Calcado a s¨ª mismo
Van Morrison llena el teatro del Liceo con c¨¢lidos sonidos negros
Hay cosas que no cambian, aunque por ellas pase el tiempo. Una de ellas se llama Van Morrison, el ce?udo artista sempiternamente distante que en la noche de ayer ofreci¨® un previsible concierto en el Liceo. En su caso, previsible no significa exento de inter¨¦s, ya que a Van Morrison se le pide que sea lo m¨¢s fiel a s¨ª mismo. Y lo fue. Las entradas se hab¨ªan agotado y lo excepcional de la noche llev¨® a muchos aficionados a fotografiarse ante el cartel que lo comunicaba. Ya dentro del teatro l¨ªrico no sorprendi¨®, sabiendo qui¨¦n es Van Morrison, que apenas saludase, que ocultase su cara con gafas marrones a juego con sombrero calado hasta la montura. Su repertorio se fue construyendo a medida que el concierto avanzaba, respetando el impulso de un artista que comunicaba a sus m¨²sicos el t¨ªtulo de la siguiente canci¨®n cuando conclu¨ªa la anterior. Imprevisiblemente previsible.
La banda, impecable y medida como el servicio de un hotel de lujo, marc¨® los acentos de la noche con metales, contrabajo, teclados y ¨®rgano, bater¨ªa, percusi¨®n y guitarra muy jazzy. La voz de apoyo corri¨® a cargo de Shana Morrison, la hij¨ªsima de la estrella, feliz con su melena rubia tras unos movimientos corporales tirando a cursis. En fin, siendo la hija se lo puede permitir.
La actuaci¨®n colm¨® todas las expectativas: sin bises, con su ¨²ltimo disco apenas representado. Con Van Morrison tocando saxos y arm¨®nicas, con temas como Moondance, Days like this, Baby Please Don't Go, Bronw Eyed Girl y otros m¨¢s que pautaron la v¨ªa negra del soul rhythm and blues de un artista blanco con tripas oscuras. Fue un pl¨¢cido y muy musical discurrir de un concierto en el que no hicieron falta sorpresas. En ocasiones la vida sin sorpresas es muy afable, aunque la protagonice un artista con fama de gru?¨®n.
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