El men¨² del Tricentenario
El pan y el pastel del Tricentenario conviven con el adelgazamiento sistem¨¢tico del Estado de Bienestar
El agustino Enrique Fl¨®rez quemaba los documentos que no se ajustaban a sus tesis o no dejaban bien situada a la Iglesia cat¨®lica mientras, en el siglo XVIII, reescrib¨ªa la Edad Media espa?ola y los inicios de la Moderna. Miguel-Anxo Murado da cuenta en su recomendable La invenci¨®n del pasado (Debate 2013) de que el cl¨¦rigo preservaba solo los textos que legitimaban las aspiraciones din¨¢sticas de Isabel de Castilla frente a su hermana Juana la Beltraneja. Y es que una naci¨®n no puede permitirse dudas sobre una reina llamada la cat¨®lica.
Reci¨¦n inaugurada la dictadura militar de Franco, algunos falangistas, apadrinados por nazis alemanes, bregaron para demostrar que los visigodos eran ¡°germanos puros¡± procedentes de Escandinavia y que jam¨¢s se mezclaron con nada que oliera a semita. Se atribuye a ese af¨¢n de pureza la reconstrucci¨®n tambi¨¦n en esos a?os convulsos de la lista de los reyes godos. La naci¨®n debe tener un imaginario pata negra. Por eso lo de menos es que el patr¨®n de Espa?a, el ap¨®stol Santiago, probablemente no la hubiera visitado nunca. Cada 25 de julio Espa?a entera ¡ªcon jud?os y gentiles¡ª es consagrada ante alguna alta autoridad al ap¨®stol, mientras el botafumeiro act¨²a y los fieles cantan: ¡°Firme y segura, como aquella columna que te entreg¨® la madre de Jes¨²s, ser¨¢ en Espa?a la santa fe cristiana, bien celestial que nos legaste t¨²¡±. Con tal historia no debe extra?ar que el Ministerio de Interior otorgase sin sonrojo el pasado 3 de febrero la Medalla de Oro al M¨¦rito Policial a la Virgen Mar¨ªa, una distinci¨®n que se concede solo a los agentes que fallecen en acto de servicio. Algunos gestos se empe?an en perpetuar la Espa?a de Covadonga y Don Pelayo .
El historiador Eric Hobsbawm afirma que la tradici¨®n inventada busca inculcar valores por medio de la repetici¨®n, lo que implica de manera autom¨¢tica una continuidad con el pasado. Ese bucle lo estamos viviendo con m¨¢s o menos pericia ahora en Catalu?a, en pleno proceso de rescate del del tricentenario de 1714: se busca desesperadamente su continuidad para validar la proyecci¨®n futura. Hay un constante martilleo para cohesionar la conciencia nacional.
Catalu?a, como cualquier naci¨®n que se precie, inventa sus tradiciones. Jacint Verdaguer en 1884, ocho a?os despu¨¦s de publicar L'Atl¨¤ntida, hab¨ªa visto una sola vez bailar sardanas. En 1906, en cambio, y seg¨²n Llu¨ªs Millet, ya era ¡°la danza nacional de Catalu?a¡±. Cuando Benito P¨¦rez Gald¨®s preparaba su obra teatral La loca de la casa (estrenada en 1893) pidi¨® indicaciones a Narc¨ªs Oller sobre c¨®mo era la sardana y no las hall¨® muy precisas por su desconocimiento, tal como recuerda Joan-Llu¨ªs Marfany en La cultura del catalanisme (Emp¨²ries, 1995). Y qu¨¦ decir del patriota Prat de La Riba, a quien como hombre de orden le horrorizaba que la fiesta nacional rememorara actos sangrientos, como el 11 de Setembre.
El historiador Eric Hobsbawm afirma que la tradici¨®n inventada busca inculcar valores por medio de la repetici¨®n, lo que implica de manera autom¨¢tica una continuidad con el pasado
Inventar la tradici¨®n, adaptarla o hacer que esta aparezca y parezca antigua ha sido una constante a lo largo de la historia de la construcci¨®n de las identidades nacionales. No es un hecho diferencial catal¨¢n. Pero sucede que la estulticia nacional-cat¨®lica ha vacunado a algunas generaciones contra la estupidez y les ha inoculado cierto escepticismo. Por eso comienza a ser rayano en el papanatismo la insistencia en banalidades para reforzar la conciencia nacional.
El pasado domingo, la Generalitat presidi¨® el acto en el que se plant¨® el roble del tricentenario a los pies de la monta?a de Montserrat. Para darle el toque europe¨ªsta, los catalanes residentes en Colonia enviaron tierra de la imperial Aquisgr¨¢n, rememorando el Imperio Carolingio, ese que nos separaba de los sarracenos como Marca Hisp¨¢nica, pero que al tiempo dejaba toda la Catalu?a nueva en manos de la barbarie infiel, incluyendo probablemente Montserrat. La moraleja del acto presidido por el consejero Francesc Homs era mostrar que Europa no puede excluirnos si decidimos caminar hacia la independencia.
Y esta misma semana, para no hurgar en la antig¨¹edad cl¨¢sica, hemos sentado las bases para los complementos del men¨² del Tricentenario. El conseller Pelegr¨ª presentaba el martes el pan de 1714. Esta aportaci¨®n del ¡°cl¨²ster agroalimentario catal¨¢n al Tricentenario¡±, seg¨²n Agricultura, consiste en un pan peque?o y redondo, hecho con harinas similares a las que se utilizaban en el siglo XVII, con una larga fermentaci¨®n y sobre todo con una cocci¨®n muy lenta ¡ª50 minutos¡ª y con un dibujo en su parte superior en forma de cruz que recuerda una moneda de la ¨¦poca, el croat, creada per Pere el Gran (siglo XIII). Pero sigamos con el men¨², porque el jueves se present¨® el postre del Tricentenario. Almendra, miel y albaricoque son los patri¨®ticos ingredientes de este pastel que endulzar¨¢n un a?o complejo. Y al lado de la gran historia, la peque?a: el viernes la Fundaci¨®n Bofill consideraba ¡°ideol¨®gicos¡± los recortes del Ejecutivo de Mas en educaci¨®n. La semana pr¨®xima el Parlament va a debatir el r¨¦gimen de adegazamiento riguroso a que ha sometido CiU los servicios sociales. Y es que, entre panes y pasteles, la vida sigue.
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