Tres balazos de plomo turco
El historiador Fernando de Prado busca en el convento de las Trinitarias Descalzas los restos de Cervantes, que planea identificar por las heridas que sufri¨® en la batalla de Lepanto
Tres balazos de plomo recibi¨® al menos el soldado Miguel de Cervantes cuando defend¨ªa, a petici¨®n propia y con solo 24 a?os, una galera (un nav¨ªo de guerra propulsado por remeros) en la batalla de Lepanto. Cervantes comandaba a una docena de soldados armados con arcabuces, (arma de fuego antecesora del rifle) a bordo de una barcaza situada junto a la proa de la galera. ¡°Era una de las posiciones m¨¢s expuestas durante el combate¡±, refleja el historiador Fernando de Prado.
La alianza cristiana derrot¨® al imperio otomano aquel 7 de octubre de 1571, pero Cervantes sali¨® malherido: los arcabuceros turcos (a los que se entregaban lingotes de plomo para que fabricaran sus propias balas) le alcanzaron una o dos veces en el pecho, y en el brazo o la mano izquierda (¡°por mil partes ya rompida¡±, dej¨® escrito). No sufri¨® amputaci¨®n, pero s¨ª perdi¨® el uso de ese miembro, que con el paso de las d¨¦cadas fue atrofi¨¢ndose. La coraza le salv¨® la vida: una bala, a 440 kil¨®metros por hora, resulta letal. A la mitad de velocidad, perfora los huesos, que quedan marcados para siempre y pueden guardar adem¨¢s restos microsc¨®picos del plomo del proyectil o de la coraza.
Esas heridas son las que Fernando de Prado conf¨ªa en que sirvan para identificar los restos de Cervantes en caso de que se localicen a partir de la semana que viene, cuando la Comunidad de Madrid tiene previsto autorizar su b¨²squeda, en el convento de las Trinitarias Descalzas. El pasado viernes, el historiador present¨® los ¨²ltimos informes (entre ellos, el permiso de la priora) para iniciar unas pesquisas que cuentan con el aval del Ayuntamiento de Madrid (que pondr¨¢ adem¨¢s los 12.000 euros que cuesta la primera fase de esta b¨²squeda), de las academias Espa?ola y de la Historia, y del Arzobispado de Madrid, entre otras instituciones.
Cervantes sobrevivi¨® a las heridas de aquella batalla y de otras posteriores; pas¨® cinco a?os cautivo de los turcos (fue liberado por los padres trinitarios tras pagar 500 escudos); ejerci¨® diversas profesiones, entre ellas, la de recaudador de impuestos; y, frisando ya los 60 a?os, public¨® Don Quijote de la Mancha. En primavera de 1615, tras cobrar por la primera parte de esa obra, se mud¨® a la planta baja de una casa reci¨¦n construida entre la calle del Le¨®n y la que ahora lleva su nombre.
Cervantes era amigo del hijo del due?o de la vivienda, capell¨¢n de la vecina iglesia del convento de las Madres Trinitarias. ¡°Fue su ¨²ltima morada¡±, indica De Prado: en aquella casa falleci¨® el 22 de abril de 1616. En un humilde ata¨²d, con las manos sobre el pecho y la cara descubierta, un d¨ªa despu¨¦s era ¡°conducido a su entierro en el que tal vez fuera el m¨¢s modesto convento de Madrid¡±. All¨ª, con ayuda de un georradar, una c¨¢mara termogr¨¢fica y otra infrarroja, y diverso material t¨¦cnico adicional, se espera encontrar ahora su cuerpo. El Ayuntamiento conf¨ªa en conocer el resultado esta primavera.
La b¨²squeda de los restos de Miguel de Cervantes en el convento de las Trinitarias Descalzas de Madrid la dirigir¨¢ el t¨¦cnico Luis Avial, que inspeccionar¨¢ el suelo ¡ªsituado por encima del nivel de la calle, pese a que este se ha elevado hasta 30 cent¨ªmetros en los ¨²ltimos tres siglos y medio¡ª y los muros ¡ªhasta una altura de dos metros¡ª para descubrir all¨ª posibles enterramientos. En caso de localizarlos, la Comunidad de Madrid y el Arzobispado habr¨¢n de dirimir s¨ª se realiza una excavaci¨®n arqueol¨®gica para desenterrarlos e identificarlos, decisi¨®n que depender¨¢ del impacto que esos trabajos puedan tener sobre el patrimonio hist¨®rico que supone el convento y sobre la vida de las monjas. De ser exhumados, los restos ser¨ªan examinados por el antrop¨®logo Francisco Etxeberr¨ªa para tratar de identificarlos como los de Cervantes a partir de las heridas que el escritor sufri¨® en la batalla de Lepanto. Tras obtener toda la informaci¨®n posible de ellos (sobre su vida, alimentaci¨®n, enfermedades, rasgos de la cara, etc¨¦tera), ser¨ªan devueltos a su lugar de enterramiento.
