La paradoja del embrague
Miles de buenos pol¨ªticos y buenos funcionarios siguen asumiendo con un generoso compromiso la abrasiva tarea de cohonestar la pol¨ªtica y la gesti¨®n administrativa
A veces, los aparatos que utilizamos sin tener la menor idea de sus fundamentos retan nuestro sentido com¨²n. Aparentemente, no deber¨ªan funcionar¡ ?pero lo hacen!
El funcionamiento del embrague del autom¨®vil, sin ir m¨¢s lejos, constituye una magn¨ªfica paradoja. Hay una pieza, el volante del ¨¢rbol motor, que gira a miles de revoluciones por minuto. Transmitir, a voluntad, esa rotaci¨®n a la caja de cambios y a las ruedas es toda una proeza. ?C¨®mo engancha (embraga) una pieza que gira a semejante velocidad con otra que est¨¢ parada, sin saltar por los aires? Pues lo habitual es el uso de unos discos intermedios lo suficientemente el¨¢sticos y resistentes como para soportar esa fricci¨®n sin quemarse, aunque asumiendo un terrible desgaste. Es un sacrificio necesario en aras de una soluci¨®n razonable para un problema que, en principio, hubiera podido plantearse como imposible.
?No sucede algo similar cuando deben actuar juntas personas, grupos o instituciones que obedecen a l¨®gicas distintas, a objetivos dispares y a intereses con frecuencia contrapuestos?
?Qu¨¦ ser¨ªa de la sociedad pol¨ªtica si todos fu¨¦ramos perfectamente coherentes? La linealidad a machamartillo tiene buena prensa. Ese car¨¢cter ferruginoso, lejos de parecernos obtuso, se nos antoja ¨¦tico. Nos gusta ser y pensar as¨ª, o as¨¢, ¡°de toda la vida¡±.
Somos como Svejk, el buen soldado del Ej¨¦rcito austroh¨²ngaro cuya perfecta obediencia de las ¨®rdenes provoca toda suerte de desastres sin que se le pueda reprochar nada. ?l cumple estrictamente lo que le mandan. Finalmente, nadie es capaz de determinar si se trata de un conspirador o de un solemne idiota.
Sin embargo, el recientemente fallecido Mija¨ªl Kal¨¢shnikov recordaba que buena parte del ¨¦xito de su fusil ¡ªel famos¨ªsimo AK-47 Kal¨¢shnikov, conocido por que no se encasquilla ni siquiera en los mayores barrizales¡ª consiste precisamente en la tolerancia de su dise?o para las holguras. No ser una m¨¢quina perfecta la convirti¨® en ¡°la m¨¢quina [de matar] perfecta¡±.
Ahora, cuando tanto se insiste en que todo lo p¨²blico debe despolitizarse en favor de una, presuntamente m¨¢s eficaz, tecnocracia y que la l¨®gica democr¨¢tica se bate en retirada frente a la de unos mercados financieros que imponen sus intereses como ortodoxia indiscutible a una opini¨®n p¨²blica confundida y aterrorizada, me pregunto: ?c¨®mo lo estar¨¢n viviendo esos miles, ?miles!, de buenos pol¨ªticos y de buenos funcionarios que, frente a tanta demagogia puritana, siguen asumiendo, con suficiente elasticidad mental, con un generoso compromiso y un razonable conocimiento de lo que se traen entre manos, la abrasiva tarea de cohonestar, de ¡°embragar¡±, la pol¨ªtica y la gesti¨®n administrativa.
Pol¨ªticos que, sin abdicar de sus ideales, se preocupan por tambi¨¦n por la eficiencia y, a su lado, funcionarios capaces de sentir y comprometerse con los objetivos de las instituciones a las que sirven. Funcionarios que, adem¨¢s de cumplir, colaboran. Pol¨ªticos que, adem¨¢s de representar a sus electores, impulsan el bien com¨²n. Gracias a ellos funcionan, como pueden, pero funcionan, los servicios p¨²blicos que todav¨ªa siguen en pie.
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