A un latido de Madrid, el Ed¨¦n
Miles de animales en libertad viven en torno al castillo de Soto de Vi?uelas, a 21 kil¨®metros del centro de la ciudad. Hoy acoge bodas acomodadas y eventos.
Los madrile?os desconocen Madrid. Tal juicio es atrevido. Pero un hecho confirma su certeza: salvo algunas parejas de reci¨¦n casados y sus familias, muy pocas personas conocen hoy que, tan solo a diez minutos en autom¨®vil del centro de la ciudad, se encuentra un ed¨¦n en el que viven miles de animales en libertad. Desde el siglo XVII se alza all¨ª un castillo palaciego, antes fortaleza medieval, envuelto por casi cuatro mil hect¨¢reas ¨Cla extensi¨®n de cuatro mil campos de f¨²tbol¡ª de bosques frondosos y frescas praderas. ?rboles, agua abundante y ox¨ªgeno puro apenas a 21 kil¨®metros del centro de la ciudad: es el castillo-palacio del Soto de Vi?uelas, hoy solo accesible a quienes celebran all¨ª bodas o eventos.
Situado en uno de los valles en los que se remansa el turbulento Alto Manzanares a los pies de las crestas nevadas del Guadarrama, el soto se despliega a caballo entre Alcobendas, San Sebasti¨¢n de los Reyes, Tres Cantos y Colmenar Viejo, junto al llamado Monte o Real Sitio de El Pardo. El per¨ªmetro del Soto de Vi?uelas, de unos 40 kil¨®metros de longitud, permanece vallado desde tiempo inmemorial por una tapia de piedra interrumpida en un pu?ado de antiguos accesos.
La antigua fortaleza altomedieval de Vinnolas es hoy un suntuoso castillo-palacio de muros color crema. Tiene planta cuadrada, cuatro torres, tres alturas, dos pin¨¢culos revestidos de cer¨¢mica, m¨¢s balconada de peto lobulado y p¨®rtico de columnas. Sus ¨¢ticos se ven coronados por crester¨ªas y g¨¢rgolas g¨®ticas y sus muros muestran hornacinas con estatuaria y ornamentos procedentes del templo medieval de San Francisco, en la villa segoviana de Cu¨¦llar. Desde all¨ª fueron tra¨ªdos piedra a piedra hasta Vi?uelas en 700 carros de bueyes por orden de su propietario, el XVII duque del Infantado. Fue ¨¦l quien encomend¨® al arquitecto historicista Vicente Lamp¨¦rez la restauraci¨®n en clave estil¨ªstica rom¨¢ntica del castillo, entonces casi en ruinas tras pasar por numerosas manos. El duque, Joaqu¨ªn de Arteaga, recobraba as¨ª una posesi¨®n cuyos antepasados la hab¨ªan perdido cuatro siglos atr¨¢s.
Para¨ªso cineg¨¦tico de reyes y arist¨®cratas
Vi?uelas, para¨ªso de fauna libre, acoge anualmente entre noviembre y febrero monter¨ªas y batidas de caza mayor. En agosto, la torcaz es el blanco favorito de las escopetas. Toda la realeza y la aristocracia espa?olas, desde tiempo inmemorial, ha recorrido sus lomas y sotos para cobrarse piezas de una riqueza cineg¨¦tica cuyo ¨²nico parang¨®n ser¨ªa el Monte del Pardo. Juan Carlos de Borb¨®n, siendo adolescente, asisti¨® a algunas monter¨ªas, que congregaban all¨ª a la ¨¦lite pol¨ªtica.
En 1885, Joaqu¨ªn de Arteaga, XVII duque del Infantado, recobr¨® la propiedad de Vi?uelas para su familia cuatro siglos despu¨¦s de haberla perdido. Brillante jugador de front¨®n, taur¨®filo y promotor de la sociedad hidroel¨¦ctrica Santillana, Arteaga hab¨ªa adquirido el Soto al valenciano Jos¨¦ Campos.
Decor¨® el palacio con materiales arquitect¨®nicos procedentes del templo g¨®tico de Cu¨¦llar y lo blason¨® con la impronta her¨¢ldica familiar. Adem¨¢s, estableci¨® en su heredad un cultivo de uva que produjo el vino de Valdemasa, muy apreciado en su ¨¦poca.
Al quedar establecido en el castillo un Centro de Mando republicano durante la Guerra Civil, los copiosos ajuares que el castillo atesoraba fueron oficialmente inventariados, protegidos y acopiados en la iglesia del palacio. Al finalizar la contienda en 1939, solo se echaron en falta dos bandejas de plata, seg¨²n ha escrito el historiador Jos¨¦ R. S¨¢nchez Domingo. ??igo de Arteaga, due?o de la heredad, la ofreci¨® entonces como residencia al general Francisco Franco.
