El dogma y la dial¨¦ctica

Una artista joven e iconoclasta dirige en Ensayando Don Juan una versi¨®n pretendidamente vitri¨®lica del Tenorio, y Fernando, veterano int¨¦rprete del Comendador, se dedica a ponerla en solfa. Albert Boadella, autor y director de esta funci¨®n de teatro dentro del teatro, podr¨ªa haber escrito un di¨¢logo picado sobre la vigencia del personaje del Burlador y sobre la manera pertinente de representarlo hoy, siguiendo el camino emprendido en Controversia del torero y el toro (donde le echaba un capote a la fiesta nacional), pero ha preferido parodiar el discurso y las formas de ciertos directores teatrales, usando como falsilla En un lugar de Manhattan, comedia suya donde tambi¨¦n parodiaba a una directora, embarcada en el montaje de un Quijote feminista.

Como en aquel caso, en Ensayando Don Juan el h¨¦roe positivo y cargado de raz¨®n se enfrenta a una antagonista antip¨¢tica, que no merece cr¨¦dito alguno a su autor ni al p¨²blico, ni sabe qu¨¦ replicar a las iron¨ªas que Fernando va vertiendo sobre su persona. Ang¨¦lica, la directora, por su caracterizaci¨®n y arrebatos emocionales, parece una caricatura de Ang¨¦lica Liddell, pero sus periclitadas ideas sobre Don Juan tienen que ver m¨¢s con las de alg¨²n director de la generaci¨®n de Boadella que con las que sobre nuestros cl¨¢sicos tienen los buenos directores j¨®venes: sirva como ejemplo el Tenorio vibrante, carnal, popular¨ªsimo y multitudinario que por Todos los Santos monta anualmente C¨¦sar Barl¨® en el Campo de la Cebada.

Tampoco la figura caricaturizada es tan reconocible y poderosa como para hacerla merecido objeto de burla. El valor de espect¨¢culos muy anteriores pero memorables de Boadella era directamente proporcional a la relevancia y el poder de las figuras e instituciones que satirizaban (el presidente de la Generalitat, la Conferencia Episcopal, la Curia¡­) y al arrojo cargado de raz¨®n que su director mostr¨® escogi¨¦ndolas.

Todo esto aparte, el montaje tiene la buena factura propia de la casa y momentos de gracia, sobre todo por la interpretaci¨®n viva, elegante y resuelta que Arturo Fern¨¢ndez hace de Fernando, versi¨®n apol¨ªnea y a la medida del raisonneur boadelliano personificado anteriormente por el acomodador de El Nacional y el Pla de La incre¨ªble historia del doctor Floit. El actor asturiano le saca chispa a r¨¦plicas con las que cualquiera se pillar¨ªa los dedos y Boadella le sirve una extensa y luminosa escena final, maravillosamente enmarcada por Bernat Jans¨¢, donde, frente a la encantadora Blanca de Sara Moraleda, su figura emana un halo parejo al de Gassman crepuscular. Janfri Topera est¨¢ muy gracioso y a sus anchas en su papel de escudero y contrapunto, y Mona Mart¨ªnez defiende como si de oro fuera un papel de barro cocido. David Boceta hace lo que buenamente puede con el clich¨¦ que le endosan y muestra su potencial cuando, contagiado por el Comendador, su Don Juan empieza a decir bien el verso.