Aferrados al micro
En Madrid no hay karaoke sin su estrella. Alguien a quien todos reconocen cuando se sube al escenario para derrochar su talento. Son ¡®karaokeros¡¯ sin remedio
Una figura solitaria se camufla entre alaridos et¨ªlicos y d¨²os desentonados. La parroquia est¨¢ despistada eligiendo el pr¨®ximo tema que perpetrar. Los trajeados que vienen de la cena de empresa parten con un beso y una flor por Nino Bravo. El cuarteto que celebra su despido de un lugar de trabajo indeseado desgarra tema tras tema, como una ola. Como cada d¨ªa, todo el mundo le saluda al llegar por su nombre de pila. ?l, cual divo, reparte besos y abrazos. Se pide el primer Ballantines con agua. Las cuerdas vocales est¨¢n a punto. Su nombre aparece en la pantalla: Ram¨®n va a dar el espect¨¢culo que todos esperan. Muchos son los que llenan los karaokes, pero muy pocos los karaokeros.
Ram¨®n Midon?e es sin duda de la segunda clase. Los habituales de M¨¢ster Plat¨®, en la plaza de los Mostenses, saben que los s¨¢bados en torno a las cuatro de la ma?ana, los dos metros de altura de este neoyorquino afincado en Madrid destacan en este establecimiento escondido en un aparcamiento subterr¨¢neo. Cada karaoke tiene su estrella, Ram¨®n, desde luego, es la de M¨¢ster Plat¨®, de donde ha llegado a salir en hombros. Sus actuaciones hacen vibrar a la clientela, porque ¨¦l les da lo que quieren: gorgoritos, actitud y espect¨¢culo.
¡°Yo soy un artista que necesita a su p¨²blico, you know?¡±, espeta a la vez que se aparta su mech¨®n canoso de la frente. ¡°Nunca me pongo nervioso, yo soy consciente del instrumento que tengo en la voz. Soy de los pocos castrati que queda. Falso castrato, pero mi voz abarca dos escalas y tres cuartos¡±, afirma este sexagenario de bigotes dalinianos. Su sello personal son los agudos de soprano que solo ¨¦l es capaz de alcanzar y de los que presume cada vez que puede. ¡°Mi objetivo es que la gente joven ame la buena m¨²sica, creo que yo para ellos soy como un ¨ªdolo¡±, afirma, ufano. Por la ma?ana da clases de ingl¨¦s y alem¨¢n. Por la noche es un artista: ¡°Cuando subo al escenario me pongo como un pavo real¡±.
Un repertorio de propuestas
M¨¢ster Plat¨®. En el aparcamiento subterr¨¢neo de la plaza de los Mostenses. Presume de ser uno de los que mejor sonido tienen y de los hist¨®ricos de Madrid.
Brindis. Tres Cruces, 8. Su ubicaci¨®n, al lado de la Gran V¨ªa, es su punto fuerte. Lugar habitual para acabar una cena de empresa o una despedida de soltero/a.
Marfil. Modesto Lafuente, 63. Es un karaoke con ambiente m¨¢s ¨ªntimo. Es un cub¨ªculo en el que los clientes cantan sentados a la barra o en medio del bar, sin escenario.
Cher's. Huertas, 50. Uno de los hist¨®ricos. Su letrero en neones fucsias alumbra Huertas desde hace m¨¢s de 20 a?os.
La Cocina Rock Bar. Alberto Alcocer, 48. La parte de abajo se convierte los jueves en un karaoke con m¨²sica en directo. Ambiente y actitud roquera.
Adam's Apple. Avenida del Mediterr¨¢neo, 6. Adem¨¢s de karaoke, ofrece multitud de espect¨¢culos, desde striptease hasta magia.
Central Park. Men¨¦ndez Pelayo, 67. Este establecimiento tambi¨¦n ofrece clases de baile.
Nabucco. Alcal¨¢, 259. Si alguien quiere cantar, mejor que vaya entre semana. Los fines de semana se convierte en una discoteca.
