El club de los poetas muertos
Meditaciones en la muerte de Ana Mar¨ªa Moix, Leopoldo Mar¨ªa Panero y Xavier Sabater y sus trazos en Barcelona
Ten¨ªa veinte a?os cuando el franquismo asesin¨® a Salvador Puig Antich en Barcelona y mis recuerdos de aquel d¨ªa son escasos, nocturnos y d¨¦biles, sin luz. Lo noto todav¨ªa a mi alrededor, la ausencia contin¨²a. Por m¨¢s que el aniversario se recuerde desde los medios, por m¨¢s que sus hermanas hayan llevado el caso a la corte judicial argentina, no hablamos de qu¨¦ hac¨ªamos aquel d¨ªa de hace cuarenta a?os.
Oigo hablar a menudo de la necesidad de olvidar para seguir adelante, y as¨ª la Transici¨®n ha tenido cuerda durante todos estos a?os. Pero hay ausencias, en el coraz¨®n como en la mente, que no son olvidos, m¨¢s bien son una barrera para no sentir.
Lo revivo estos d¨ªas, desde que ha muerto Ana Mar¨ªa Moix y, en menos de una semana, la ha seguido otro poeta, Leopoldo Mar¨ªa Panero. No s¨¦, a m¨ª me parece que Panero muri¨® de amor. Voy a intentar explicarlo y por qu¨¦ sus muertes se me entrelazan con la de Puig Antich. Y con la muerte, el mismo d¨ªa que Panero, de Xavier Sabater, otro poeta, intempestivo y constante, uno de los bardos claves de una ciudad de resistencias como lo son todas y m¨¢s ahora Barcelona.
Desde su conversi¨®n en parque tur¨ªstico, el Cap i Casal no est¨¢ para dar pisto a quienes trabajan po¨¦ticamente sin alardes, da lo justo para que no se diga que solo admite patums (una por una) y a partir de cierta edad. Por suerte, los poetas siguen yendo a su aire, pongamos en el bar Horiginal. Llegar¨¢ un d¨ªa, si no ha llegado ya, que Sabater ser¨¢ m¨¢s recordado por haber publicado los primeros poemas de Roberto Bola?o en Barcelona, en su revista y editorial La Cloaca (cuyo despacho estaba encima del viejo cine Capsa), que no por todo lo que ¨¦l mismo realiz¨® en sus sesenta a?os de vida, que fue mucho y hasta el ¨²ltimo momento, seg¨²n David Castillo, otro poeta, que va enterrando a los suyos con amor y lealtad desde las p¨¢ginas del Avui. Luego dir¨¢n que en Catalu?a solo tienen laureles los escritores en catal¨¢n¡ pues miren, no es exactamente as¨ª. Lo que les pasa a otras ciudades es que no han tenido un Bola?o para contarlas. Aqu¨ª lo que cuenta es tener quien te cuente que no seas t¨².
Pero a lo que iba, Panero y su amor, ya que de amor hablamos. De amor correspondido y de amor no correspondido. El bardo loco vivi¨® unos a?os en Barcelona y aqu¨ª fue declarado Nov¨ªsimo. Entre sus muchas huellas dejadas qued¨® su amor perseguidor por Ana Mar¨ªa Moix, un amor de juventud que en el transcurrir de los a?os pareci¨® convertirse en un faro para Panero. Cuando supe su muerte en Las Palmas, me lleg¨® algo as¨ª como un ramalazo de aquella luz entre tinieblas de los dos, de Moix y Panero perdidos en la Barcelona de los primeros a?os setenta, cuando en la c¨¢rcel Modelo de la calle de Enten?a los gerifaltes del franquismo asesinaban a Puig Antich. Una Barcelona oscura que fue muy bien iluminada por Bigas Luna en su claustrof¨®bico filme titulado Bilbao, para que entendi¨¦ramos que hablaba de otra ciudad cuyo nombre empieza por B (as¨ª de neur¨®ticas eran las cosas entonces, en aquella Transici¨®n). Panero persiguiendo a Moix, que bastante ten¨ªa con sus propias inseguridades y querencias.
Panero fue un loco listo, dice el tambi¨¦n poeta Bruno Montan¨¦, que lo acompa?¨® a Chile no hace mucho a dar un recital. Montan¨¦ es uno de los detectives salvajes de Bola?o bajo el nombre de Felipe M¨¹ller, reside en El Raval barcelon¨¦s desde 1976. Lo del loco listo se lo dijo el director del psiqui¨¢trico canario donde Panero se refugi¨® los ¨²ltimos a?os: sab¨ªa bastante bien qu¨¦ suced¨ªa a su alrededor. Por lo que me inclino a pensar que no resisti¨® la muerte de Ana Mar¨ªa Moix. O, si lo prefieren, la muerte de ella le liber¨® a ¨¦l. S¨ª, eso creo: Panero muri¨® de amor. Me alegro por ¨¦l.
Ana Mar¨ªa Moix ha tenido funerales medi¨¢ticos; Panero, no. Muri¨® solo y a su velatorio acudieron tres personas. En contraste, los libros de ¨¦l pueden encontrarse en las librer¨ªas (am¨¦n de los que ¨¦l mismo vend¨ªa en las calles canarias), mientras que los de ella est¨¢n agotados e incluso descatalogados. Me sumo al ruego que la semana pasada hac¨ªa en este mismo peri¨®dico Marcos Ord¨®?ez respecto de su epistolario con Rosa Chacel. Y lo hago extensivo a todas sus obras, desde sus primeros poemarios y aquella Julia que no gan¨® el premio Barral a todas las dem¨¢s que, entonces como en los ¨²ltimos a?os, ha ido escribiendo a pesar de todo, de no ser considerada debidamente ni en lo literario ni en lo profesional. Por eso, supongo, hab¨ªa autoridades y mundillo en su funeral, para tapar lo no hecho. Una presencia que era una ausencia.
El loco Panero finalmente se espabil¨® m¨¢s en lo editorial. Se anuncia la edici¨®n p¨®stuma del Poema d¡¯anar a la merda de Xavier Sabater. Correspondamos a Ana Mar¨ªa Moix como merece, que regresen sus libros a las librer¨ªas.
Merc¨¨ Ibarz es escritora.
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