Consultar no es decidir (?o s¨ª?)
Reconozco que me sorprendieron las primeras reacciones de los defensores de la pregunta acordada por las fuerzas pol¨ªticas que componen el bloque soberanista. Pens¨¦ que en alg¨²n momento de lo que llevamos de proceso se hab¨ªa producido, en relaci¨®n con los planteamientos iniciales de dicho bloque, un cambio o desplazamiento que me habr¨ªa pasado inadvertido en el estruendo incesante de declaraciones y noticias con que nos vemos abrumados desde hace meses.
Me sent¨ªa algo confundido porque cre¨ªa recordar que uno de los argumentos m¨¢s utilizados por los partidarios de la consulta era lo inobjetable que resultaba desde el punto de vista democr¨¢tico preguntar a la ciudadan¨ªa para conocer su opini¨®n respecto al tipo de encaje de Catalu?a en Espa?a. El argumento daba por descontado que violentar¨ªa incluso al mism¨ªsimo sentido com¨²n que pudiera haber ley o Constituci¨®n alguna que impidiera preguntar al pueblo para saber lo que quiere.
Pero, si de apelar al sentido com¨²n se trata, parece obligado plantearse: ?Por qu¨¦ raz¨®n los defensores de la consulta la presentan como un ejercicio del derecho a decidir? ?Qui¨¦n ha dictaminado que ser consultado sea lo mismo que tomar una decisi¨®n? ?Acaso no se da por supuesto, cuando le decimos a alguien ¡°quiero consultarte algo¡±, que su opini¨®n no nos compromete a nada? Si importa se?alar la interesada confusi¨®n por parte de algunos es porque de la misma se siguen confusiones de segundo grado, igualmente interesadas, que tras el anuncio de la pregunta se han hecho patentes.
En la consulta, la cuesti¨®n nunca fue saber que piensa la ciudadan¨ªa sino construir una ¡°autopista hacia el s¨ª¡±
Dejemos de lado, aunque no sean consideraciones en absoluto menores, que algunos de quienes manifestaban tener tanto inter¨¦s en conocer la opini¨®n de la ciudadan¨ªa catalana parec¨ªan hablar como si hasta el presente esta no hubiera tenido ning¨²n medio a su alcance para expresarla, o como si, por se?alar otro aspecto de lo mismo (el del d¨¦ficit de legitimidad de origen denunciado por Javier P¨¦rez Royo), alguna causa de fuerza mayor hubiera impedido a Artur Mas en las ¨²ltimas auton¨®micas llevar en su programa un mensaje inequ¨ªvocamente independentista que hubiera permitido calibrar con exactitud el respaldo con el que contaba. Lo que de veras resulta relevante es que aquellos mismos defensores de la consulta han actuado, al dise?ar la pregunta de noviembre del 2014, de una forma que invita a pensar que no era obtener conocimiento de lo que piensan los ciudadanos lo que en realidad m¨¢s les importaba.
En efecto, su actuaci¨®n a la hora de fijar el contenido de lo que eventualmente se habr¨ªa de preguntar arroja dudas retrospectivas sobre la sinceridad de sus manifestaciones anteriores. Su resistencia a aceptar que en una consulta se pudiera formular una pregunta que admitiera varias respuestas, claramente expresivas de la real pluralidad de la sociedad catalana, revela en este momento, a la luz de lo que han terminado proponiendo, motivos diferentes de los declarados. Si se hubiera tratado realmente de dar a los ciudadanos catalanes la oportunidad de expresar sus preferencias, qu¨¦ hubiera resultado m¨¢s f¨¢cil que plantear una pregunta que admitiera tantas respuestas como opciones del arco pol¨ªtico catal¨¢n con representaci¨®n parlamentaria existen (si no me equivoco, se reducen a tres: autonomismo, federalismo, e independentismo, ya que el confederalismo de Uni¨® requiere previamente la independencia).
Los defensores de la consulta han actuado de una forma que invita a pensar que obtener conocimiento de lo que piensan los ciudadanos no era lo que les importaba
?Por qu¨¦ no se hizo as¨ª? ?Por qu¨¦ consideraban tan tontos a los catalanes que tem¨ªan que si les daban a escoger entre m¨¢s de dos opciones acabaran haci¨¦ndose un l¨ªo? No parece que sea la hip¨®tesis m¨¢s probable, a la vista de la enrevesada pregunta presentada por el President, pregunta que ha conseguido poner en un brete la inteligencia de los m¨¢s acreditados acad¨¦micos. ?Ser¨¢ entonces que tem¨ªan que el resultado de una pregunta con varias opciones de contenido bien definido hiciera saltar por los aires la imagen unanimista que llevan largos meses construyendo? Caliente, caliente.
Cuando en estas semanas post-pregunta he interrogado a algunos comentaristas afines al soberanismo por la raz¨®n por la que se hab¨ªa descartado un planteamiento tan sencillo y f¨¢cil de entender como el antes mencionado (sobre todo si se le compara con el propuesto finalmente) la respuesta ha dejado en claro el escamoteo: ¡°Es que el resultado que hubiera salido de ah¨ª no se hubiera podido gestionar¡±. Sintom¨¢tica respuesta, ciertamente.
Ahora resulta que la consulta era en realidad un refer¨¦ndum y que la cuesti¨®n nunca fue conocer lo que piensa la ciudadan¨ªa sino construir una genuina ¡°autopista hacia el s¨ª¡±, por decirlo con la gr¨¢fica expresi¨®n de Jos¨¦ Juan Toharia. Un s¨ª absolutamente inducido, por no decir manipulado (en Canad¨¢ esta pregunta ser¨ªa denunciada, ha declarado St¨¨phan Dion), pero para el que luego se confiaba en poder reclamar el mismo valor pol¨ªtico refrendario que el que se concede en la Constituci¨®n al resultado obtenido cuando se somete al veredicto ciudadano una propuesta normativa precisa, articulada. No se trata por tanto, de que, como me respond¨ªa mi interlocutor soberanista, un resultado complejo no se hubiera podido gestionar, sino de que solo hay una decisi¨®n del pueblo de Catalu?a que los actuales gobernantes y sus aliados tengan inter¨¦s en gestionar.
Manuel Cruz es catedr¨¢tico de Filosof¨ªa Contempor¨¢nea en la UB.
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