Los karaokeros profesionales se caracterizan por tener en alta estima sus capacidades vocales. Eso s¨ª, ejecutan los temas con pasi¨®n, en ambos sentidos del verbo. Suelen acudir solos y esperar su turno en la barra. Se toman cada actuaci¨®n como si fuera la ¨²ltima, se concentran delante del micr¨®fono como si fueran a pasar un examen. El karaoke es para muchos de ellos la oportunidad que la vida les ha brindado para mostrar todo el talento oculto en su d¨ªa a d¨ªa. Esconden su verdadera identidad. Como los superh¨¦roes.
¡°Hay que diferenciar entre los que cantan bien y los artistas. Ram¨®n es de los segundos¡±, explica Jorge Gonz¨¢lez, uno de los dos hermanos que regentan Master Plat¨®. Sus padres inauguraron el establecimiento hace 18 a?os, en el lugar que antes hab¨ªa ocupado una famosa discoteca, el Disco Parking. Colocaron varias pantallas, sillones y bolas de colores en el techo y comenz¨® a funcionar M¨¢ster Plat¨®. ¡°Quedan pocos karaokeros puros¡±, reconoce.
Las asociaciones hosteleras madrile?as no cuentan con un registro de locales de este tipo, porque se inscriben dentro de establecimientos con m¨²sica en vivo, una categor¨ªa que incluye, por ejemplo, bares con conciertos. Con una r¨¢pida b¨²squeda en Internet, se pueden encontrar una treintena de karaokes en la capital. Sin embargo, algunos de ellos solo lo son a medias. Algunos bares han optado desde hace unos a?os por reservar uno o varios d¨ªas a la semana para dejar que la clientela cante, pero el resto del tiempo siguen funcionando como locales de copas. La Cocina Rock Bar, ubicado en la zona de Colombia, se convierte en karaoke con m¨²sica en vivo los jueves. El Nabucco, en Ventas, deja que sean los cantantes profesionales los que amenicen la noche de los viernes y los s¨¢bados porque enchufan el reaggeton y apenas hay hueco para el karaoke. La Maripepa, en Huertas, lo relega a la planta de abajo para fiestas privadas previa cita.
En esta selva de ofertas, un nigeriano que aspira a triunfar en la m¨²sica encontr¨® su perfecto local de ensayos. Leeroy Estillo (nombre art¨ªstico), de 28 a?os, lleg¨® a Espa?a hace uno en busca de una carrera art¨ªstica que en su pa¨ªs no pod¨ªa desarrollar. Tras grabar un pu?ado de sencillos en un estudio en Palma de Mallorca, se vio obligado a volver a Madrid para trabajar como pizzero los meses invernales. ¡°Me sent¨ªa vac¨ªo hasta que un amigo me llev¨® al Brindis¡±, se?ala este proyecto de cantante, de momento, con el t¨ªtulo de karaokero, tras sus gafas de pasta.
Brindis es el local situado en la calle de las Tres Cruces que Leeroy visita semanalmente para practicar las actuaciones que ¨¦l espera realizar un d¨ªa ante su propio p¨²blico. ¡°Cuando estoy en el karaoke veo las reacciones de la gente, lo que hago bien, lo que hago mal, y me siento feliz¡±, apunta con una enorme sonrisa dibujada en su cara. Ha elegido su canci¨®n fetiche, Faith, de George Michael, y ya ha visto su nombre rotulado en la pantalla azul. Est¨¢ nervioso. Mira el reloj y a un grupo de chicas, y entonces suenan los primeros acordes que preceden al momento de atenci¨®n generalizada por la sorpresa de escuchar a alguien cantando bien entre tanto aullido y desentone. Al final, recibe una ovaci¨®n generalizada y ¨¦l lo agradece en ingl¨¦s.
