Econom¨ªa y derechos sociales
Existe una tensi¨®n permanente entre valores econ¨®micos y valores sociales, pero no son necesariamente antag¨®nicos
Existe una percepci¨®n general de que los objetivos econ¨®micos de las personas o de las empresas est¨¢n en contradicci¨®n con los objetivos sociales, tanto individuales como colectivos. Como consecuencia de ello, existe una tensi¨®n permanente entre valores econ¨®micos (como la eficiencia, el beneficio, o la competitividad) y valores sociales (como la justicia, la sostenibilidad, o el bien com¨²n). Esta tensi¨®n ha presidido y preside muchos de los enfrentamientos ideol¨®gicos y pol¨ªticos a lo largo de la historia. Quisiera defender la tesis de que esta percepci¨®n, que obedece muy a menudo a la realidad, no es debida a una contradicci¨®n necesaria e insalvable, sino a una interpretaci¨®n aislada y equivocada, as¨ª como a la exageraci¨®n de algunos de estos valores.
Aceptemos que el objetivo central de una sociedad es el bienestar de sus ciudadanos, bienestar que se compone de muchos aspectos materiales (disponer de recursos, confort, salud¡), e inmateriales (encontrar respeto, amor, libertad, desarrollo personal¡). La econom¨ªa es la actividad social que debe permitir generar y distribuir los recursos materiales, y tambi¨¦n alguno de los inmateriales, como es el caso de la educaci¨®n. Las sociedades europeas modernas se han organizado de forma que, conservando la libertad de sus ciudadanos tanto en el plano pol¨ªtico como en el econ¨®mico, han introducido unos mecanismos fiscales y de regulaci¨®n que persiguen conseguir un grado importante de otros valores sociales, como la igualdad. El resultado ha quedado muy lejos del objetivo, y por ello la tensi¨®n sigue estando presente y se ha agudizado mucho durante los ¨²ltimos a?os.
A la hora de decidir qu¨¦ es lo que hay que cambiar, no se deber¨ªan olvidar cuatro principios:
1) La econom¨ªa es un instrumento al servicio del bienestar personal y colectivo, y por ello sus actividades deben ser juzgadas en funci¨®n de su contribuci¨®n al mismo. Hay una gran verdad que a menudo escuchamos: ¡°La econom¨ªa debe estar al servicio de las personas, y no al rev¨¦s¡±. 2) Los objetivos econ¨®micos no pueden ser despreciados, como a veces ocurre, porque una econom¨ªa ineficiente o poco competitiva no podr¨ªa contribuir al bienestar general, en sus aspectos materiales. 3) Normalmente las contradicciones nacen de la introducci¨®n en la actividad econ¨®mica de objetivos exclusivamente econ¨®micos que no generan valor social, es decir que no contribuyen a su necesaria finalidad social. Y 4) En otras ocasiones el problema se genera por la elevaci¨®n a la categor¨ªa de absolutos de algunos valores o de algunos objetivos, con la consiguiente destrucci¨®n del equilibrio que supone una visi¨®n m¨¢s global de todos. Voy a citar r¨¢pidamente algunos ejemplos corrientes.
Hay que eliminar las grandes desigualdades, hay que evitar la explotaci¨®n, y asegurar un nivel m¨ªnimo de subsistencia para todos, pero el esfuerzo personal debe estar recompensado
?Rentabilidad. La obtenci¨®n de rentas, sean salariales o empresariales, debe estar ligada a la realizaci¨®n de una actividad o de un trabajo que tenga una utilidad social y contribuya a las finalidades antes indicadas. Aquellas actividades puramente especulativas que generan rentas sin crear ning¨²n valor real ni contribuir a la mejora del bienestar general, no deber¨ªan ser aceptadas, o deber¨ªan estar fuertemente desincentivadas fiscalmente.
?Igualdad. La pretensi¨®n de garantizar la plena igualdad de todas las personas es un principio que puede debilitar la responsabilidad individual. Hay que eliminar las grandes desigualdades, hay que evitar la explotaci¨®n, y asegurar un nivel m¨ªnimo de subsistencia para todos, pero el esfuerzo personal debe estar recompensado. Por ello hay que hablar m¨¢s de equidad que de igualdad. Hay que aceptar que un cierto nivel de desigualdad incentiva el esfuerzo y asegura un aumento de la actuaci¨®n social por un camino mejor que la imposici¨®n de forma autoritaria.
?Competitividad. Una econom¨ªa competitiva es necesaria para un nivel aceptable de bienestar. Pero la competitividad debe interpretarse como ¡°ser competente¡±, no como ¡°competir¡±. La mejor forma de ser competitivo es haciendo cosas ¨²tiles y bien hechas, y no hundiendo a los otros que tambi¨¦n intentan hacerlas. A menudo, desde una posici¨®n competente se est¨¢ en condiciones de establecer relaciones de colaboraci¨®n mucho m¨¢s beneficiosas que las de competencia. Esto es especialmente cierto en la competitividad internacional. Es su ausencia la que ha provocado un desarrollo tan desequilibrado en el planeta.
?Sostenibilidad. La energ¨ªa es fundamental para nuestra vida material y por ello su obtenci¨®n es una actividad clave de la historia humana. Su procedencia es tan diversa (alimentos, sol, agua, viento, biomasa, carb¨®n, petr¨®leo, gas, uranio¡) que hay que tomar decisiones. Tres son los criterios a considerar: que sea accesible, que sea barata, y que no contamine. Este ¨²ltimo es ahora muy importante porque no lo hab¨ªamos tenido en cuenta y hay que reforzarlo. Pero evitemos convertir ninguno de los tres en el ¨²nico, ya que podr¨ªamos poner en peligro elementos clave de nuestro bienestar.
Se impone una visi¨®n global y equilibrada, sin apriorismos.
Joan Maj¨® es ingeniero y ex ministro
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