Modest Prats, el cura que lleg¨® a sabio
Fil¨®logo y te¨®logo, public¨® una seminal 'Historia de la lengua catalana' y form¨® parte del Consejo Asesor de Cultura de la Generalitat
De notable corpulencia y voz acorde que se hac¨ªa notar en el p¨²lpito y en las aulas, ten¨ªa un car¨¢cter parejo a su f¨ªsico, fuerte dentro de una razonada y m¨¢xima cordialidad, con esa bonhom¨ªa que suelen desprender las grandes humanidades. La sinceridad inquebrantable la manifest¨® dos veces en la vida p¨²blica: en 1984, con una carta en la que se quejaba del escaso poder de los Servicios Territoriales del Departamento de Cultura de la Generalitat de Catalu?a, que estrenaba un Max Cahner excesivamente ¡°monol¨ªtico¡±, dec¨ªa, pero que le hab¨ªa nombrado apenas tres a?os antes primer delegado en Girona de su flamante departamento. El otro momento fue en 1989, cuando public¨® Meditaci¨® ignasiana sobre la normalitzaci¨® ling¨¹¨ªstica, donde aseguraba que la lengua catalana pasaba por un momento cr¨ªtico y denunciaba el clima de optimismo sobre la situaci¨®n social de su uso que, en su opini¨®n, no era tan boyante.
Fallecido la noche del s¨¢bado a los 77 a?os, seg¨²n trascendi¨® ayer, el fil¨®logo y te¨®logo Modest Prats (Castell¨® d¡¯Emp¨²ries, 1936) era correoso y tierno porque fue en el fondo, como todos, fruto de su infancia. Casi a los tres meses exactos de su nacimiento su padre, de 25 a?os, era fusilado en las cercan¨ªas de Barcelona, en esos embrollos fraticidas connaturales a toda guerra civil.
Ah¨ª crecer¨ªa la sombra discret¨ªsima de su madre, Enriqueta, que con la sabidur¨ªa innata de la gente modesta fue forjando el car¨¢cter de su hijo. Ella y su formaci¨®n en el seminario de Girona, donde estuvo de los 10 a los 22 a?os, acumulando lecturas.
Intelectualmente inquieto, fue justo cuando fue ordenado sacerdote, en 1959, cuando empez¨® su formaci¨®n de fil¨®logo en la Universidad de Barcelona (que le dar¨ªa la base para sus notables estudios sobre escritores capitales como Joaquim Ruyra, Josep Carner, Jacint Verdaguer y Josep Pla) y la de te¨®logo (con estudios que ampli¨® en Roma y Par¨ªs).
El resultado fue un Modest Prats ¡°de una sabidur¨ªa inabarcable y de un compromiso intelectual con la lengua y la cultura catalana como pocos¡±, como reconoc¨ªa ayer el hoy consejero de Cultura catal¨¢n Ferran Mascarell. S¨ª, era reverenciado por los catalanistas cultos pero tambi¨¦n respetado por los contrarios, en una admiraci¨®n que se gan¨® en encuentros intelectuales donde se demostr¨® un temible polemista, correoso en el cuerpo a cuerpo de las altas ideas y afable en las tertulias, capaz de encadenar la cita m¨¢s erudita con la an¨¦cdota m¨¢s relajante, como cuando en 2002, en la lecci¨®n de despedida de la Universidad de Girona donde ejerci¨® de profesor, resum¨ªa el episodio del Libro de los jueces sobre los 42.000 efraimitas descubiertos por los galaditas, que fueron degollados ¡°por no saber pronunciar una palatal inicial¡±. Y luego a?adi¨®: ¡°Nada es inocuo en el mundo de las letras¡±. Por ese car¨¢cter y esa erudici¨®n, un Pla en sus ¨²ltimos tiempos de vida le buscaba como interlocutor y otro responsable de Cultura, Joan Rigol, le incluy¨® en el prometedor, por ins¨®lito y plural pero breve e irrepetible, Consejo Asesor de la Cultura.
Tocado por una facilidad oral que se forj¨® en los p¨²lpitos de parroquias gerundenses y en las aulas, escrib¨ªa tanto como hablaba. Entre su ingente labor, que le vali¨® la Creu de Sant Jordi en 2004 e ingresar en el Institut d¡¯Estudis Catalans en 2005, destacan los dos seminales vol¨²menes de la Hist¨°ria de la llengua catalana, que redact¨® entre 1982 y 1996 con Josep Maria Nadal.
Prats apareci¨® en p¨²blico por ¨²ltima vez en Girona hace tres a?os, para la presentaci¨®n de Homil¨ªes de Mediny¨¤, que recog¨ªa sus sermones y conferencias. Hac¨ªa dos a?os que le hab¨ªan diagnosticado Alzheimer, la misma enfermedad que Pasqual Maragall. ¡°S¨ª, claro que me acuerdo: es el capell¨¢n sabio de Girona¡±, dijo el expresidente de la Generalitat. Hablaron tres horas. Maragall le recomend¨® escuchar m¨²sica, leer aunque fueran diarios y ver f¨²tbol. Le hizo bastante caso. A fin de cuentas, quien hab¨ªa traducido a Racine hab¨ªa superado ya a los personajes de su admirado dramaturgo galo: hab¨ªa escrito su destino libre de las presiones de vida y condici¨®n y trabaj¨® y habl¨® sin inhibiciones.
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