew Davis. Tambi¨¦n estuvo bien el coro.

Buena parte de la platea puesta en pie salud¨® a los int¨¦rpretes al final de la representaci¨®n. A¨²n no era medianoche, la hora en que Cenicienta debe volver a sus fogones y a su siniestra realidad.