El retiro de las capuchinas de Manresa
Las monjas ceden su convento a cambio de que las cuiden mientras vivan
La modesta fachada que hace chafl¨¢n en las calles de ?dena y de Talamanca, en Manresa, resulta enga?osa. No advierte al visitante que, tras atravesar un peque?o recibidor, se encontrar¨¢ paseando a la sombra de un bello claustro con columnas de piedra esculpidas en el siglo XIII. Tampoco de que, cuando deje atr¨¢s el patio, el sol le cegar¨¢ unos segundos antes de que pueda ver a un pay¨¦s trabajando un huerto centenario de 2.000 metros cuadrados, encajado en pleno centro de la ciudad. Y mucho menos de que solo seis de sus m¨¢s de 30 habitaciones con aseos propios est¨¦n ocupadas. Pero, dentro de tres a?os, alg¨²n letrero quitar¨¢ a esta fachada su anonimato, pues la comunidad de monjas capuchinas que lo habita desde hace m¨¢s de cuatro siglos lo ha donado a la Fundaci¨®n Sociosanitaria de Manresa para que habilite all¨ª una residencia, con una sola condici¨®n: que se haga cargo de ellas, seis mujeres de entre 70 y 82 a?os que quieren acabar sus d¨ªas en el convento en el que han pasado la mayor parte de sus vidas.
¡°Te vas haciendo mayor, necesitas asistencia y te preguntas: ?Qu¨¦ hago con tanta casa?¡±, explica sentada en el antiguo comedor del monasterio la hermana Pilar Lumbreras. Con 70 a?os y a pesar de ser la m¨¢s joven, no lleva la cuenta de cu¨¢nto tiempo ha vivido all¨ª. Pero sabe que fue la ¨²ltima en consagrarse, hace m¨¢s de tres d¨¦cadas. Desde entonces, alguna monja africana intent¨® integrarse a la comunidad sin ¨¦xito.
El monasterio tiene 476 a?os y ahora se convertir¨¢ en residencia sanitaria
El director general de la fundaci¨®n asegura que est¨¢n encantados con la donaci¨®n. La instituci¨®n administra un centro de d¨ªa, cuatro residencias y el Hospital de Sant Andreu. El 90% de sus fondos son p¨²blicos. ¡°Reconvirtiendo espacios, creemos que podr¨ªamos tener unas 50 plazas y estar en funcionamiento en tres a?os. Todo es a¨²n muy prematuro, pero suponemos que la inversi¨®n ser¨ªa de alrededor de tres millones de euros¡±, dice.
A diferencia de Lumbreras, la hermana Victoria, de 81 a?os, lleva la cuenta exacta de sus d¨ªas en la orden de las clarisas capuchinas. ¡°Ayer hice 57 a?os desde que profes¨¦¡±, cuenta emocionada. Pocos comparten su entusiasmo por la vida religiosa en la actualidad. ¡°Han cerrado muchos monasterios¡±, asegura Lumbreras. ¡°La opci¨®n que normalmente toman las monjas es juntarse con otra comunidad. Pero las experiencias que hemos visto, no han funcionado¡±, comenta la religiosa. ¡°Aunque en teor¨ªa tenemos la misma manera de vivir, en la pr¨¢ctica no. T¨² pones a tres gallegas muy mayores en un convento de Sevilla y est¨¢n perdidas. Hasta la alimentaci¨®n es diferente¡±.
Por eso decidieron de forma un¨¢nime donar el monasterio de 4.500 metros cuadrados que su comunidad habita desde 1638. ¡°Era una idea que siempre hab¨ªamos discutido, incluso con las monjas que ya han desaparecido. De que si alg¨²n d¨ªa la comunidad no pudiese continuar, el edificio se dedicase a algo que beneficie a la ciudad y no que se vendiese para hacer pisos¡±, explica Lumbreras. ¡°Ya ha venido gente a pedirnos plaza para la residencia. Y otros, a preguntar si coger¨¢n personal para la consigna o limpieza. Yo las mando al hospital porque no s¨¦ nada¡±, comenta entre risas.
Las capuchinas se han aferrado durante siglos a los terrenos que ocupan. La comunidad huy¨® de la invasi¨®n francesa, fue desalojada durante la Revoluci¨®n de 1868 y parte del monasterio fue quemado durante la Semana Tr¨¢gica. Pero las monjas siempre volvieron. Incluso cuando en 1936 el edificio fue derribado para construir un mercado. Recuperaron las tierras tras la Guerra Civil y reconstruyeron hasta el claustro, que hab¨ªa sido desmontado y guardado.
Teresa, Pilar, Victoria, Concepci¨®n, Aina y Ramona son las ¨²ltimas herederas de una comunidad que nunca pas¨® de 30 miembros. Conservar¨¢n una capilla en la que continuar¨¢n rezando ma?ana, tarde y noche, vestidas con h¨¢bitos marrones y tocas negras. ¡°Me da pena que seamos las ¨²ltimas de nuestra comunidad¡±, lamenta Lumbreras. ¡°Pero si ves la historia de la Iglesia, muchas ¨®rdenes han desaparecido a lo largo de los siglos. Y las franciscanas hemos vivido entre 400 y 700 a?os¡ Yo creo que es una buena edad para jubilarse¡±.
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