La alargada huella de Espriu
Poes¨ªa, pol¨ªtica e historia en la inauguraci¨®n del obelisco al escritor
Celebrada con emoci¨®n y solemnidad, los cascos emplumados de la guardia municipal de gala espejeando bajo los pl¨¢tanos desnudos, el sol fr¨ªo del mediod¨ªa que rebotaba desde las altas ventanas del Deutsche Bank, la inauguraci¨®n ayer del monumento a Salvador Espriu, Solc (surco), en los Jardinets de Gr¨¤cia (que oficialmente llevan el nombre del poeta) fue una suma de todos los intereses del escritor.
Hubo poes¨ªa: el autor de la escultura ¡ªuna hendidura con el negativo de un obelisco tumbado¡ª, Frederic Amat, ley¨® los versos que figuran en la placa del monumento (¡°Brilla, dins l¡¯¨²nic / coneixement del negre / l¡¯or del meu somni¡±) y la actriz Montserrat Carulla recit¨® Un nou cant dels Segadors. Hubo teatro, no solo por lo mucho de escenogr¨¢fico que tiene la propuesta de Amat y la profunda relaci¨®n de este con los escenarios, sino por la presencia en el acto de Llu¨ªs Pasqual, Hermann Bonnin o ?lex Rigola. Hubo pol¨ªtica: todas las autoridades presentes destacaron, adem¨¢s de la aportaci¨®n cultural, la contribuci¨®n de Espriu a la recuperaci¨®n nacional catalana (¡°es imposible imaginar el pa¨ªs que tenemos sin Espriu¡±, dijo el consejero de Cultura, Ferran Mascarell). Hubo ciudad, esa Barcelona, ese paseo de Gr¨¤cia y esos jardinets que fueron espacio de vida y trabajo de Espriu y a los que se refiri¨® el alcalde Xavier Trias, se?alando de la remodelaci¨®n de que han sido efecto los ¨²ltimos que ¡°permite mejorar la convivencia¡± (una consideraci¨®n muy espriuniana).
Y hubo historia: por las referencias al pasado reciente que conjura el monumento en su di¨¢logo con el viejo obelisco del cruce del paseo de Gr¨¤cia y Diagonal, del que es compa?ero, sombra y ant¨ªtesis (y al que interpela), y por todo lo egipcio a lo que, por su misma esencia, alude.
No dej¨® ayer de recordarse (lo hicieron Amat y el sobrino del escritor, Sebasti¨¤ Bonet, presente en representaci¨®n de la familia), que la egiptolog¨ªa era una gran pasi¨®n de Espriu y que si las circunstancias del pa¨ªs no le hubiesen hecho dejar sus estudios de la materia quiz¨¢ hubiera acabado excavando tumbas en vez de evoc¨¢ndolas en sus versos.
Algo de sepultura, de sarc¨®fago sa¨ªta, tiene la escultura de Amat (que ha costado 175.000 euros), que tambi¨¦n, en su multiplicidad simb¨®lica, remite al obelisco inacabado (?como Catalu?a?) de la cantera de Asu¨¢n. Amat no dej¨® de apilar referencias para explicar su obelisco y la relaci¨®n con Espriu: huella perenne, vaina, surco fruct¨ªfero; es, dijo, el cipr¨¦s y la sombra del mito, la nave, una herida en la tierra y hasta el vac¨ªo cabal¨ªstico (en el ¨¢mbito de lo pr¨¢ctico, Trias confi¨® en que no acabe lleno de porquer¨ªa).
Lo que no es, aunque ayer lo miraba con aire f¨²nebre su comisario Xavier Bru de Sala, es el lugar de entierro del A?o Espriu (2013). A no ser que se lo entienda como esos moldes en forma de Osiris que ofrendaban los antiguos egipcios y en los que germinaba con rutilante fuerza la vida despu¨¦s de la muerte...
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