All¨ª se instal¨® el dictador durante cinco meses, despu¨¦s de 90 d¨ªas de obras dirigidas por Diego M¨¦ndez, constructor del Valle de los Ca¨ªdos, que tabic¨® su interior para instalar oficinas gubernamentales. Franco buscaba entonces residir en cerca de Madrid a salvo de atentados. All¨ª vivi¨® entre octubre de 1939 y marzo de 1940. De Vi?uelas, el dictador pas¨® a instalarse en el Palacio de El Pardo hasta su muerte.
En el interior del castillo, hoy techado por crucer¨ªas nervadas e iluminado por ara?as de lagrimones, se abren salas decoradas con retratos de antiguos pr¨®ceres. Chimeneas francesas de piedra tallada con escudos her¨¢ldicos caldean sus salones, que muestran arrimaderos de brillante azulejer¨ªa. A trav¨¦s de sus ventanales, se ven jardines de ¨¢rboles hist¨®ricos ¡ªuno de ellos declarado Bien de Inter¨¦s Cultural¡ª y praderas que reverdecen bajo una campi?a cuyo alcance extrav¨ªa la mirada en la distancia. Todo rezuma hoy humedad y fr¨ªo bajo la invernal bruma.
Los densos encinares y alamedas que ci?en el castillo dan cobijo a m¨¢s de dos millares de venados; en sus bosques hozan centenares de jabal¨ªes; por sus praderas pastan pl¨¢cidamente m¨¢s de 400 ovejas y junto a sus ¨¢rboles, ramonean 160 vacas charolesas y avile?as. A las riberas de los cuatro arroyos, hoy caudalosos, que riegan sus predios ¡ªel Vi?uelas se ve cruzado por un puente tendido en tiempos de Carlos III¡ª, acuden a beber mansa y confiadamente cientos de gamos de lomos color avellana, punteados por c¨ªrculos blancos, en medio de un grato silencio. Sobrevuelan sus dehesas azores, ¨¢guilas conejeras y buitres negros, vigilados por b¨²hos reales de mirar grave; bajo el n¨ªveo reflejo de las cumbres de la sierra y el impacto gris plomo de la escarpada Pedriza, la naturaleza impera en Vi?uelas, que impone por doquier su ben¨¦volo designio. En lontananza, algunos rascacielos del ruidoso Madrid pugnan con la niebla.
Una veintena de personas, desde guardas, vaqueros y le?adores, hasta camareros, recepcionistas y hosteleros, laboran en las dependencias del soto, adaptadas para la celebraci¨®n de eventos sociales. Casarse en el castillo, con banquete y m¨²sica para m¨¢s de un centenar y medio de invitados, cuesta unos 21.000 euros, seg¨²n explica un portavoz de Mallorca Catering, la empresa que rige los eventos. La propiedad del monte, el castillo y los salones nupciales del llamado pabell¨®n de caza pertenecen hoy en un 70% al Banco de Santander y el resto, a la inmobiliaria Pryconsa.
Le?a, caza y pastos
Atalaya ¨¢rabe y vig¨ªa de la fronteriza sierra en su origen, fortificaci¨®n cristiana despu¨¦s, su codiciada propiedad fue atribuida por el rey castellano Alfonso VIII a la muy poderosa Orden Militar de Santiago dentro del dominio de Paracuellos de Malsobaco: as¨ª se llamaba entonces el pueblo que hoy se adjetiva del Jarama, seg¨²n lo escribe el historiador Jos¨¦ R. S¨¢nchez Domingo en su libro Vi?uelas, cr¨®nica de un castillo, publicado en 1999.
La extraordinaria riqueza de sus bosques en caza, le?a, carb¨®n vegetal y pastos concit¨® furiosas rivalidades entre segovianos y madrile?os; la ira deriv¨® en efusi¨®n de sangre. Para superar tan espinosos conflictos, el rey Alfonso X decidi¨® poner bajo su f¨¦rula el soto, nombrado entonces de Vinnolas y, mientras se resolv¨ªan los litigios, orden¨® declarar la zona Territorio Real. Corr¨ªa el a?o de 1270.
Una fronda din¨¢stica abierta tras la muerte del rey Sabio, en 1284, llev¨® a su hermano Sancho a declarase rey frente al nieto de Alfonso; segreg¨® Vi?uelas y otorg¨® a los madrile?os el uso de los pastos, la madera, el carb¨®n vegetal y la caza que sus bosques atesoraban. El Soto entero fue donado luego por Sancho IV a su allegado, Garc¨ªa L¨®pez de Saavedra. Y menguaron las ri?as.