La zona de prospecci¨®n t¨¦cnica est¨¢ bien delimitada dentro del convento, y tambi¨¦n se conocen los restos que podr¨ªan hallarse bajo su suelo, fruto del trabajo de investigaci¨®n que Fernando de Prado ha presentado a la Comunidad y al Ayuntamiento, y al que EL PA?S ha tenido acceso.
Tres modestas casas compradas en un barrio humilde frecuentado por gentes de la bohemia y la far¨¢ndula, y consagradas en noviembre de 1612, dieron origen al convento en el que ser¨ªa enterrado Cervantes cuatro a?os despu¨¦s. El recinto ten¨ªa entonces como vecino a un promotor de obras de teatro, amigo de Lope de Vega, que montaba fiestas y jarana y trastornaba as¨ª a las monjas en sus rezos, que ten¨ªan lugar pared con pared. Tras quejarse estas al rey, la casa fue expropiada e incorporada en 1673 al convento. El edificio sufri¨® as¨ª su primera gran reforma, al a?adirse adem¨¢s otras siete viviendas vecinas.
La b¨²squeda con georradar de los restos de Cervantes se circunscribir¨¢ pues al ¨¢rea de las tres viviendas originales, que coincide pr¨¢cticamente con la disposici¨®n actual de la iglesia y la cripta. Seg¨²n Fernando de Prado, no puede haber m¨¢s de una decena de personas inhumadas en esa zona (entre ellas, Catalina Salazar, esposa de Cervantes). La familia fundadora del convento se reserv¨® la cabecera de la iglesia (que, en aquella ¨¦poca, era un tercio de la actual, desde la puerta hasta el inicio del transepto) para sus enterramientos. La cripta fue usada para los capellanes que as¨ª lo quisieron (aunque quiz¨¢ esos restos se exhumaran a mediados del siglo XX, hip¨®tesis del Arzobispado que la priora desmiente). Y en la iglesia, conventual y no parroquial, solo pudieron realizarse entierros con permiso especial.
Antes de Cervantes, se inhum¨® all¨ª a un ni?o, pariente de la fundadora del convento, y una joven novicia natural de M¨®stoles, Ana de San Jos¨¦. Despu¨¦s, seg¨²n el libro de difuntos de la parroquia de San Sebasti¨¢n, solo figuran la mujer del escritor y el escribano, hijo del capell¨¢n, que le alquil¨® la casa en la que muri¨®.
Seg¨²n relata el historiador, cuando se llev¨® a cabo la primera gran reforma, en 1673, se allan¨® el suelo y se levant¨® la nueva obra encima, por lo que ¡°hay muchas posibilidades de encontrar debajo el suelo original. Y, bajo este, a las personas all¨ª enterradas¡±.
El hallazgo, de producirse, ser¨¢ fruto de un trabajo concienzudo y en parte tortuoso que comenz¨® en abril de 2010, cuando el t¨¦cnico Luis Avial coment¨® al historiador las posibilidades cient¨ªficas del georradar. La empresa de Avial, Condor Georradar, ha realizado prospecciones en edificios y yacimientos hist¨®ricos de Madrid, Soria, Burgos, etc¨¦tera.
Esa noche la pas¨® en vela, investigando ya sobre la tumba perdida, o m¨¢s bien olvidada, de Miguel de Cervantes. Meses de trabajo historiogr¨¢fico y los avances tecnol¨®gicos de los ¨²ltimos a?os le llevaron a la conclusi¨®n de que el escritor segu¨ªa enterrado all¨ª y era factible localizarlo.
?Por qu¨¦ no se ha emprendido nunca antes un proyecto similar? ¡°Siempre que acud¨ªa a alguien para contarle mi trabajo y pedirle financiaci¨®n, obten¨ªa la misma respuesta: ¡®Si es tan f¨¢cil, ?por qu¨¦ no se ha hecho ya?¡¯. Luego llegaba la negativa¡±, explica el historiador, que calcula que la b¨²squeda completa costar¨¢ 100.000 euros. ¡°Es una cuesti¨®n de inter¨¦s y de imaginaci¨®n, dos caracter¨ªsticas de las que carece nuestra naci¨®n¡±, explica. ¡°Yo ya hab¨ªa tirado la toalla porque no se me hizo ni maldito caso. Habl¨¦ con el secretario de la Real Academia Espa?ola, Dar¨ªo Villanueva, y le dije que, viendo el desprecio y la falta de inter¨¦s en Espa?a, buscar¨ªa fuera¡±, a?ade el historiador.
Inici¨® as¨ª conversaciones con empresas estadounidenses ¡°muy potentes¡±, que se mostraron ¡°apasionadas y no se cre¨ªan que en Espa?a nadie quisiera intentarlo por 100.000 euros¡±, cuenta Del Prado. El pasado mes de septiembre, cuando ya ten¨ªa avanzadas esas negociaciones con dos de ellas, Avial le puso en contacto con el concejal de Las Artes del Ayuntamiento de Madrid, Pedro Corral, que le mostr¨® su inter¨¦s por el proyecto y le pidi¨® que congelara sus gestiones con las empresas estadounidenses.
