Cara y alguna cruz de la democracia
La situaci¨®n de Su¨¢rez nunca fue c¨®moda: la extrema derecha le ve¨ªa como un traidor y la izquierda como un maniobrero advenedizo
Adolfo Su¨¢rez. Me supo mal que Esquerra Republicana le negara un minuto de silencio a Adolfo Su¨¢rez en la c¨¢mara de diputados. Este es el tipo de cosas que no hay que hacer nunca en pol¨ªtica. No estar a la altura emocional de algunas circunstancias hist¨®ricas. Como yo no tengo nada que perder ni ganar, voy a expresar lo que siento en esta materia. Recuerdo que vi por televisi¨®n (la entonces omnipresente TVE) la sesi¨®n de su investidura. Tambi¨¦n la moci¨®n de censura que le infligi¨® el PSOE en 1980 (sin contar la moci¨®n de confianza unos meses m¨¢s tarde), una iniciativa pol¨ªtica sin otro prop¨®sito que precipitar la ca¨ªda del primer presidente de la democracia espa?ola, digan lo que digan ahora la oposici¨®n socialista de entonces.
De Suarez solo puedo decir que siempre sent¨ª por ¨¦l una especie de simpat¨ªa que estaba por encima de cualquier posicionamiento pol¨ªtico e ideol¨®gico. (Vamos, que me hubiera ido a tomar unas copas y fumar unos pitillos con ¨¦l). De todas las caras que pululaban por el recinto de la c¨¢mara baja, la de Su¨¢rez siempre me pareci¨® que era la que irradiaba m¨¢s autenticidad y convicci¨®n.
Nunca le vi esgrimir contra sus oponentes ninguna palabra ofensiva. Su verbo, con ese tono algo trascendental y ret¨®rico, poco pod¨ªa, ya se sabe, contra la labia corrosiva y la mirada rasputiniana que gastaba Alfonso Guerra. Por eso me alegr¨® sobremanera que estos d¨ªas se haya desvelado que sus famosas palabras acerca de la imposibilidad de impartir clases de qu¨ªmica en catal¨¢n o vasco, fueran un aporte personal de quien le hizo por entonces la entrevista. Me alegr¨® porque no era su estilo, adem¨¢s de hacerle justicia en una materia tan delicada.
La situaci¨®n de Adolfo Su¨¢rez nunca fue c¨®moda. En la extrema derecha se le ve¨ªa como un traidor y en un amplio sector de la izquierda de la ¨¦poca como un maniobrero y advenedizo. Que traicion¨® los preceptos m¨¢s recalcitrantemente reaccionarios del r¨¦gimen, eso fue cierto. Que tuvo que maniobrar para sobrevivir en pos de su proyecto democr¨¢tico y de reconciliaci¨®n para Espa?a, tambi¨¦n. Y que fue un advenedizo, puede ser: ten¨ªa algo del porte de h¨¦roe fugaz venido de las periferias del poder. Pero adem¨¢s, la prensa tampoco le trat¨® tan bien, por lo menos no tanto como se lo trata ahora que est¨¢ muerto. Recuerdo una entrevista que le hicieron en la revista Intervi¨², en el apogeo de su mandato. Hab¨ªa un sector de la prensa (y tambi¨¦n de la intelectualidad resabiada de izquierda) que no dejaba escapar la oportunidad de demostrar que Su¨¢rez, adem¨¢s de maniobrero y advenedizo, era poco le¨ªdo tirando a analfabeto. Pues bien, por esa ¨¦poca se puso de moda Henry Miller, que comenzaba a ser traducido en Espa?a. Dado el boom henrymilleriano, el entrevistador le pregunta a Suarez si conoc¨ªa al autor norteamericano. El presidente contesta que s¨ª y el entrevistador, sabi¨¦ndose ya due?o de la presa obtenida, le vuelve a preguntar qu¨¦ libros de todos los que ley¨® de Miller le gust¨® m¨¢s: el gran maniobrero Su¨¢rez, probablemente con la misma habilidad y descaro con que legaliza el Partido Comunista un s¨¢bado de Gloria, responde: ¡°Todos¡±.
Se entendi¨® poco por esos procelosos d¨ªas que Espa?a no necesitaba un lector del Tr¨®pico de C¨¢ncer, sino, en todo caso, un dirigente que supiese simular, con la misma entra?able naturalidad y osad¨ªa con que hab¨ªa ayudado a parir la democracia en nuestro pa¨ªs, que lo hab¨ªa le¨ªdo.
Las primarias del PSC. Ganaron dos de los cinco candidatos a la alcald¨ªa de Barcelona. El pr¨®ximo s¨¢bado conoceremos qui¨¦n de los dos, Jaume Collboni o Carme Andr¨¦s, se alzar¨¢ con las primarias. Mientras tanto, Jordi Mart¨ª intent¨® impugnar la cita. Yo no creo que haya que hablar de un pucherazo o algo por el estilo. Pero lo que vi por televisi¨®n no me gust¨® nada. Qued¨¦ perplejo cuando vi a ciudadanos asi¨¢ticos, mujeres con pa?uelo que apenas hablaban castellano (ya no digamos catal¨¢n), ignorar el m¨¢s m¨ªnimo dato sobre el candidato que votaban. Miraban a la c¨¢mara con un gesto de desconcierto, como dici¨¦ndose ¡°vaya, por Dios, en qu¨¦ l¨ªo me he metido¡±.
Unas primarias abiertas a todos los ciudadanos pueden crear estas secuencias sospechosas de ama?o. Es evidente que cada candidato querr¨¢ que lo vote el mayor n¨²mero de ciudadanos, sean o no inmigrantes, o extracomunitarios, adem¨¢s de los militantes y simpatizantes de su partido. Pero dicho candidato tendr¨¢ que poner mucho cuidado a la hora de movilizar a esos votantes. No vale de nada que Collboni haya pedido que se impugnara las mesas sospechosas de irregularidades. Collboni, al margen de toda sospecha, es el responsable en ¨²ltima instancia de que algunas de las personas que acudieron a las urnas a votarlo, no tuvieran ni la m¨¢s remota idea de qui¨¦n es. Es decir, no tuvieran ni la m¨¢s remota idea de a qui¨¦n votaban ni qu¨¦ votaban, algo sorprendente teniendo en cuenta que se trataba de unas primarias de candidatos a unas elecciones de proximidad ciudadana como son unos comicios municipales.
J. Ernesto Ayala-Dip es escritor.
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