Los karaokes tienen algo de decadente. El ambiente oscuro, con una decoraci¨®n un poco kitsch y los v¨ªdeos que acompa?an a las canciones rodados no antes de los ochenta fomentan esta impresi¨®n. Uno de los veteranos de la noche madrile?a es el Cher¡¯s, en la calle de las Huertas. Con sus neones rosas que dan la bienvenida al cliente y sus taburetes desvencijados con tapicer¨ªa de leopardo, parece mantenerse impasible en el tiempo. Las estrellas de Cher¡¯s son Maite, chulapa y castiza se autopresenta, y Marisa, dos sexagenarias profesionales del cante que los domingos por la tarde se apoderan del micro; lo mismo les da la copla espa?ola que la balada. Maite, pelo rosa y deje muy madrile?o, frecuenta este local desde hace casi una d¨¦cada. ¡°Es que soy una artista¡±. Antoni, el encargado b¨²lgaro, las conoce y las trata con cari?o. ¡°En mi pa¨ªs el karaoke es muy diferente, tienes que apuntarte en una lista cuando abren el bar y sabes exactamente a qu¨¦ hora te va a tocar¡±, cuenta tras la barra.
Hace ya 20 a?os que Eulogio Revuelta cambi¨® el bingo por el micro. No ganaba nunca y ahora, al menos, gana la atenci¨®n de la gente cada vez que se marca un tema. Su campo de acci¨®n cada semana est¨¢ en el karaoke Marfil, en el barrio de Chamber¨ª. Es un local muy particular, sin escenario, en el que no valen los complejos (si es que se pueden tener cuando se traspasa el umbral de un karaoke). Es un establecimiento diminuto en el que uno canta a escasos cent¨ªmetros del que apura su copa en la barra. Esto fomenta que se den dos tipos de actuaciones: la del que hace de todo el bar su escenario y recorre toda la superficie al ritmo de la canci¨®n, y la del que se apoltrona en su taburete para cantar. Una voz potente emerge de un hombre diminuto de jersey morado. Eulogio borda a Roc¨ªo D¨²rcal y una rubia animada le hace las veces de bailarina.
El micr¨®fono es la extensi¨®n de su brazo, necesitan al p¨²blico para vivir y para ellos cantar es algo muy serio. Son una especie en extinci¨®n. Son los karaokeros puros que salen por la noche en busca de su momento estelar.
El sue?o del roquero
?Qui¨¦n no ha so?ado alguna vez con ser una estrella del rock? Conciertos, giras, un p¨²blico entregado, exigencias extravagantes en los camerinos... The Class karaoke band puede ofrecer lo primero, todos los extras que conlleva ser un Mick Jagger de la vida hay que imagin¨¢rselos. Esta banda ofrece su bater¨ªa, su bajo y su guitarra para que 25 afortunados puedan sentir en cada espect¨¢culo lo que experimenta un verdadero l¨ªder roquero cuando se pone delante de sus fieles. Tienen un repertorio de 118 temas entre los que los asistentes a sus conciertos pueden elegir uno que les lance a la fama. Carlos G¨®mez es miembro de la formaci¨®n: "En los conciertos siempre decimos que si cantas bien te aplaudiremos, pero si cantas mal, te ovacionaremos". Su lista de canciones se diferencia un poco de los t¨ªpicos temas karaokeros. Uno no puede creerse estrella del rock cantando a Roc¨ªo Jurado, eso es otra cosa. Los acordes que normalmente tocan pertenecen a grupos como ACDC, Metallica, Depeche Mode o Muse. En el Coliseo romano el p¨²blico decid¨ªa entre la muerte y la vida de los gladiadores, The Class no son tan radicales, por eso al final de cada canci¨®n piden al p¨²blico que decida si el cantante provisional del grupo merece una baqueta o no. Hay algunos que lo dan todo por recibir este honor. Que se lo digan al director de cine Nacho Vigalondo, incondicional de este espect¨¢culo, que en una ocasi¨®n se dej¨® un diente interpretando a The Strokes. El funcionamiento es sencillo: el grupo anuncia sus pr¨®ximas actuaciones en su web y en las redes sociales, ponen a disposici¨®n de los futuros cantantes una lista para apuntarse y el d¨ªa del concierto los karaokeros roqueros van desfilando por el escenario en busca de sus baquetas. No obstante, si alguien es de los que se anima cuando siente los acordes, siempre hay posibilidad de inscribirse en el local. "La banda ha llegado a tocar durante cuatro horas seguidas y acabar casi sin sentir los brazos", reconoce G¨®mez. La sala Charada, la Siroco o We rock son sus lugares habituales. Suelen ofrecer un par de espect¨¢culos cada mes.
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