As¨ª se iniciaron una serie de reuniones con todas las instituciones implicadas, que culminar¨¢n el mes que viene con la prospecci¨®n con georradar del convento. Del Prado conf¨ªa en tener listos los resultados en el plazo de un mes y medio, de forma que, en caso de ser positivos y de obtener el benepl¨¢cito de la Comunidad y el Arzobispado (el historiador est¨¢ volcado en minimizar las molestias que tanto los t¨¦cnicos como los periodistas puedan causar a las monjas), los trabajos arqueol¨®gicos puedan iniciarse en junio o julio.
¡°No se trata de entrar a saco con pala y pico; es una labor quir¨²rgica¡±, a?ade, resaltando que el resultado del georradar ser¨¢ examinado desde un punto de vista hist¨®rico para dilucidar si los restos presuntamente detectados pueden o no ser de Cervantes. ¡°Se ir¨¢ a tiro fijo¡±, sostiene.
Del Prado recalca los beneficios tur¨ªsticos que producir¨ªa el hallazgo para la ciudad, y termina llev¨¢ndose las manos a la cabeza de nuevo: ¡°Cuatro a?os me he pasado suplicando 100.000 euros para la investigaci¨®n. Al final, puede que sean McDonald¡¯s o Coca-Cola los que descubran los restos de Miguel de Cervantes. ?En eso consiste la marca Espa?a?¡±.
Muchos apoyos pero escasa financiaci¨®n
¡°El proyecto es caro, naturalmente. Los expertos lo estiman en unos 100.000 euros; as¨ª que Miguel de Cervantes y sus huesos sin identificar seguir¨¢n durmiendo tranquilos su modorra de siglos, porque dudo que en estos tiempos dif¨ªciles de austeridad y recortes alguien invierta un c¨¦ntimo en removerlos. Esto no es Inglaterra con su Shakespeare, ni Francia con su Montaigne, ni Alemania con su Goethe¡±. Sombr¨ªo se despachaba de tal manera el escritor Arturo P¨¦rez-Reverte en un art¨ªculo period¨ªstico publicado en noviembre de 2012. Daba por imposible (e incluso, tal vez, por indeseable) hallar los restos de Cervantes bajo el suelo del convento de las Trinitarias, y, pese a que el proyecto parece ahora bajo mejores auspicios, parte de esa amargura se trasluce tambi¨¦n en la opini¨®n de su impulsor.
El historiador Fernando de Prado lleva casi cuatro a?os recibiendo negativas y, a?ade, desprecio tras las puertas a las que ha tocado para lograr esos 100.000 euros con los que llevar a cabo su investigaci¨®n.
De Prado agradece el apoyo ¡°decisivo¡± de las instituciones culturales. ¡°La Real Academia Espa?ola da su aval a una investigaci¨®n basada en una propuesta seria y cre¨ªble como esta¡±, asegur¨® en 2011 su secretario, Dar¨ªo Villanueva. Esta instituci¨®n ha presentado recientemente al secretario de Estado de Cultura, Jos¨¦ Mar¨ªa Lasalle, el proyecto como parte de la conmemoraci¨®n del cuarto centenario de la muerte de Cervantes.
Tambi¨¦n tiene el respaldo de la Real Academia de Historia; el Arzobispado; la Comunidad de Madrid (su expresidenta, Esperanza Aguirre, ofreci¨® todo tipo de facilidades administrativas pero ni un solo euro) y el Ayuntamiento de la capital (que finalmente financiar¨¢ la primera fase); la Sociedad Cient¨ªfica Aranzadi (que preside Francisco Etxeberr¨ªa, posible director de la excavaci¨®n posterior); y el escritor y premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, que dirigi¨® una ¡°caballerosa¡± misiva al historiador.
La tecnolog¨ªa que har¨¢ posible el proyecto ser¨¢ el georradar, ¡°un aparato emisor de se?ales radioel¨¦ctricas inocuas que localiza vestigios materiales en el subsuelo y en muros gracias a la respuesta espec¨ªfica que todos los objetos emiten, en diferente intensidad y frecuencia. Eso permite perfilar un mapa en tres dimensiones que, complementado con la c¨¢mara infrarroja, detalla pormenorizadamente el contenido del interior de todo tipo de oquedades, material ¨®seo incluido¡±, explic¨® Luis Avial. Su alcance es de uno o dos metros de profundidad. Avial ha optado por no conocer las hip¨®tesis de los historiadores para no dejarse influir, seg¨²n indica en su informe t¨¦cnico. El trabajo de campo durar¨¢ dos semanas. El an¨¢lisis de los datos llevar¨¢ luego un m¨¢ximo de 30 d¨ªas.
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