Arreglos en palacio
El sal¨®n del trono, uno de los espacios m¨¢s representativos del gran edificio que domina la plaza de Oriente, estrena megafon¨ªa, iluminaci¨®n y nuevo aspecto
El Sal¨®n del Trono, la pieza representativa m¨¢s excelsa de cuantas componen el Palacio Real de Madrid, estrena una puesta a punto y una limpieza a fondo que reafirman su suntuario esplendor. Estas actuaciones han sido pensadas para realzar la singularidad de su belleza, que permanece casi intacta en su disposici¨®n ornamental tras dos siglos y medio de vida activa. Los m¨¢rmoles, colgaduras, metales preciosos, cristales y espejos que configuran su lujoso semblante han sido sometidos durante varias semanas a la acci¨®n sistem¨¢tica de m¨¢quinas, l¨ªquidos y pa?os, cuyo resultado asalta, embellecido, la mirada y el ¨¢nimo de quienes hoy los contemplan.
Hasta dos d¨ªas de pleno trabajo de seis hombres cost¨® enrollar la mullida alfombra que tapiza su suelo marm¨®reo, enviada luego para su limpieza a un establecimiento especializado de la localidad madrile?a de Velilla de San Antonio. Tampoco han faltado los andamios y las gr¨²as. A lo largo del tiempo que ha durado la actuaci¨®n, los numerosos ornamentos que decoran el sal¨®n, estatuas, mesas, candelabros, espejos¡han sido cuidadosamente recubiertos con telas y mallas protectoras para evitar las temibles roturas, pero la estancia, sin da?os, no ha sido cerrada al p¨²blico m¨¢s que durante dos jornadas.
Una nueva megafon¨ªa entrar¨¢ en funcionamiento para la Pascua Militar, el pr¨®ximo 6 de enero, mientras las entra?as del gran sal¨®n real se ven surcadas ya por fibra ¨®ptica, que facilitar¨¢ la intercomunicaci¨®n dentro de tan ¨¢ulico espacio palaciego, donde los Reyes reciben a los mandatarios estatales que acuden a cumplimentarles, as¨ª como al Cuerpo Diplom¨¢tico acreditado en Madrid y, tambi¨¦n una vez al a?o, al mando militar espa?ol.
De la incandescencia a los "leds"
Llamado tambi¨¦n del Besamanos del Cuarto del Rey, de Reinos o de Embajadores, el Sal¨®n del Trono, tras la reciente restauraci¨®n de los frescos de su b¨®veda, no hab¨ªa sido sometido a una operaci¨®n de limpieza tan completa desde hace 18 a?os. Factor a?adido ha sido la sustituci¨®n de su viejo sistema de iluminaci¨®n el¨¦ctrica incandescente por otra a base de leds, que esclarece ya las estancias del palacio, tras el previo aval de este cambio anunciado por el Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas, dado el impacto que cualquier foco lum¨ªnico proyecta sobre los objetos expuestos, destacadamente los textiles que decoran con profusi¨®n la regia estancia. El presupuesto aplicado al sal¨®n frisa los 27.000 euros.
El recinto rectangular del Sal¨®n del Trono se despliega frente a la fachada palacial, con cinco ventanales que miran a la plaza de la Armer¨ªa, versada hacia el sur. Culminado en 1765, el sal¨®n fue inaugurado en 1772 bajo el reinado de Carlos III de Borb¨®n para situar en un magnificente escenario el coraz¨®n mismo del poder de la Corona de Espa?a, a la saz¨®n gran potencia transcontinental europea. El monarca encomend¨® al conde italiano Gazzola, de Piacenza, la ideaci¨®n de la decoraci¨®n de tan cardinal estancia, que figura entre las m¨¢s lujosas de cuantas Espa?a y Europa conocen. Fue Giovanni Battista Natali, piacentino tambi¨¦n, el encargado de aplicar al mobiliario los designios del conde, inspirados en las instrucciones del Rey, con materiales tra¨ªdos de Italia y all¨ª elaborados, m¨¢s precisamente, de G¨¦nova, Venecia y N¨¢poles, urbe ¨¦sta donde el monarca espa?ol hab¨ªa reinado 28 a?os previamente a su mandato en Espa?a de casi tres d¨¦cadas, hasta 1788, fecha de su muerte.
El estilo ornamental del Sal¨®n del Trono cabalga entre el tardo-barroco y el neocl¨¢sico, cuya mixtura se hibrida en un rococ¨® a la manera italiana, tan suntuoso que provoca en el visitante un impacto que excluye la indiferencia.
Dan entrada a la estancia cuatro puertas, dos de ellas enmarcadas por colgaduras y cortinajes granates de doseles galonados con bordados en plata sobredorada, mientras las otras dos cancelas, situadas en los extremos de la extensa sala, se ven realzadas con esculturas en caliza blanca de trasunto mitol¨®gico. Fueron esculpidas por Roberto Michel, escultor de la Corte de Carlos III, coautor de tallas de la fuente de Cibeles. Medallones de estuco escoltados por titanes, cuyas piernas rebasan la imposta sobre la que se asientan, jalonan las cuatro esquinas rinconeras del imponente sal¨®n, de m¨¢s de 60 metros de longitud por unos 20 de anchura.
