Tocando el alma
Emoci¨®n y euforia en el recital de Miguel Poveda en el Liceo
Miguel Poveda celebraba sus primeros 25 a?os de cante. Y quiso festejarlo entre amigos y en su casa, el Liceo es ya casi como su casa. As¨ª las cosas, el del jueves no pod¨ªa ser un concierto normal y, l¨®gicamente, no lo fue.
El barcelon¨¦s sali¨® a por todas dispuesto a dejar claro, por si todav¨ªa hac¨ªa falta, que hoy por hoy en cosas de flamenco nadie le hace sombra y que, adem¨¢s, no es solo un cantaor, sino un artista completo capaz de romper cualquier barrera, asumir otros estilos musicales con total naturalidad y dejar una impronta inconfundible all¨¢ por donde pasa.
En el Liceo, Poveda se abri¨® en canal y esparci¨® sus entra?as por el escenario. Sin cortarse ni un pelo fue del flamenco m¨¢s jondo a la cancioncilla casi intrascendente, mezcl¨® grandes poetas con coplas populares, se pase¨® por el fado, el tango y la copla y record¨® a mentores tan insignes y dispares como Lole y Manuel, Bambino, Morente, Gardel, Chavela Vargas, Caetano Veloso, y, para redondear la faena, a Camar¨®n. Todo un reto y realmente bastante m¨¢s que un concierto. A lo largo de tres horas ininterrumpidas Poveda hizo lo que hab¨ªa anunciado en su primer parlamento: tocarle el alma al personal. Y la emoci¨®n se convirti¨® en euforia.
Para la libertad, de Miguel Hern¨¢ndez, abri¨® la velada, siguieron poemas de Garc¨ªa Lorca y Maria Merc¨¨ Mar?al (este en catal¨¢n). Arropado por 15 instrumentistas dirigidos con su eficacia y calor habituales por el maestro Joan Albert Amarg¨®s, un Poveda con un elegante y estilizado traje oscuro empez¨® a elevar la temperatura de la sala y dio paso a un Poveda de camisa negra que se adentr¨® en los recovecos del flamenco. Bord¨® una minera (recuerdo a su primer galard¨®n), vol¨® alto con unas malague?as y se raj¨® de arriba a abajo con una buler¨ªa. Fue un segmento largo e intenso en el que tuvo mucho peso la guitarra del Chicuelo.
Y Poveda se visti¨® con esmoquin para atacar una larga recta final de dedicatorias saltando de un estilo a otro como si all¨ª no pasara nada. Soberbias sus versiones de Que te vaya bonito, Uno y Cuesta abajo (el tango le va como un anillo). Carme Canela le acompa?¨® en su lectura de Caetano antes de demostrar su amor por la copla y acabar la velada con la emoci¨®n por las nubes en terrenos tan dif¨ªciles como los de Morente y Camar¨®n.
Tras tres horas de concierto, nadie parec¨ªa cansado. Miguel Poveda podr¨ªa haber seguido toda la noche.
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