Pero, a?os despu¨¦s, resurgieron, tambi¨¦n las pugnas din¨¢sticas, de manera que un nieto de Alfonso X, apodado El Desheredado, recibi¨® el Soto de Vi?uelas en desagravio por su renuncia a la corona. Su hijo, Juan de la Cerda, antepasado de los duques de Medinaceli, cedi¨® en 1346 el Territorio Real de Manzanares, donde se insertaba Vi?uelas, a Leonor de Guzm¨¢n, matriarca de la dinast¨ªa Trastamara, a la que perteneciera Isabel la Cat¨®lica. Juan I de Castilla regal¨® el fundo y la fortaleza a su mayordomo, Pedro Gonz¨¢lez de Mendoza. La leyenda atribuye al mayordomo Mendoza el haber cedido su caballo al monarca cuando fue descabalgado en la batalla de Aljubarrota, en la que fue derrotado por los portugueses en agosto de 1385.
Aquel gesto, que salv¨® a vida del rey Juan, convertir¨ªa a partir de entonces al linaje de Pedro G¨®mez en una de las fortunas m¨¢s ricas y terratenientes de Espa?a y, desde luego, en propietaria del magn¨ªfico castillo de Vi?uelas y de sus feraces bosques circundantes. Su escudo nobiliario, signado por el lema Ave Mar¨ªa gratia plena, rubrica hoy buena parte de los lugares m¨¢s visibles del castillo.
La titularidad de su propiedad pasar¨ªa m¨¢s adelante a ??igo Hurtado de Mendoza, marqu¨¦s de Santillana y c¨¦lebre poeta precursor del Renacimiento, etapa que vivi¨® el esplendor del linaje ducal del Infantado, durante cuatro siglos uno de los m¨¢s poderosos de Espa?a. No obstante, las deudas b¨¦licas de Carlos I, due?o a su vez de Vi?uelas por ser cabeza de la Orden de Santiago, le llevaron a vender el magn¨ªfico cazadero a Arias Pardo de Saavedra, Mariscal de Castilla, en 1542.
Bulas papales
Tras vicisitudes sin cuento, decretos regios, prolijas testamentar¨ªas y bulas papales para arbitrar tanto papeleo, con monarcas, nobles y ¨®rdenes militares a la gre?a por su codiciada propiedad, Vi?uelas pas¨® a pertenecer en 1692 a la marquesa de Mejorada, Teresa de Alvarado y Bracamonte. La marquesa, tras demoler la construcci¨®n fortificada preexistente, mand¨® al maestro tracista Jos¨¦ Moreno erigir la mansi¨®n se?orial que hasta hoy conserva la disposici¨®n y la planta que a¨²n mantiene.
La titularidad del id¨ªlico Soto de Vi?uelas volvi¨® de nuevo a la Corona en tiempos de Fernando VI, ya en el siglo XVIII. El rey, tan apasionado por la m¨²sica como de la caza, lo uni¨® a la posesi¨®n real de El Pardo y castig¨® all¨ª la caza furtiva de los plebeyos con cuatro a?os de prisi¨®n en ?frica y multas de hasta 10.000 mareved¨ªes. Su hermano Carlos III encumbr¨® el lugar al rango de para¨ªso cineg¨¦tico: algunas de las monter¨ªas all¨ª organizadas convocaron hasta 600 ojeadores de pueblos aleda?os y los monarcas se cobraron miles de venados, jabal¨ªes y gamos, as¨ª como decenas de miles de perdices y otras aves. Carlos III modific¨® la arquitectura y dispuso rematar con c¨²pulas redondas sus torres castellanas.
En torno a 1850, el predio se vio atravesado por conducciones de la compa?¨ªa del Canal de Isabel II. En en su tra¨ªda de aguas del r¨ªo Lozoya a Madrid, el Canal instal¨® en el contorno de Vi?uelas un enorme sif¨®n hidr¨¢ulico, de 1,5 kil¨®metros de longitud y en el interior de su per¨ªmetro el acueducto de Valdealeas, de tres kil¨®metros.
Con la incautaci¨®n de propiedades reales durante la revoluci¨®n llamada Gloriosa, en 1870, el monte y el castillo de Vi?uelas, tasados en 970.232 pesetas, salieron a subasta, y tiempo despu¨¦s fueron adjudicados en dos millones de pesetas. Lo adquiri¨® Jos¨¦ Campos, hijo de un tendero turolense, que llegar¨ªa a ser alcalde de Valencia a los 28 a?os y, posteriormente, financiero y due?o de ferrocarriles y navieras de hasta 24 buques transoce¨¢nicos.
Vi?uelas y sus tierras se convirtieron en principal¨ªsimo centro cineg¨¦tico, escenario de fastuosas fiestas y bailes. Pero tambi¨¦n en foco de conspiraciones pol¨ªticas de todo tipo en la Corte madrile?a de Alfonso XII, en cuya reinstalaci¨®n en el trono Campos intervino de manera decisiva tras el fin de la revoluci¨®n. Nuevas zozobras arruinaron la heredad, que intermitentemente, languidecer¨ªa o recobrar¨ªa su antiguo esplendor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.