El genio y los gui?os de Ti¨¦polo
Sobre la cornisa que lo enmarca se despliega un friso que representa la fachada de un palacio dorado cuyos ventanales son casetones floridos, rotos en ocasiones por la graciosa irrupci¨®n de pinturas al fresco del impar Giovanni Batista Ti¨¦polo (Venecia, 1696-Madrid, 1770). En la b¨®veda del Sal¨®n, sobre un ¨¦ter celeste claro donde la mirada encuentra serena y grata fuga, el pintor evoc¨® en clave mitol¨®gica la grandeza de la Monarqu¨ªa hispana y los distintos reinos que entonces la compon¨ªan. Algunas de tales pinturas se prolongan a la esfera de la escultura, ya que, con deliciosa pericia, su autor napolitano realiz¨® un gui?o para el que se sirvi¨® de una arpillera con el prop¨®sito de hacer rebasar la imposta a los ropajes pintados y colgarlos as¨ª del cornisamiento que jalona la base del techo del sal¨®n, del que penden dos ara?as gigantes de cristal de roca, de 1780, procedentes de Venecia.
Candelabros acompa?ados por elegantes figuras de bronce pavonado negro jalonan las doce consolas, con patas de garras doradas y mesas de m¨¢rmol jaspeado de color caf¨¦ claro, que escoltan otros tantos espejos de dos cuerpos, cuyo brillo levemente azul oscuro pareciera retener mil escenas ¨¢ulicas de las all¨ª vividas: el Sal¨®n del Trono se emple¨® incluso para exponer los cad¨¢veres de los monarcas cuando fallec¨ªan, hasta su traslado al Pante¨®n de Reyes del monasterio de San Lorenzo de El Escorial, seg¨²n ha escrito Jos¨¦ Luis Sancho, historiador de Patrimonio Nacional y uno de los mejores conocedores del principal palacio madrile?o.
Las paredes del gran escenario regio se muestran enteladas por colgaduras de terciopelo carmes¨ª oscuro, con bordados en plata dorada, que durante esta limpieza ha sido recubierto con mallas especiales para evitar que las aspiradoras que le han sido aplicadas durante horas abombaran gravosamente su suave pelambrera. Es en los pliegues del terciopelo del entelado de los muros donde el polvo se ha acumulado en mayor medida, explica el restaurador ?ngel Balao, responsable del Departamento de Restauraci¨®n de Patrimonio Nacional, que ha supervisado las actuaciones, dirigidas por Lourdes de Luis, jefe de servicio departamental.
La estancia se ve basamentada por un reluciente solar de m¨¢rmol, surcado por ¨®valos y rombos coloreados, semejante a esas enormes mesas de piedras duras pol¨ªcromas extra¨ªdas de los contornos volc¨¢nicos del Etna y del Vesubio, tan al gusto del rey hispano, napolitano tambi¨¦n, Carlos III. El suelo, hoy despejado, acostumbra verse embutido por una enorme alfombra de la Real F¨¢brica de Tapices, que data del reinado decimon¨®nico de Fernando VII.
Desde 1772 hasta nuestros d¨ªas, el Sal¨®n del Trono ha visto cruzar por sus alfombrados suelos a miles de cortesanos, funcionarios y ciudadanos que acudieron a su ¨¢ulico recinto para cumplimentar a siete monarcas y sus esposas, m¨¢s una reina y su consorte, justo en el lugar donde se aseguraba que su poder resid¨ªa. Con el prop¨®sito de magnificar, incluso sacralizar, el poder de los soberanos, la corona no escatim¨® recursos para ornamentar esta suntuosa pieza.
Un solio escoltado por cuatro leones
El lugar central lo ocupa propiamente el trono, un solio de peana troncoc¨®nica de madera dura, con una grada de cinco escalones desde los que se accede a dos sillones rojos de brazos dorados, rematados por sendos copetes -una suerte de medallones dorados- con las efigies del Rey Juan Carlos y la Reina Sof¨ªa. Un baldaquino estofado de oro y rematado por la ense?a coronada de la dinast¨ªa borb¨®nica ampara tan regio estrado, forrado de tela roja, que ve estampado en su fondo un alargado escudo con las columnas de H¨¦rcules, timbradas por el Non Plus Ultra y ce?ido por el Tois¨®n de Oro, el collar¨®n de los Grandes de Espa?a.
Sobre las gradas del solio, a los pies de los dos sitiales, cuatro leones de bronce dorado, que sujetan sendas bolas de m¨¢rmol beige jaspeado bajo sus afiladas garras, parecen atraer con sus rugidos la atenci¨®n hacia tan principal lugar.
El protocolo de la realeza espa?ola, de origen borgo?¨®n, exime a los monarcas tanto de tomar asiento en el Trono del Sal¨®n ¨Csi se sientan lo hacen en un sill¨®n bajo las gradas- como la exhibici¨®n del cetro y la corona, que permanecen depositados en una c¨¢mara acorazada del primer s¨®tano del palacio situada en el llamado Oficio de Tapicer¨ªa. El cetro es un bast¨®n que consta de tres ca?ones de plata sobredorada con filigrana vegetal y esmalte, engarzados con anillos de granate, rematado por una bola de cristal de roca tallada a rombos. La corona es de plata cincelada, repujada y sobredorada, con espejuelos, molduras y terciopelo carmes¨ª.
Los cuatro leones romanos que escoltan el trono formaban parte de un conjunto de doce, surgidos del taller romano de Mateo Bonicelli en 1651 por encargo del impar Diego Vel¨¢zquez, aposentador del rey Felipe IV y dise?ador de interiores de exquisito gusto en el Alc¨¢zar madrile?o. La que fuera sede de la Corte de los Austrias ardi¨® durante un incendio de una semana de duraci¨®n, tras la Nochebuena de 1734. Aquel edificio fue precursor del actual Palacio Real.
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